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» Clarin
Fecha: 18/12/2025 00:33
A tres años del Mundial 2022 que consagró a Lionel Messi con el título más importante de su carrera y marcó para siempre a la Selección Argentina con su tercera estrella, Qatar sigue respirando el eco de aquella fiesta que transformó al país árabe en un escenario global. Entre estadios futuristas que hoy buscan nuevos usos, avenidas aún teñidas por la memoria celeste y blanca, y una infraestructura que intenta sostener el impulso de 2022, las puertas del desierto ofrecen un recorrido que permite medir cuánto quedó -y cuánto se disipó- de la Copa del Mundo en la que el capitán argentino tocó el cielo con las manos. Una marca albiceleste indeleble quedó en el Estadio Lusail, el escenario en el que la Scaloneta jugó la mayoría de sus partidos y, claro, donde se disputó la final más épica de la historia de los Mundiales, ante Francia. Todo luce impoluto, casi a estrenar. Tanto el césped, como las butacas, los mullidos sillones del sector VIP y las instalaciones de los vestuarios. Todo. Menos la pizarra que hay en la sala destinada al cuerpo técnico. Y ahí, Clarín pudo ver escrito un "¡Argentina!" que quedó inmortalizado en medio de garabatos y un "Hala Madrid" que refiere a la Copa Intercontinental 2024 que ganó la Casa Blanca. Ese fue uno de los poquitos eventos deportivos que albergó esta magnífica cancha con forma de canasto dorado, con capacidad para 88 mil espectadores. También se jugaron encuentros de la Copa Asia 2023 y de la Copa Árabe 2025. Sin dudas, su show más impresionante fue el que dieron Messi, Mbappé y compañía aquel 18 de diciembre de 2022, que se definió por penales en favor de la Argentina luego de la infartante igualdad 3 a 3 en tiempo suplementario. Así está el Estadio Lusail, a tres años de la final del Mundial. Foto: Clarín Los vestigios del campeón están por cada rincón de Qatar. Y en el Lusail, la Selección de Lionel Scaloni tiene su propio "altar". En el vestuario local, ese que utilizaron los muchachos argentinos, hay colgado un cuadrito con la foto del plantel levantando la Copa. Y en el locker que usó Messi se exhibe, eterna, una imagen del dorso de la camiseta celeste y blanca, con el apellido del capitán y el '10', foto obligada de todos los fanáticos en la visita guiada. Más allá de la idolatría por los jugadores, a los habitantes de esta tierra de Medio Oriente, sean qataríes o no, les dura el flechazo por la pasión y la locura que los hinchas argentinos regaron durante un mes en las canchas, en las calles y, sobre todo, en el mercado de Souq Waqif, escaparate de la cultura y la artesanía tradicional local, repleto de restaurantes, cafeterías y hoteles. Un paseo turístico que los fanáticos albicelestes eligieron como el lugar para los multitudinarios banderazos. Las réplicas de la Copa del Mundo, en todos los tamaños imaginables, son un souvenir destacado de cada tienda. Con entrar a algunos locales y hacer una simple recorrida basta para apreciar la inmortalidad de Messi en tazas, platos y hasta bolsas de tela. "¿Argentino?", preguntan los vendedores que ante la respuesta afirmativa comienzan a sacar todo el merchandising de Leo con la sonrisa petrificada en sus caras. Ser argentino en Qatar después del Mundial es ser una especie de celebridad. "Es como si al ver a un argentino por acá automáticamente se les volviera a la mente ese mes en el cual los argentinos le dieron vuelta el país en el buen sentido", comenta Franco Russo, un defensor central que juega en el Qatar SC de la Star-league qatarí. La entrada al Barrio Argentino de Qatar, en homenaje a la Selección y a sus hinchas. Foto: Clarín "Te subís a un taxi, decís que sos argentino y en seguida se da vuelta el chofer para sacarte conversación. Nos aman", explica su experiencia Majo, una argentina que se quedó a vivir en este país de la península arábiga después del Mundial y que supo trabajar para la Familia Real antes de conseguir un puesto en la embajada de Guatemala. "Yo trabajo en hotelería y cuando le digo a un huésped de dónde soy cambia 180 grados la conversación y pasa a ser el huésped el más interesado en saber todo de mí", dice Ricardo, quien también se vino a vivir a suelo asiático luego de la aventura mundialista en donde hasta fue invitado con sus amigos a la mansión de un jeque, que tenía un zoológico adentro. "Me pasa que me dicen muchos que quieren viajar para conocer la Argentina, están enloquecidos", agrega. Pedro Verde, entrenador de juveniles en el club Al Arabi, regala una anécdota personal: "Una vez tuve un choque y cuando a la Policía le dije que era argentino cambió el trato, me llevaron con ellos a la comisaría, me dieron café y me quedé sentados con ellos hablando de Messi y del Mundial, ja. Se me fueron los nervios y pasé a estar relajado. 'Vos no te hagas problema', me decían y me hablaban de Argentina". Alguna que otra camiseta de Messi cada tanto asoma por las serpenteantes callecitas del Souq Waqif. Al refugio de un sol que cocina lentamente la piel, un sastre trabaja entre almohadones en el piso en la confección de un bisht, la tradicional túnica árabe negra con bordes dorados que vistió el astro rosarino antes de alzar el trofeo más deseado. Ese momento exacto, de hecho, está perpetuado en una de las paredes de este local de alta costura e incluso hay un maniquí con esta exótica prenda exhibido en una vitrina especial y una foto de Leo. El mercado de Souq Waqif, el lugar elegido por los hinchas argentinos para los banderazos durante Qatar 2022. Foto: Clarín El recuerdo del Mundial, de Messi y de la Argentina están en cada rincón. La huella argenta en Qatar es grande. "Después del Mundial yo me convertí en una especie de figura muy requerida por mi condición de argentino. Para muchos qataríes el recuerdo de los banderazos en el Souq es imborrable. Ver en un espacio de cien metros un grupo de gente saltando, cantando y alentando para ellos era alto totalmente novedoso. Y quedó el barrio en el que se llegaron a hospedar hasta 6 mil argentinos que hoy se llama Barrio Argentino", cuenta Guillermo Nicolás, embajador albiceleste en Qatar. El funcionario se refiere al otrora Barwa, que es un complejo de viviendas de no más de dos o tres pisos situado a una hora y media en transporte público del centro de Doha, que funcionó como el lugar que aglutinó al grueso de los simpatizantes de la Argentina ya que era uno de los hospedajes más económicos durante la competencia. Fue tan profunda la conexión que sintieron los locales que decidieron cambiarle el nombre por "Argentine Neighborhood". Sus calles fueron testigo de asados, rondas de vino, cerveza y fernet y horas de entonar el hit "Muchachos..." para celebrar hasta la madrugada cada triunfo de la Scaloneta en el Mundial. En un sector hay dos murales enormes enfrentados: uno con la figura de Messi recibiendo la Copa y otro con las caras del propio Leo, Di María, De Paul y Dibu Martínez, quizá los futbolistas más recordados por los qataríes del equipo que hizo historia en territorio musulmán. Tres años después, Qatar ya no vibra como aquel diciembre eterno, pero el eco del campeón persiste en detalles que resisten al paso del tiempo. En cada estadio que busca reinventarse, en cada rincón donde aún asoma una bandera olvidada y en cada turista que llega atraído por el mito, la huella del 2022 sigue latiendo.
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