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  • Las Fiestas con autismo: cuando la cuenta regresiva se vuelve una película de terror

    » Los Andes

    Fecha: 23/12/2025 15:46

    Cada fin de año, con la llegada de las Fiestas, mientras todos se preparan para compartir con otros la celebración, lo que es un festejo anhelado para la mayoría, para muchos, con los mismos derechos, se transforma en un momento insufrible. Sienten la pirotecnia como si fueran bombas. Un pedido desgarrador para que la celebración sea para todos. Los artefactos sonoros están prohibidos en Mendoza. Cada fin de año, con la llegada de las Fiestas, mientras todos se preparan para compartir con otros la celebración, lo que es un festejo anhelado para la mayoría, para muchos, con los mismos derechos, se transforma en un momento insufrible. Es que las personas que tienen una particular sensibilidad a los estímulos sensoriales, como quienes tienen autismo, viven estos momentos de manera dramática y, con ello, también sus familias. En particular en esta época vuelve a ponerse en agenda la situación de quienes tienen trastorno del espectro autista, una condición que a la mayoría de ellos -aunque no a todos- los hace particularmente sensibles a los sonidos, y para quienes la pirotecnia son como “bombas”. Por eso, mientras muchos eligen festejar con ruidos y luces, ellos transitan este momento con verdadero sufrimiento. Esto pese a que en Mendoza, el uso de pirotecnia sonora está prohibida por el artículo 74 del Código Contravencional. Aunque la solicitud de que se deje de usar pirotecnia sonora, de que se festeje de otro modo, se repite año tras año, se avanza lentamente hacia la toma de conciencia y la costumbre persiste en muchos sectores. Y, tal cual señalan desde las organizaciones que nuclean al colectivo, aunque se concentra a fin de año, también sucede en otros eventos y momentos. Es difícil comprender cómo se celebra ajeno al sufrimiento, cuando cada vez que se enciende algún artefacto hay alguna persona desesperada, animales verdaderamente atormentados por la misma sensibilidad, que se pierden de sus familias, e incluso hasta aves que colapsan y mueren. Quizás hay que intentar ponerse un momento en la piel de estas personas y es a lo que apunta esta nota y las voces que reúne. La cuenta regresiva hacia las 12, que para la mayor parte de la población es un momento que genera gran expectativa, para las personas con autismo y sus familiares, es la cuenta regresiva hacia un momento de crisis. Es que en vez de recibirlas con el resto de su familia, deben permanecer aislados, con auriculares, apartados de la celebración, con gritos, descomposturas, taquicardia y llanto, por mencionar algunas situaciones. Muchas familias deben cambiar hábitos y elegir aislarse, pasarlas solos, Como consecuencia, esto implica que la libertad de los “festejantes” impacta en sus propios derechos y libertades. “Hola, soy Benicio, tengo doce años y soy sensible”, comenzó su relato. “Me afectan los ruidos y la gente con gritos por el festejo de Navidad y los petardos, me afecta por su gran explosión, por lo que provoca en el oído y el estómago”, cuenta. Tras la intención de poder poner más en palabras lo que le pasa en esas situaciones, detalla: “Las explosiones me causan como una sensación de miedo, por el peligro que siento, también me causan dolor de oído y quiero estar seguro en mi casa, tranquilo”. Por eso pide y casi implora, como el resto de los chicos y familiares consultados: “Por favor, no hagan todo un caos en el festejo, y eso es todo. Gracias”. En la casa de Tiago Medina la cosa puede ponerse más compleja. Es que él tiene autismo y su hermana, Tania, también. “Les quiero contar cómo nos sentimos en Navidad, cuando todos usan pirotecnia”, comienza su relato. “A mí me gustan mucho las fiestas, y me gustaría poder estar con mi familia, decoramos la casa y nos queda muy lindo, hasta la chimenea le hacemos a Papá Noel, pero cuando llegan las doce de la noche, empiezan las bombas”, avanza en la crónica de un momento que transforma las fiestas en algo para el olvido. “Mi hermana empieza a gritar y a apretarse las manos muy fuerte, llorando, y yo empiezo a llorar porque me duele mucho la cabeza, y mis oídos hacen un sonido muy fuerte que no me deja pensar, y empiezo a correr. Mi mamá nos encierra en la pieza y nos ponemos los auriculares, esperando hasta que terminen de divertirse con las bombas. Yo me pongo muy triste porque no puedo estar afuera de la pieza y disfrutar con mi con mis tíos, abuela, hermanas y mi mamá. Y estar felices esperando a Papá Noel, que nos trae cosas muy lindas, pero eso no lo podemos hacer, ya que esperamos horas y horas, y luego salimos”, ilustra. Y