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» La Prensa
Fecha: 28/12/2025 02:12
POR MIGUEL A. SILVA La risa más triste Por Mariana Marx Planeta. 128 páginas ¿Puede la alegría ser triste? ¿Puede uno reírse en vez de llorar? Mariana Marx nos dice que sí. Que la vida, con sus sombras y sus luces, no es blanca ni negra, es gris. Por eso uno puede llorar de alegría o reír de tristeza. Porque no hay absolutos. Hay matices. Y como todo matiz, no es un color puro sino un color contaminado. Y los matices son tan infinitos como las emociones humanas. Y las emociones humanas siempre están contaminadas. Para bien y para mal. Los personajes que desfilan en La risa más triste caminan por esa delgada línea que separa los triunfos de los fracasos; los amores de los desamores; los encuentros de las ausencias, en definitiva, las alegrías fugaces de las tristezas más devastadoras. La vida es eso: un frágil equilibrio entre la razón que uno pone con la cabeza y la emoción que brinda desde el corazón. Cada una de las 18 historias que integran el último libro de cuentos de Mariana Marx, es asomarse a esa parte de la existencia, cotidiana y rutinaria que está atiborrada de pliegues que la hacen tan imperfecta e impredecible. ¿Cómo reaccionar ante la traición de un amigo? ¿Cómo sobrellevar el abuso de un familiar? ¿Cómo protegerse del sarcasmo de un grupo de conocidos? Mariana Marx nos brinda un método: practicar la risa como elemento catártico, como un antídoto para atenuar el veneno de una realidad dispuesta a enfermarnos con sus miedos, sus fobias, sus silencios, sus insomnios, sus dependencias, sus inseguridades y sus vaivenes afectivos. Una risa triste, sí, pero también con ese otro costado que también existe y es el que nos mantiene cuerdos: la esperanza. Un día impregnado de perfumes, una mañana soleada, un cielo con nubes y pájaros, el olor a café o a leña quemada, el ruido del mar, el viento tonificante, son elementos externos y esperanzadores que en la prosa de Mariana Marx adquieren un simbolismo perfecto que equilibra, en parte, tantas asperezas que nos inunda en el día a día. Una manera de suavizar las peripecias del personaje principal que en cada relato tiene que enfrentarse a tantos demonios internos. La característica de la narrativa de Marx son sus silencios. Y, paradójicamente, son los más ensordecedores. Cuando sus personajes callan, gritan. Cuando el relato termina, en realidad empieza. Cuando nos encontramos con una pausa en la acción, generalmente una bucólica descripción del escenario, es cuando la tensión se hace insostenible. Como en la teoría del iceberg, cada cuento tiene por debajo una historia sumergida que la potencia y que hay que saber leer entrelíneas. Por eso los diálogos son tan importantes, porque en esos intercambios de palabras se hallan todos los conflictos latentes, todos los planes absurdos, todas las confesiones hirientes y todos los defectos de clase y condición social que enarbolan algunos de los personajes. La autora no victimiza a sus criaturas, no las prejuzga, no las compadece, no las condena ni las felicita. Lo que hace, y eso es lo valioso y trascendente, es que las muestra a través de un lente aséptico y objetivo. Y lograr eso, en donde las emociones juegan un papel fundamental, es un logro enorme. DOS MUNDOS Hoy en día, en donde las redes sociales y las comunicaciones virtuales son algo normal, uno pensaría en un mundo frío y distante. La escritora tiene la habilidad de unificar estos dos mundos: el real y el virtual y teñirlo de la emoción más pura y genuina. Todos sus personajes viven por y para las aplicaciones de red, las video llamadas, los mensajes de texto, los audios, las imágenes digitales y los archivos del ciberespacio. Así y todo, estos elementos futuristas son herramientas que utiliza para demostrar cuán vulnerables, emocionalmente hablando, se encuentran sus personajes. La risa más triste es un claro ejemplo de cómo lograr cuentos viscerales sin caer en el exceso, de presentar historias demoledoras que están debajo de la historia principal, de exponer relatos que nos interpelan a llenar los huecos vacíos y los finales abiertos.
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