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  • Reglamento de edificaciones en Rosario: qué es, cómo funciona y cuánto protege un parrarayos

    » El Ciudadano

    Fecha: 03/08/2024 11:59

    Cuando se construyen edificaciones en altura son muchas las características a tener en cuenta, una de ellas tiene que ver con este artefacto que permite que las estructuras no se dañen ante la caída de un rayo en una tormenta ¿Se sabe cuántos hay?, ¿dónde están?, ¿para qué sirven? En determinadas construcciones en altura se pueden ver en Rosario la antena del pararrayos, que sirve para evitar daños en las estructuras edilicias. Iglesias, edificios históricos de la ciudad, facultades y edificios de propiedad privada se ven “adornados” con dicho sistema. Pero, ¿cuándo es obligatorio?, ¿para qué sirven realmente? ¿Cuántos hay en la ciudad? Todos estos interrogantes fueron consultados a Gonzalo Ratner, director de Protección Civil y Pablo Florio subsecrectario de Planamiento de la Municipalidad de Rosario. Si bien en la sección 3.11.6 del reglamento de edificaciones señala que la Dirección General de Obras Particulares podrá exigir la instalación de pararrayos en las construcciones que, por sus alturas o características especiales, sean susceptibles de ser dañadas por descargas eléctricas atmosféricas, se trata de un requisito que lleva se control la Anac (Administración Nacional de Aviación Civil)– Desde El Ciudadano se intentó llegar a dicha administración, pero pese que la oficina este en el aeropuerto Islas Malvinas, toda esa información la maneja Buenos Aires y no fue posible contactar-. Para entender cómo funciona un pararrayos primero hay que entender de qué se trata. Un pararrayos es un terminal externo instalado en un edificio o estructura que tiene como objetivo atraer el rayo para forzar un punto de impacto controlado e impedir que la enorme cantidad de energía del fenómeno afecte las estructuras o dañe a las personas. Existen varios tipos de pararrayos. Para poder atraer la descarga, los pararrayos disponen de una punta y un cuerpo metálico, que están conectados mediante una red conductora a un sistema de puesta a tierra de baja impedancia que permite disipar la energía. Los rayos pueden producirse entre las nubes o entre nubes y la superficie terrestre. Los segundos son menos frecuentes, pero más peligrosos para las personas: representan una cuarta parte del total. Y casi el 90% de los mismos se producen sobre tierra emergida. Por eso es importante la protección para minimizar los daños. La descarga atmósferica, al igual que la corriente eléctrica, tiende instantáneamente a buscar el camino más corto y de menor resistencia Cuando hace contacto cae a 33000 V y a una temperatura de 8000 a 15 mil grados. Para facilitar el camino, captarlo y dirigirlo, se emplea el pararrayos. Cuando se produce un rayo, el mástil lo recoge conduciendo toda la descarga por un cable conductor que vincula el cabezal con la toma de tierra. Por este motivo, el pararrayos se debe instalar siempre en la parte más elevada del edificio o estructura a proteger. Su función es canalizar de forma segura la descarga del rayo a tierra. Gonzálo Ratner aclaró que la sección del cable conductor de la energía debe ser bien calculada para que resista la alta corriente que se produce hasta la jabalina clavada en la tierra. Pablo Florio, quien también es docente en la facultad de Arquitectura, repitió que la regulación sobre los pararrayos es potestad de la Anac. El organismo es el que tiene la información sobre el número exacto de cuántos pararrayos hay instalados en Rosario. “El 95% de las torres en las iglesias tienen pararrayos, los edificios públicos, la estación de ómnibus”, enumeró. Y sumó al casino, las estaciones de GNC que están obligadas, además, por disposición de Enargas. Las torres Dolphins al igual que las Maui, que por superar la altura media tienen a la par balizas de aviones. El tener o no pararrayos en edificios privados ya cuenta por parte de pedidos particulares y que estén autorizados por la Anac o que por la normativa municipal tenga que acatar la norma como se explicó con anterioridad. Rayos y centellas Existen varios mitos en torno a los pararrayos. “El pararrayos es una descarga a tierra de forma segura”, sintetizó Ratner: en una tormenta eléctrica, la carga eléctrica acumulada en las nubes busca el punto más alto sobre la tierra para descargarse en forma de rayo. En su instalación, una regla es que el dispositivo supere en al menos dos metros la altura de edificación. En términos promedio, la protección efectiva se da en un círculo cuyo radio es el doble de la altura, explicó. Puso un ejemplo: si un edificio tiene 30 metros de altura, el equipamiento protege unos 60 metros a la redonda, es decir ni una cuadra (100 metros). Es por ello que Ratner desmitificó que por ejemplo si hay un pararrayos en una Iglesia todo el barrio esté cubierto de una descarga. “El pararrayo lo que protege es la estructura”, explicó, dejando detrás también la idea que las personas se encuentran al resguardo bajo el aparato. Florio coincidió en que los pararrayos protegen de forma efectiva a las estructuras, pero de todas formas dijo que “el modo de construir mampostería o edificios de hormigón en la ciudad hace que sean estructuras resistentes (en caso de no haber pararrayos en el lugar). Es muy difícil, agregó sin embargo, anticipar con certeza los daños de una descarga en una construcción. Prevención Ratner indicó que desde el área de Protección Civil siempre se recomienda ante tormentas protegerse en lugares seguros y desenchufar todos los aparatos eléctricos que haya en las casas. Cables coaxiles, de teléfono y todo enchufe que esté conectado a la red pública. Nunca estar cerca de estructuras metálicas, que canalizan la corriente eléctrica. También hay que evitar la cercanía con árboles, ya que en un entorno bajo el rayo estará potencialmente atraído por ellos por ser los puntos más altos. Otra precaución es alejarse de los espejos de agua, sea del río como de las piscinas de los edificios o clubes. El agua en ellos no atrae las descargas, pero conduce la electricidad generada por ellas. Quién inventó el pararrayos Benjamin Franklin inició sus experimentos sobre la electricidad en 1949, bajo la hipótesis de que las tormentas son fenómenos eléctricos. En 1752, publicó un artículo en el que proponía colocar varillas de acero sobre los tejados para protegerse de la caída de los rayos. Y el método empezó a probarse en Inglaterra y Francia. En 1953, presentó la llamada teoría del fluido único para explicar los dos tipos de electricidad atmosférica: positiva y negativa. A partir de entonces, nacieron los pararrayos, que se diseñaron para atraer la descarga y conducirla hacia la tierra, contrariamente a lo que indica su nombre. En 1753, el ruso Georg Wilhelm Richmann intentó seguir con las investigaciones de Franklin relacionadas con el efecto de protección, pero al poco tiempo murió tras el impacto de un rayo. Dos siglos después, en 1919, Nikola Tesla definió correctamente el principio de funcionamiento del pararrayos y rebatió las teorías de Benjamín Franklin. Desde entonces, la industria del pararrayos ha evolucionado y ahora se fabrican distintos tipos, aunque todos con el mismo principio físico.

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