es uno más en sumarse al pedido: “Por favor, les pido otra vez, no te diviertas con esas bombas, así como yo o la Tania, hay otras personas que no pueden disfrutar de la Navidad. Le deseo mucho amor”, concluye. “A veces es difícil que los chicos te puedan expresar qué es lo que sienten (...) hay una crisis de ansiedad, angustia, el estrés o tensión pueden derivar en dolor de cabeza, palidez, sudoración y vómitos en chicos con migrañas”, explica el doctor Javier Adi, neurólogo pediatra especializado en autismo. En este sentido, dice que hay que remitirse a la descripción de esta condición que implica manifestaciones tan diversas que por eso se habla de “espectro”. Explica que el autismo conlleva un trastorno en la comunicación, en la interacción social, conductas repetitivas y trastornos neurosensoriales. En relación a eso, todos los sentidos están exacerbados, su umbral es más bajo que lo normal para diferentes estímulos, destaca. Es por eso que contó que, por ejemplo, tienen mucha memoria visual, recuerdan lugares y caminos y mucha sensibilidad táctil, por lo que puede mostrarles la ropa o andar descalzos. Lo mismo sucede con la comida, que puede ser un verdadero desafío por los colores y texturas. Pero en particular, la hipersensibilidad auditiva es lo que los afecta especialmente en cuanto al tema que nos convoca. “Suelen tener sensibilidad auditiva, para bien y para mal. Muchos chicos a los que les molestan los ruidos, después son muy buenos con la música o con el idioma, porque lo hacen muy fácil”, explica el lado positivo. “Pero cuando el ruido es muy fuerte, puede ser una licuadora, una moto, la pirotecnia u otro, los sorprende, los aturde, eso los altera, los irrita, genera una angustia que puede ir de un llanto o taparse los oídos, o esconderse, hasta tristeza o pánico”, comenta. Incluso dijo que si viven una situación muy crítica, les queda eso en la memoria y cuando se va a repetir una situación similar entran nuevamente en esa crisis, hasta en pánico o no quieren repetir la vivencia, como ir a la cancha. Agregó que el tema de la pirotecnia se suma a otras situaciones de estímulos que hacen que las fiestas se vuelvan un momento muy difícil a veces para ellos como la reunión de muchas personas, muchos ruidos, música fuerte, o el problema de la comida. “A estas fechas llegamos con miedo, no esperamos diciembre lamentablemente, porque es un caos, lo vivimos como un trauma, si bien contamos con información, con herramientas y un equipo de terapeutas, no ha funcionando y su sensibilidad aumenta”, contó Cecilia González, mamá de Benicio. Dijo que en el caso de su hijo llega a provocar crisis, colapsos sensoriales, náuseas y vómitos. Además, él tiene diagnóstico de epilepsia y muchas veces, durante estos festejos, ha terminado con crisis epilépticas. “Su sistema nervioso no puede procesarlo y realmente entra en un caos, colapsa, su cuerpo, su mente, como familia también, son fechas realmente muy sensibles para nosotros”, mencionó. Agregó que su hijo colapsa, siente dolor, confusión, miedo y eso no se va con decirle que no pasa nada. Ni siquiera es suficiente el encierro. Dijo que Benicio espera con mucha ilusión la fecha, “Él espera su regalito, una cena tranquila en familia, la llegada de Papá Noel, pero lamentablemente todos años años pasa lo mismo y para nosotros como familia es muy triste, muy doloroso (...) lo que nosotros pedimos no es por capricho, lo que hacemos no alcanza y no es justo, tengamos el derecho todos de que las en las fiestas podamos pasarla bien” “Thiago es la voz también de su hermana y de tantas otras personas que viven esto”, asegura Cintia, su mamá. Por eso pide a la gente que se divierta de otro modo y les desea a todos mucho amor, sin perder la esperanza de que algún día, “podamos empezar a ver al otro”. “Pido que se diviertan sin esas bombas, como dice mi hijo, para que ellos por fin puedan estar afuera de la pieza, sin auriculares, disfrutando con su familia, esperando a Papá Noel, porque tienen toda esa ilusión, él ha hecho la cartita, como siempre lo hace, pero el año pasado empezaron “las bombas”, como él les dice, antes de las 12 de la noche, estaban vestidos muy bonitos los dos, y tuve que ir y meterlos a la pieza, y ahí nos encerramos por horas y esperar hasta que se terminó toda la diversión de los demás”. Cecilia contó que llevan muchos años tratando de concientizar, hablar con vecinos, con el municipio, para que contemplen esta situación y sean empáticos. Cuenta que recién cuando terminan las fiestas vuelven a recuperar la calma: “Nosotros lo vivimos como enfrentar una guerra, estamos cansados, no rendidos, no nos vamos a rendir nunca”.

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