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» Clarin
Fecha: 19/12/2025 14:39
Por Flavio Fama, Senador Nacional La Argentina comienza a transitar una nueva etapa de estabilización y orden macroeconómico, y en ella emerge con fuerza un interrogante central: cómo enfrentar el desafío del crecimiento. La respuesta no es sencilla, pero sí hay evidencia suficiente para entender por dónde pasará el crecimiento en los próximos años: por un lado, el complejo minero-energético, altamente capital intensivo y con capacidad para atraer inversiones de magnitud; y, por el otro, los servicios tecnológicos y del conocimiento, un sector donde el insumo crítico es el capital humano calificado. Ambos sectores cuentan con marcos regulatorios y leyes de promoción específicas, herramientas que —combinadas con instrumentos como el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) y un nuevo escenario de cooperación económica con los Estados Unidos— configuran una ventana de oportunidad inédita. En este contexto, no sorprende que exista un intenso debate público en torno a temas sensibles como la Ley 26.639 de Glaciares, impulsado a partir de un evento organizado por las comisiones de Minería de la Cámara de Diputados y el Senado de la Nación el pasado 10 de septiembre, en donde todos los actores políticos, gubernamentales y empresarios coincidimos en emprender esta discusión pendiente, que está directamente vinculada con la estabilidad jurídica y la previsibilidad económica. Es hora de que la política se ponga los pantalones y abandone discusiones doctrinarias estériles que nos retrasaron 20 años, y de una vez pueda existir verdadero desarrollo, corrigiendo asimetrías que deberían avergonzarnos: provincias pobres con enorme potencial en recursos naturales. Acompañan a la discusión minera las propuestas de privatización de las centrales hidroeléctricas, o la venta del 44% de las acciones de Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA), responsable de operar Atucha I, Atucha II y Embalse. Tampoco pasan inadvertidas las enormes expectativas sobre Vaca Muerta, ni las inversiones crecientes en sectores estratégicos que serían los grandes beneficiarios del RIGI. Hoy esto configura un escenario en plena expansión. La discusión de fondo, sin embargo, trasciende lo regulatorio: hoy el país debe decidir cómo convertimos esta oportunidad en bienestar futuro, cómo transformamos recursos naturales y talento en trabajo, innovación y progreso. Para ello, se necesitan dos recursos fundamentales: consensos amplios y liderazgos claros, capaces de administrar una buena gobernanza. Pero ningún proceso de desarrollo será sostenible si seguimos postergando un tema decisivo: la educación. Sin dudas, el gran insumo social que determina el éxito o el fracaso de una Nación. Sin educación de calidad no habrá capital humano para la economía del conocimiento ni profesionales calificados para la industria energética y minera que aspiramos a impulsar. Cabe preguntarse si hoy la educación obligatoria —especialmente la técnica— y las universidades están enfocadas en este escenario: idóneos, técnicos, profesionales y científicos preparados para este gran desafío. No es solo presupuesto, es fundamentalmente visión. Lamentablemente, es una discusión ausente. Por eso creo que es urgente que se instale en la agenda pública de manera didáctica, comprensible, sin desconocer su complejidad, pero acercándola a la ciudadanía. Argentina tiene una oportunidad histórica. Depende de nosotros, de nuestra madurez y de nuestra visión, aprovecharla.
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