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  • Falleció Brigitte Bardot, una leyenda del cine francés que dinamitó la representación sobria y contenida de la mujer

    » Agencia Nova

    Fecha: 28/12/2025 15:26

    Brigitte Bardot murió este domingo a los 91 años dejando detrás una de las trayectorias más deslumbrantes y, a la vez, más controvertidas de la historia del cine europeo. Ícono absoluto de la liberación sexual en la pantalla, símbolo de una Francia moderna y provocadora, su vida pública terminó marcada por el activismo radical, los escándalos judiciales y declaraciones que erosionaron de manera profunda su legado. Ha fallecido la mítica actriz francesa Briggite Bardot a los 91 años. LaCopia35mm (@copia35mm) December 28, 2025 Un auténtico mito del cine europeo y mundial, fue una de las mujeres más bellas y sensuales del séptimo arte. Y quizás la figura más popular del cine frances. Descansa en paz, B.B. pic.twitter.com/5lHvFxt8rC Bardot fue, antes que nada, una ruptura. En la década de 1950 dinamitó la representación sobria y contenida de la mujer en el cine para encarnar una sexualidad libre, frontal y desprovista de culpa. Bastaron dos escenas para sellar su lugar en la historia: el mambo febril y descalzo en un restaurante de Saint-Tropez en Y Dios creó a la mujer (1956) y el monólogo desnudo con el que se abre El desprecio (1963), de Jean-Luc Godard. El bikini, el deseo femenino y el cine francés entraron juntos en el imaginario global. Sin embargo, aquello que la convirtió en un fenómeno mundial también fue una condena. Comercializada sin piedad como símbolo sexual hedonista, Bardot terminó detestando la imagen que la industria construyó sobre su cuerpo. Su ambición de ser reconocida como una actriz seria chocó una y otra vez contra una fama que reducía su talento a su desnudez. Agotada y desencantada, abandonó tempranamente una carrera exitosa para volcarse, desde 1973, a la defensa de los derechos de los animales. Nacida en París el 28 de septiembre de 1934, Brigitte Anne-Marie Bardot creció en una familia rica, católica y estricta, marcada por la disciplina y el control. Mientras París era ocupada por las tropas alemanas, ella pasaba horas bailando en su casa. El ballet fue su primera vocación y durante años pareció su destino. Pero a los 15 años, asfixiada por una vida que sentía claustrofóbica, buscó otra cosa: la plenitud de ser yo misma, diría más tarde. El salto llegó con una portada de Elle. Su cabello largo, su cuerpo atlético y su aire juvenil rompían con los cánones de la moda de la época. A los 16 años ya era la chica de portada más famosa de París. Fue entonces cuando apareció Roger Vadim, su mentor, amante y primer marido, quien moldeó con ambición y oportunismo la figura que el mundo conocería como BB. Y Dios creó a la mujer la transformó en un escándalo internacional. En Estados Unidos, acostumbrado a heroínas castas y sonrientes, el personaje de Bardot resultó explosivo: una mujer que perseguía su deseo con la misma libertad que los hombres. Simone de Beauvoir la elevó a la categoría de emblema de la libertad absoluta, mientras sectores conservadores denunciaban la película como depravada y lograban su censura en varios estados. Para el público, Bardot dejó de ser una actriz y pasó a ser el personaje. Su vida privada alimentó el mito: romances, infidelidades, divorcios. Ni siquiera la maternidad logró reconciliarla con ese rol. Rechazó su embarazo, se distanció de su hijo Nicolas durante décadas y terminó enfrentada a él en los tribunales, tras declarar que hubiera preferido dar a luz a un perrito. A comienzos de los años sesenta era la actriz mejor paga de Francia, una figura tan rentable que algunos la consideraban más valiosa para la economía nacional que la industria automotriz. Pero la frustración persistía. Aunque trabajó con directores de prestigio y dejó una actuación celebrada en El desprecio, su filmografía fue irregular. Paralelamente, incursionó en la música junto a Serge Gainsbourg, con quien grabó la provocadora Je taime moi non plus, que ella misma pidió mantener en secreto. El retiro del cine no significó el silencio. Convertida en activista, Bardot volcó su energía a causas animales con una dedicación feroz. Vendió joyas y recuerdos para financiar su fundación, denunció la caza de focas, el consumo de carne de caballo y las prácticas de sacrificio animal en distintas culturas. Pero su discurso fue mutando hacia posiciones cada vez más agresivas. A partir de los años noventa, sus declaraciones homofóbicas y racistas la llevaron reiteradamente a los tribunales. Criticó la inmigración, atacó a musulmanes y judíos, insultó a homosexuales y defendió abiertamente a la extrema derecha francesa, alineándose con Marine Le Pen. Las multas se acumularon y su figura pasó del mito al problema público. En 2008, un fiscal llegó a declarar que estaba cansado de acusarla. Paradójicamente, en los años sesenta Bardot había sido el rostro oficial de Marianne, el símbolo de la libertad francesa. Ella misma encarnó durante un tiempo esa idea: belleza, modernidad, rebeldía. Pero su final estuvo lejos de ese ideal. Casada con Bernard dOrmale, ex asesor de Jean-Marie Le Pen, vivió sus últimos años como una semi-reclusa, atrapada entre la defensa animal y las causas judiciales por incitación al odio. La muerte de Brigitte Bardot cierra una vida tan intensa como incómoda. Fue una figura que cambió para siempre la forma de mirar a la mujer en el cine, pero también un recordatorio de cómo los íconos pueden volverse prisioneros de sus propias contradicciones. Entre la liberación y el rechazo, entre el mito y la polémica, su historia sigue siendo inseparable de las tensiones culturales del siglo XX.

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