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» Clarin
Fecha: 31/12/2025 06:21
El profesor Viktor Chuchin, nacido en Bielorrusia, da comienzo al primer encuentro internacional de científicos libres de prejuicios, en el sótano de una antigua fábrica de calefones abandonada en la zona sur. Con su extravagante y largo piloto cruzado que en algún momento fue color beige, rollos de planos sobre el escritorio y su pelo blanco tirante, producto de su invención y recurso económico, el engrudo, un fijador de agua y harina para el pelo, abre el debate. Cuando un hombre se desabrocha la camisa y se rasca debajo del brazo, es un hombre que le tiene miedo al futuro. No puede continuar, un caño herrumbrado parte desde un sector del público del grupo siberiano intransigente y pasa a centímetros de su cabeza. Su primo lejano Nietzsche, observa, ha viajado desde lejos y huele el triunfo, acaricia su larga barba, apura un coñac doble y pide la palabra. Darwin miente, el hombre no puede descender de los monos, los monos son muy educados, y agrega, no hablan pero comunican todo con sus emociones. Uno de los desafíos de la escritura es encontrar las palabras que representen o se acerquen a la emoción que queremos relatar. En el variado y caótico mundo de las emociones, las palabras son limitadas, estrechas y a veces mudas para contar historias, ante esa soledad en la que se encuentra, el escritor debe inventar artilugios, frases, estrategias para llegar al nudo emocional y darle vida a las palabras. La escritura entonces, en todas sus versiones, tiene una función liberadora o debería tenerla, depende del riesgo que el escritor asuma. Para ello, su adversario será la memoria, un duelo entre la palabra y la verdadera memoria oculta atrás de sus falsas virtudes, que son, borrar lo desagradable, lo doloroso, mediante el mecanismo de represión y exaltar y edulcorar lo agradable, de allí que todo tiempo pasado fue mejor. Falsa afirmación, lo que no puede ponerse en palabras, volverá para ser escuchado. Quiero detenerme en este análisis, en la memoria inconsciente está todo lo vivido y la historia de la humanidad, lo oculto está poblado de secretos personales y familiares, de desgarros sociales, esperanzas descartadas en bolsas de residuos, mentiras no cumplidas que arrasan a generaciones, índices sociales que avergüenzan. Mientras más frustraciones, más control de las emociones y más energía psíquica usada para mantenerla fuera de la conciencia y evitar sentir la angustia flotante, la angustia con sello argentino, la angustia de una escalera a la que le robaron los peldaños, como solemos percibir a nuestro país. Extrapolando, como país, para mantenernos a flote, algunos le dicen banda flotante, cada vez pagamos más a la usura internacional y en consecuencia tenemos menos futuro, o para ser más preciso, un futuro embargable. El eufemismo banda flotante, ha reemplazado al Oráculo de Delfos, centro de consulta y sabiduría de la mitología griega, de su oscilación pareciera depender nuestro destino y la de nuestros hijos. En este contexto, el cerebro argentino es muy buscado internacionalmente, vivo o muerto, para su estudio y cotiza alto, en el marginal y el oficial. En nuestra sociedad todo movimiento es un riesgo inminente, los políticos son creados por nuestras propias proyecciones y demandas y emergen como tal si los mismos saben interpretarlas y cumplirlas. La sociedad pide cosas simples, lo lamento estimado lector, las cosas simples no existen en política, se sobreponen los intereses personales, las debilidades de diván, el travestismo ideológico, un fracasado reconvertido en irresistible playboy, la lluvia y la bonanza que llegarán del cielo, por ahora solo inundando las ciudades, los campos y las ilusiones. El valor emocional de las palabras pretende ser sustituido por un relato ficticio, inconcluso, que roza la perversión intelectual. Cuando un expresidente en el límite de la irresponsabilidad pronunció; ramal que para ramal que cierra, decretó la muerte del país de los inmigrantes, mutiló parte de nuestra identidad, cercenó la imaginación de los artistas, despobló un país solidario, nos dejó sin pasado, transfirió las responsabilidades del estado a mercenarios que chocaron y mataron, toda una devastación humana e histórica justificada por una anodina y falsa palabra, déficit, palabra que escondía y esconde pactos aberrantes. Eso también está en nuestra memoria y puede repetirse. Sin ventilar largas explicaciones, lo que se entiende por neurosis argento, se puede explicar, repetición inconsciente de conductas que tiene un solo objetivo y fin, terminar en la frustración y acusarnos mutuamente. En que fallamos, parecieran más políticas de castigo que de crecimiento, sentiremos remordimiento y culpa por haberle tirado aceite hirviendo a los ingleses y no haber sido colonia. En ese caso este artículo sería en inglés. De esta repetición nos urge salir y debemos hacerlo modificando el momento en que nuestro país se petrificó en el tiempo. He observado que los juegos que jugamos en la infancia se parecen demasiado a nuestras conductas. También es aplicable a nuestro país, había y hay un antiguo juego en los parques de diversiones que aún perdura en las provincias, que nos calza justo y fue hecho a nuestra medida, el palo enjabonado, teniéndolo todo nunca llegamos a la cima a recoger el premio y cuando estamos cerca una mano misteriosa, hija de nuestra propia idiosincrasia lo vuelve a enjabonar. La mirada de tubo, ver el detalle, pero no el contexto e insistir sobre la supremacía de la razón sobre la intuición social, lugar donde naufragan los sabiondos y suicidas, son avisos preocupantes. Alexa, en qué historia del pasado nos habremos quedado atrapados. En todas. Sobre la firma Newsletter Clarín
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