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Concordia » Concordia Directo
Fecha: 27/12/2025 14:00
En la historia argentina hay hombres que no encajan en moldes simples. No fueron solo militares ni meros testigos: fueron actores centrales de un tiempo turbulento. Don Manuel Francisco Santiago de Olazábal es uno de ellos. Su vida recorre, casi sin pausas, la Revolución, la Independencia y las guerras civiles del siglo XIX, dejando además un legado escrito que hoy resulta invaluable. Un niño soldado de la Revolución Manuel de Olazábal nació en Buenos Aires el 30 de diciembre de 1799, cuando el Virreinato del Río de la Plata aún existía. A los 13 años ingresó al Regimiento de Granaderos a Caballo, creado por José de San Martín. La urgencia revolucionaria hacía posible lo impensable: la infancia se acortaba y la historia empujaba. Participó tempranamente en el sitio y toma de Montevideo, una de las primeras grandes acciones armadas del proceso emancipador. El Ejército de los Andes y la confianza de San Martín Olazábal formó parte del Ejército de los Andes, columna vertebral del plan continental sanmartiniano. Combatió en Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú, Talcahuano, el Gavilán y el Bío-Bío, batallas decisivas para la independencia de Chile. Su desempeño lo llevó a ocupar un lugar excepcional: fue teniente y jefe de la escolta personal de José de San Martín. No se trataba solo de una función militar, sino de confianza absoluta. San Martín no elegía escoltas al azar. Esa cercanía trascendió lo profesional: San Martín fue padrino de su boda, un gesto íntimo y simbólico que revela la profundidad del vínculo entre ambos. Masonería: ideas, disciplina y proyecto Como muchos oficiales revolucionarios de su generación, Manuel de Olazábal fue iniciado en la masonería, una institución que en el Río de la Plata funcionó menos como sociedad secreta y más como red política, intelectual y ética. La masonería de comienzos del siglo XIX promovía: - la libertad de los pueblos, - el rechazo al absolutismo, - la disciplina moral, - y la idea de un proyecto emancipador continental. San Martín fue una de sus figuras centrales, impulsor de logias como la Logia Lautaro, orientadas explícitamente a la independencia americana. Olazábal compartió ese marco ideológico, que explicaba no solo la estrategia militar, sino también una forma de entender el poder, el honor y el deber. Lejos del mito conspirativo, la masonería fue para estos hombres una estructura de confianza en tiempos donde la traición era moneda corriente. El vínculo entre San Martín y Olazábal se apoyaba tanto en la experiencia de guerra como en una comunidad de valores. De la independencia a la guerra permanente La independencia no trajo paz. Olazábal combatió en la Guerra contra el Imperio del Brasil, fue capturado tras Ituzaingó, intercambiado, y volvió a las armas en las guerras civiles argentinas. Sirvió junto a Juan Lavalle, participó en la batalla de Navarro y alcanzó el grado de coronel. Peleó en la Banda Oriental bajo Fructuoso Rivera, estuvo en Cagancha, en el Litoral, y en la defensa de Montevideo durante el sitio de Manuel Oribe. Entre Rosas, oposiciones y contradicciones Su trayectoria refleja la complejidad del período. Fue reconocido como coronel por Juan Manuel de Rosas, pero más tarde se alineó con fuerzas opositoras. Fue comandante, negociador, defensor de plazas estratégicas como la Isla Martín García, y testigo directo de una Argentina fracturada. Tras Pavón, su vida militar comenzó a apagarse, como la de tantos veteranos de una guerra que nunca terminaba. El soldado que escribió En el retiro, Olazábal hizo algo excepcional: dejó testimonio escrito. Publicó memorias y ensayos históricos donde defendió la figura de San Martín, relató campañas y polemizó con versiones oficiales, especialmente desde Chile, sobre la independencia y los hermanos Carrera. Sus textos no son neutrales ni pretenden serlo. Son la voz directa de un protagonista, con pasiones, heridas y convicciones. Últimos años y legado Vivió parte de sus últimos años en Gualeguaychú, luego regresó a Buenos Aires, donde murió el 19 de julio de 1872. Fue enterrado en el Cementerio de la Recoleta, junto a otros hombres que forjaron el país. Un hombre de la Revolución Don Manuel de Olazábal no fue un prócer inmóvil. Fue soldado, masón, testigo y narrador de una época brutal y fundacional. Su vida permite entender que la independencia no fue un acto aislado, sino un proceso largo, sangriento y humano. En su historia se cruzan las armas, las ideas y la lealtad a un proyecto mayor: la emancipación americana.
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