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Parana » AIM Digital
Fecha: 20/12/2025 12:07
Iván era un empleado bancario en un país lejano al que visitaba periódicamente para incorporarme al mercado laboral local, a decir verdad, entendía muy poco de lo que me explicaba en términos administrativos. Después de tantas visitas sin embargo, el diálogo se hizo más cercano –quizás exista una especie de entendimiento que viene simplemente de la aceptación–, así fue que a pesar de las barreras idiomáticas, un día de tantos probablemente cansado él de mi ignorancia, me contó una anécdota. Era una historia personal, personalísima. A pesar de la entonación plana de su voz y lo plano de su rostro, se sentía doliente. Por Natalia Cabaña, Licenciada en Comunicación Social. Se trataba de su hermano quien había partido a la Argentina en la década del '80 escapando de los conflictos armados de su propio país (la ex Yugoslavia): "Era una noche lluviosa de mucho frío y viento -relató-, escuché a mi madre saltar de la cama, me llamaba, y mientras se dirigía corriendo a la puerta, gritaba 'tu hermano volvió'. Yo también corrí; cuando llegamos abrimos la puerta, no había nadie, sólo lluvia. Mi hermano –su hijo– no estaba ahí". Después de un silencio profundo en el que no me animé a decir palabra, me miró apenas y entre papeles del banco concluyó: "nadie escapa de su propia guerra". No fueron esas exactamente las palabras porque no era el idioma, pero a mí se me hizo todo muy cierto. Finalmente la historia era simple: su hermano había desaparecido en Argentina; en un momento en que otros miles desaparecían en nuestro país, coincidencia o no, ese día quizás ese hijo sí golpeó la puerta de su madre bajo la forma en que sólo las madres pueden comprender, nunca más lo vieron, ni tuvieron noticias. Iván, me devolvió con su propia historia parte de mi patria, una parte no tan amable, y lo hacía como en espejo por el sólo hecho de ser argentina. Sentí que en el fondo era una porción, una parte del reclamo. Entendí entonces que cada detalle conforma una trama, entendí también que sólo la retrospectiva permite leer el presente y que la memoria no es el recuerdo sino un ejercicio privilegiado del lenguaje del que estamos hechos y que nos conforma de manera vívida y permanente, es justamente el intento por llenar esa falta. De ahí que cada tanto cuando se nos cruza una efeméride, nos duele; y es ahí donde por supervivencia, ignorancia o idiotez, nos auto-convencemos que son apenas fechas en el calendario, puro pasado. Somos tentados a caer una y otra vez en la trampa del olvido. Yo también tuve mi 20 de diciembre, el cercano que me devuelve a mi padre y el colectivo, el 20 de Diciembre de 2001. Heme aquí como lo recuerdo... caminaba por las calles del barrio, era el fin de mi secundaria, un quinto año de federales, privaciones, sin viajes ni grandes festejos; sonaba en las veredas la radio anunciando el toque de queda. Lo que había sido una clase de Ética Ciudadana de pronto se había convertido en kit de primeros auxilios: correr a casa, buscar refugio, recordar los derechos y garantías, quedarse en el molde, confirmar paraderos de propios y extraños, prender la tele y tratar de entender que lo que aparecía un caos no era sino un síntoma de una larga enfermedad: la manía perpetua del ocultamiento, la explotación del asalariado y la persecución inalcanzable de una rentabilidad idealizada. El entendimiento claro está no fue automático, vino con los años y con los otros, con la Universidad y el pensamiento crítico, con las políticas de recuperación de Memoria, con los testimonios de extraños como Iván, con la búsqueda de respuestas a las mismas preguntas. Recuerdo al filósofo y docente Gustavo Lambruschini, explicar en clases el modo de Producción, el Capital, el liberalismo, el anarquismo, el Argentinazo. La distancia a los hechos no era tanta, el tiempo agiganta algunos elementos, y a otros los contrae. Lo que parecía una explosión era no obstante el punto de ebullición de un proceso de deterioro de la sociedad argentina de varias décadas de gestación, el golpe militar, el dolor, la recuperación de una democracia en disputa, el agotamiento del modelo de la convertibilidad, el blindaje, el megacanje, el desempleo, la precarización, la pobreza, el corralito, los cacerolazos, el hambre, la represión desmedida e ilegítima, la huida en helicóptero de un presidente en ejercicio (Fernando De La Rúa) y un sin fin de protoelementos. Todos ellos abonando una crisis de representación política, económica y social sin precedentes que terminaron en muerte y destrucción de la matriz social. Foto: Autor Carlos Barria / Movilizaciones populares del 19 y 20 de Diciembre de 2001, ciudad de Buenos Aires, 20 de Diciembre de 2001. Parte de la Colección “Memoria en Movimiento” Por esto mismo, el 20 de Diciembre no es una fecha más, sino un punto nodal en la construcción discursiva sobre los Derechos Humanos en la Argentina por lo episódico y por lo sintomático. Entonces ese joven, el de la foto que ilustra este ensayo, podría ser como el hermano de Iván, parte de la historia que se repite inevitablemente “como comedia o como tragedia”. Sin embargo, es justamente este movimiento cíclico el que nos permite aunque más no sea por una fracción de segundo hacer algo distinto porque nadie escapa de su propia guerra ya que todos tenemos nuestro 20 de diciembre.
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