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» Clarin
Fecha: 31/12/2025 06:21
José María Rosa (50) viajó a Río de Janeiro el 1° de octubre para reencontrarse con sus hijos, a los que no veía desde febrero de 2024, porque su madre, Ilona Grabarczik (51), se los había llevado sin su consentimiento fuera del país. Desde hacía meses que Interpol estaba tras los rastros de F., de 11 años, y F., de 6, hasta que a finales de septiembre fueron ubicados en situación de vulnerabilidad en las calles de Copacabana. La Justicia brasileña dispuso que los niños fueron enviados a un abrigo estatal para menores y Rosa viajó de inmediato desde Buenos Aires, primero para verlos y luego para intentar llegar a una conciliación con su ex pareja. Así empezaba el último capítulo del que podría ser un thriller psicológico no apto para corazones sensibles que, hay que subrayarlo, acaba de tener un final feliz. "Tuvimos a principios de diciembre una audiencia de conciliación en la que se acordó que el 26 me llevaría a mis hijos a la Argentina, donde vivieron siempre conmigo, porque yo tenía la tenencia de hecho -enfatiza- hasta que fueron secuestrados. Y la Nochebuena y la Navidad los chicos las pasarían con la madre", contó. Sin embargo, a último momento hubo un giro en los planes y las autoridades decidieron que padre e hijos regresaran al país el miércoles 24, dos días antes de lo estipulado. ¿Qué pasó? "Se comprobó un plan de secuestro que tenía la madre", afirma Rosa, porteño y microemprendedor. La Justicia Federal de Brasil se lo explica a Clarín de esta manera. "Primero se pidió la suspensión de la visita navideña de la madre ante la evaluación de riesgo de fuga de la progenitora con los niños, autorizándose la realización de la visita de la progenitora sólo el día 23, en el Shopping Rio Sul, entre las 14 y 16 horas. Los niños deben ser mantenidos, en todo momento, bajo supervisión del oficial de enlace de la Policía argentina o de la Policía Federal". Fueron las autoridades las que eligieron el lugar, ya que la madre había optado por Ilha de Garças, "una geografía con posibilidades de fuga". "El Jefe del Núcleo de Cooperación Internacional de la Policía Federal informó que el padre de los menores descubrió un geolocalizador en el calzado del hijo y, seguidamente, se enteró que la progenitora se había registrado, a escondidas, en el mismo condominio que el padre, dos pisos más abajo, y ubicado en Copacabana". Abogada de Rosa, Ana Paula Bamgu confirmó ante Clarín y con sorpresa "el hallazgo de un chip GPS en la zapatilla del nene. Luego nos enteramos que ella había alquilado un departamento en el mismo edificio... Realmente es de película, fue una huida sin precedentes". Ante el peligro de que los niños volvieran a ser retenidos por su madre, Interpol realizó un veloz operativo para que José María Rosa y sus hijos regresaran cuanto antes a la Argentina. "Un agente argentino de Interpol nos abrió la puerta de su casa y nos dio techo la noche del 23 de diciembre y nos custodió hasta el aeropuerto al día siguiente. Si lo cuento no lo creen, pero ocurrió exactamente así. Es más, mis hijos no tenían documentación y en el aeropuerto, por orden de Migraciones, les realizaron dos pasaportes de emergencia" para poder subir al avión. Clarín puede dar fe de las escenas de tensión que se vivieron hasta último momento en suelo brasileño. "Estamos protegidos por Interpol, luego de que se encontraran pruebas contundentes de un plan para secuestrarlos nuevamente", escribió Rosa a este cronista a las 4.10 de la mañana del miércoles 24. "Tengo la emisión de los pasajes para esta tarde. Por favor, no comentes nada hasta que pasemos los controles en el aeropuerto", rogó el padre vía Whatsapp. A las 13.45, un nuevo mensaje mostraba una foto con los chicos ya ubicados en un avión de Aerolíneas Argentinas. "Nos mandaron a primera clase, no lo podemos creer". Alrededor de las 17 aterrizaron en suelo argentino y pasaron Nochebuena en el departamento de Rosa, en Barracas. Ya más tranquilo al llegar a casa, revelará que se enteró del localizador por la portera del edificio: "Me comentó que Ilona, la madre, le hizo una serie de preguntas llamativas como cuál es la autopista más cercana y menos congestionada y que mostraba una conducta llamativa". Entre el viaje a Río de Janeiro y la vuelta a Buenos Aires transcurrieron 84 días insoportables en la vida de Rosa. Durante buena parte de la extensa y costosa estadía, visitó a sus hijos en el Hogar para Niños. F. y F. estuvieron alojados allí 65 días. "Fue muy duro todo ese tiempo, lleno de