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» Clarin
Fecha: 18/12/2025 08:42
Quise elegir libros que pudieran abrir la lectura en varias direcciones a la vez y con los que creo compartir la búsqueda de una imaginación ecoafectiva para el presente latinoamericano en la Argentina que los recibe: conexiones entre las especies y los entornos, conexiones de la literatura con la vida. Las niñas del naranjel (Random House), de Gabriela Cabezón Cámara, y Peregrino transparente (Sigilo), de Juan Cárdenas, nos llevan a episodios de la historia de América Latina (comienzos del siglo XVII en la selva paraguayo misionera y mediados del siglo XIX en la región de Colombia) para dejar atrás todos los documentos, hacerle una torsión total a la guerra colonial y entregarnos la felicidad de un pasado diverso en el que otras conexiones entre comunidades, cosmovisiones y creencias no sólo son posibles, sino también deseadas. Ninguna de las dos nos vuelve a contar otra vez lo que ya sabemos: que el extractivismo se instaló para siempre, que las comunidades indígenas han sido sometidas con violencia, que la biodiversidad está en extinción. Me gustan esas novelas, entre tantas otras que tratan explícitamente cuestiones históricas o ambientalistas como si fueran manuales, porque no renuncian nunca a la sofisticación compositiva, a los procedimientos, a la escritura inconfundible para desplegar una imaginación del pasado que nos alcanza en el presente, cuando los problemas son los mismos pero precisamos más que nunca activar prácticas de vida a la vez comprensivas y sensibles. Los cuatro ensayos que reúne La ligereza (Sigilo) acompañan y redimensionan la novela de Juan Cárdenas: nos hablan del arte, de su dificultad, de los valores en la literatura, de la liviandad de lo profundo, también de los sueños. Entre tantas conexiones, emerge el joven Diario de Alaska (Bosque Energético), de Lara Segade, que detrás del relato de vida y el ensayo, entre los territorios ajenos y lo animal, mezclando todos los tiempos, sondea la poesía como si fuera una forma o una revelación, igual que lo es un hijo o un deseo cumplido o un fallido o un monstruo. Y también, como Las niñas del naranjel y Peregrino transparente, con la ligereza cuidadosa que alza a la literatura más allá del libro y nos propone nuevas conexiones en y con los entornos que habitamos. Mirá también Mirá también Los libros del año en Ñ: paisajes y papeles de seda
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