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» Diario textual
Fecha: 29/12/2025 10:01
Por Norberto Asquini El año político en La Pampa dejó la sensación de haber condensado cantidad de hechos y procesos que estiraron los tiempos y cuyas ramificaciones se verán en un futuro cercano. Un tema tras otro, y muchos apenas separados por días. Un año que pareció contener adentro muchos años. La dinámica provincial estuvo atravesada, casi sin excepciones, por la tensión entre la avanzada libertaria encabezada por el presidente Javier Milei y la estrategia de resistencia de la gestión del gobernador Sergio Ziliotto. Un esquema que se repitió en buena parte del país, y que marcó el pulso de todo el calendario político y los posicionamientos de cada fuerza. El gobierno nacional aplicó una política de asfixia financiera sobre las provincias, reduciendo transferencias y cerrando vías de asistencia, lo que dejó a los gobernadores sin margen de maniobra. En ese contexto, La Pampa mantuvo una posición firme. Hubo intentos de diálogo y negociaciones abiertas, pero sin resignar la defensa de los recursos provinciales ni del rol del Estado. Esa postura ordenó buena parte del discurso oficial y también condicionó las reacciones del resto del sistema político local. El año puede leerse en distintos tramos, aunque todos estuvieron atravesados por la evolución de la figura presidencial. Cuando Milei tuvo momentos de fortaleza política, algunos espacios locales optaron por replegarse o por esperar. Cuando su imagen mostró desgaste, se reconfiguraron posicionamientos y aparecieron matices y diferencias más visibles. La política pampeana se meció, durante todo 2025, al ritmo de ese eje nacional, incluso en debates que, en apariencia, eran estrictamente provinciales. El peronismo y sus dilemas Dentro del peronismo, además de la defensa de la gestión, comenzó a tomar forma una discusión inevitable: la sucesión de Ziliotto en 2027. Ese debate, todavía incipiente, funcionó como telón de fondo durante todo el año en el juego interno. Hacia el cierre de 2025 ya se delineaban al menos tres figuras con proyección: la intendenta de General Pico, la vernista Fernanda Alonso; el intendente de Santa Rosa, Luciano di Nápoli; y el senador nacional, oficialista, Daniel Pablo Bensusán, quien terminó de confirmar sus intenciones sobre el final del año. Las elecciones nacionales fueron un punto de inflexión. Tuvo el tono casi de una ejecutiva. El clima político cambió de manera abrupta durante la campaña en pocas semanas, atravesado por el narcoescándalo, denuncias de corrupción y distintos giros políticos como el salvataje del presidente Trump, hasta desembocar en la jornada electoral del domingo 26 de octubre, con un triunfo contundente del espacio libertario a nivel nacional. Sin embargo, La Pampa se desmarcó: fue la única provincia del centro del país donde no se impusieron los candidatos bancados por Milei. Ziliotto capitalizó el resultado como una validación política y lo proyectó de inmediato hacia el debate sucesorio, dejando en claro que tendrá como uno de los dueños de la lapicera un rol central en la definición de candidaturas y que no descarta una interna abierta. El peronismo pampeano no quedó al margen de la crisis y fragmentación del peronismo nacional. Esa situación se reflejó en las tensiones internas cuando se definieron autoridades partidarias y Di Nápoli quiso anticipar su jugada hacia 2027 y quedó casi en solitario. También se mantuvo la presión del sector referenciado en el ex gobernador Carlos Verna, cuyos legisladores a lo largo del año buscaron condicionar a la gestión provincial desde distintos frentes, boicoteando la elección legislativa o denunciando la licitación de El Medanito. Incluso el ex mandatario llegó a hacer declaraciones mientras se votaba y que tuvieron como blanco a la gestión provincial. En paralelo, Ziliotto fue pasando de las arremetidas a la cautela. Con una caja equilibrada pero ajustada, el gobierno avanzó en una administración prudente de los recursos, mientras sostenía reclamos judiciales contra la Nación por fondos retenidos. La promesa de restitución parcial de recursos previsionales fue leída como un logro político hacia el cierre del año, en un escenario general de fuerte restricción financiera. La reconfiguración antiperonista La oposición antiperonista también atravesó un proceso de reconfiguración. El radicalismo expuso en la primera parte del año las tensiones internas entre un sector con fuerte anclaje territorial representado por los intendentes, críticos a un alineamiento con los libertarios, y otro más proclive a una alianza sin condiciones con esos sectores referenciado en los celestes. Tenían un candidato natural para diputado nacional en Martín Berhongaray, pero que prefirió desmarcarse de cualquier responsabilidad, y la baja debilitó al partido en la contienda. Los intendentes, ante el bochornoso cierre, impulsaron a Federico Guidugli, presidente del partido, que poco pudo hacer ante la ola violeta. Esto marcó el tono partidario de la última parte del año: el resultado dejó en claro que debe haber alianza en 2027 con los libertarios. Pero la disputa será cómo y bajo qué condiciones. La elección de autoridades partidarias, sobre el final del año, reflejó un equilibrio inestable entre ambos espacios que se repartieron los cargos. Berhongaray avanzó un casillero, pero no tiene un cheque en blanco. La Libertad Avanza, por su parte, creció de la mano de la figura presidencial. Sin una estructura provincial, de la que carece, el espacio funcionó como una extensión del liderazgo presidencial, con un capital electoral fuerte pero con escaso desarrollo territorial. Envalentonado, su representante Adrián Ravier pasó de mostrarse como el próximo candidato a gobernador opositor a ver que la realidad en la provincia le pone límites a sus aspiraciones. De cara a 2027, que LLA haya logrado un diputado con la foto del presidente como única fortaleza será clave para entender cómo se ordena la competencia en el campo opositor. Mientras, el PRO terminó claramente relegado, absorbido en los hechos por el armado libertario, con un rol secundario y con dificultades para retener un electorado que puede migrar hacia opciones más nítidamente alineadas con Milei, en parte producto de su desintegración nacional. Igualmente, será un aliado con el que contar a la hora de las definiciones para volcar la balanza hacia un lado u otro. Todo indica que 2026 será un año políticamente corto. Con la posibilidad de un adelantamiento de las elecciones provinciales de 2027 a mayo para despegarlas de las nacionales, como ocurrió en las dos últimas ejecutivas, las definiciones comenzarán antes de lo habitual. Las precandidaturas deberán estar en marcha hacia fines del próximo año y la tensión entre oficialismo y libertarios seguirá marcando la agenda. La política pampeana entra así en una etapa donde el calendario se acelera y donde las disputas de fondo ya dejaron de ser futuras para convertirse en presentes.
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