estados de ánimos cambiantes. Primero, la felicidad por volver a verlos dos años después; luego las visitas en horarios estipulados, de lunes a viernes, y por último el esfuerzo de subsistir en un país extranjero sin prácticamente medios económicos". Hasta que salieron sus hijos, que pasaron las últimas tres semanas con su papá en un departamento alquilado, Rosa vivió en una pensión, hacinado, en la que compartía habitación con otras siete personas. "Un argentino que vio mis historias por redes sociales se apiadó de mí y me dio laburo en Copacabana, lavando platos 8 horas por día a cambio de 35.000 pesos. Lo hice por más de un mes y no me importó nada. Había que comer y pagar el techo". No quiere dejar de mencionar a la Fundación Morelli, "que fue un baluarte, un pilar emocional y económico, que me acompañó a sol y a sombra durante este interminable recorrido", agradece Rosa, que revela que hoy su inmediato objetivo "es levantar la deuda de la tarjeta de crédito. Estoy seis millones abajo, espero poder remontar la cuesta". Solo contra el mundo Desde el 23 de febrero de 2024, José María Rosa, "Pepe" para muchos, dice que estuvo solo, luchando contra viento y marea para recuperar a sus hijos. Sin la ayuda de las autoridades argentinas, con la lejanía de la Policía brasileña y "la inexplicable ausencia de los medios", enumera este hombre porteño, de 50 años. El fin de semana anterior a empezar las clases del año 2024, Ilona Garbarczik, polaca que vive entre Estados Unidos y Europa, estaba en Argentina y pasaba algunos días con sus hijos, con el aval de Rosa. Nada hacía prever que se estaba en la antesala de una pesadilla interminable. Sin comunicarlo, la madre se llevó a sus dos hijos a un supuesto viaje a Cataratas del Iguazú. Recién se lo dijo al padre minutos antes de embarcar a Misiones con un mensaje breve y frío. No hubo más novedades hasta varios días después, cuando se comunicó "desde Cuba", sin dar más detalles, sólo enfatizando no poder seguir hablando "por mala señal en la isla caribeña". Claramente a Cuba no viajaron. Con un empuje y una fortaleza notables, Rosa nunca bajó los brazos. A falta de recursos económicos, se dedicó a postear en sus redes sociales cada paso que hacía, ya sea en su búsqueda personal, o desde la Justicia, además de manifestar sin tapujos su estado de ánimo y su impotencia. Se propuso hacer todo vía TikTok o Instagram para darle visibilidad, aunque desde afuera se advirtiera cierta puesta en escena o frivolización que podía chocar tratándose de la búsqueda de dos menores. "Sé que a muchos no les parecía lo mejor, pero dado mis pocos recursos me propuse un lema: 'Quiero un millón de ojos en la calle'. En cualquier calle del mundo, porque yo no sabía adónde estaban F. y F. Y tenía que llamar la atención como fuera, tenía que captar al tiktoker e instagramers. Yo tenía en claro que un seguidor más eran dos ojos más estando atentos. Vi que mis videos empezaban a crecer y algunos tuvieron un millón de visualizaciones". Así fue que los encontraron, aunque parezca mentira. Un mensaje perdido en las redes le avisaba a Rosa que los chicos habían sido vistos en Río de Janeiro. "Me avisaron desde Brasil que los habían divisado en un shopping, no lo podía creer. Eso fue en septiembre y desde ahí empezó otro sufrimiento, pero ya con los chicos localizados. Y siento mucho orgullo de todo lo realizado, porque siempre estuve un paso adelante de las autoridades, nunca me quedé de brazos cruzados". "Los hallaron en Copacabana, estaban en situación de vulnerabilidad, trabajando, vendiendo cosas en la calle y sin ir al colegio. La Jueza de Infancia y Juventud ordenó que se los separara de la madre, quien se negó a colaborar en todo momento. F. y F. fueron llevados a un abrigo para menores, donde los recibieron una asistencia social y una psicóloga de familia. Rosa mira para atrás y no puede creer lo que fueron los últimos tres meses de su vida. "Si algo no hice fue dormir, porque cuando no trabajaba, hacía vivos de Instagram con los seguidores, que querían conocer cada detalle". Casi como un rockstar, Pepe les daba lugar, espacio y toda su paciencia a los internautas interesados que lo llenaban a preguntas. "Ser así me ayudó, prefería mostrarme sincero, transparente, que dormir". Lo que más tranquilidad le da es que sus hijos están enteros. "Pese a todo lo que han vivido, están bien, son muy fuertes y los veo contentos y sonrientes. De a poco vamos encontrando una rutina necesaria". MG Sobre la firma Mirá también Newsletter Clarín
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