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  • Balance de las emociones: lo que el año nos hizo, no todo cierre es un final

    » Mdzol

    Fecha: 28/12/2025 03:14

    El calendario marca el cierre, pero las emociones no obedecen al 31 de diciembre. Mientras los balances contables se miden en logros, hay otro balance(el íntimo, generalmente silencioso) que define cómo finalizamos un año y fundamentalmente, cómo nos afectó. El psicoanálisis invita a mirar esos movimientos invisibles que transforman, aún cuando nadie los celebra. Un año termina pero los finales no siempre coinciden con una fecha. A veces ya estamos en otro capítulo y ni cuenta nos dimos. A veces continuamos con lo mismo aunque atrás se haya bajado el telón. El psicoanálisis propone una idea simple pero muy poderosa Lo que cierra es lo que pudo tramitarse. Y no siempre sucede en diciembre. En esta época nos preguntan cómo nos fue, como si la vida misma rindiera cuentas afuera. Pero el verdadero interrogante es ¿qué nos tocó? ¿qué nos cambió? ¿qué sigue insistiendo? Es que no recordamos números, sino marcas afectivas. Lo que hace huella en nosotros. Lo que el año nos hizo no puede resumirse en una frase: hay tiempos que nos movieron de lugar. Pérdidas que dejaron huecos pero asimismo enseñanzas. Encuentro que trajeron aire nuevo, lugares para respirar. Límites que no sólo pudieron decirse sino llevarlo a un cambio, un antes y un después, el valor del acontecimiento y que nos permitió experimentar fortalezas que no sabíamos que teníamos. El reloj avanza para todos pero el tiempo psíquico tiene sus propias leyes porque un duelo congela el almanaque; un amor lo acelera; la angustia sólo densifica pensamientos. Cerrar un año no es haber logrado todo sino reconocer lo que pudimos, incluso en la fragilidad. Cuando aparece el deseo, ahí se juega la transformación porque todo cambio cuenta, porque hablar ya es movimiento, porque por ahí podemos celebrar. Siempre hay preguntas para hacerse - ¿Qué deseo apareció este año y merece continuarse en 2026? - ¿Qué vínculo quiero cuidar? - ¿Qué ya no me pertenece? - ¿Dónde quiero estar? Porque hay finales que son el comienzo de otra versión de uno mismo. Duelos que abren puentes. Despedidas que liberan. Un buen año no es el que cumplió metas, sino el que nos permitió seguir deseando. No se trata de tachar con bronca lo que dolió, ni de maquillar con optimismo lo que no fue. Se trata de dar lugar a lo vivido incluso a lo que preferiríamos olvidar. En tiempos argentinos, también implica reconocer el cansancio emocional que genera la incertidumbre económica desde hace años, los cambios de reglas, las tensiones políticas. Todo ello se siente en el cuerpo: en el sueño que falta, en la preocupación que aprieta el pecho, en la irritabilidad por nada, en promesas que nunca llegan a concretarse. Nuestro bienestar fluctúa A diferencia de los mercados, las emociones no se estabilizan por decreto. Lo que sí está en nuestras manos es abrir un espacio, por pequeño que sea, para revisar el propio recorrido, celebrar lo que resistió y reconocer lo que aún duele. Quizás el mayor balance que podemos hacer sea este: a pesar de todo, continuamos deseando, amando. Planeando encuentros, proyectos. En un país donde la esperanza resiste a la recesión, creer en el porvenir (no de una ilusión), es una salida posible. Queridos lectores: un 31 de diciembre se levanta como ritual. Contamos hasta que se hagan las cero horas del primero y volvemos a apostar. No es un final ni un principio solamente. Es apenas una coma en la frase de nuestras vidas, de nuestro relato, de nuestra propia ficción. Brindo con Uds. entonces por lo que vendrá y por lo que logramos llegar hasta acá. * Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.

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