14/12/2025 05:01
14/12/2025 05:00
14/12/2025 05:00
14/12/2025 04:59
14/12/2025 04:58
14/12/2025 04:57
14/12/2025 04:56
14/12/2025 04:55
14/12/2025 04:55
14/12/2025 04:54
Parana » AIM Digital
Fecha: 14/12/2025 00:12
"Las flores del mal" es un libro publicado en 1857 con el que Charles Baudelaire se consagró padre de la poesía moderna. Se ha dicho que es como una Divina Comedia que no tuviera cielo, solo infierno. Uno de sus poemas breves es "El hombre y el mar", que comienza: ¡Hombre libre, siempre adorarás el mar! El mar es tu espejo; contemplas tu alma en el desarrollo infinito de su oleaje, y tu espíritu no es un abismo menos amargo. Poco después, el uruguayo de Montevideo Isidoro Ducasse, conde de Lautréamont, radicado en Francia donde murió a los 24 años, escribía los terribles Cantos de Maldoror, con la intención declarada de "atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura". A pesar de la visión tenebrosa que extiende sobre todas las cosas, Ducasse saluda al mar en los Cantos de Maldoror: "Viejo Océano, eres el símbolo de la identidad: siempre igual a ti mismo. No cambias de manera esencial, y, si tus olas en alguna parte están furiosas, más lejos, en alguna otra zona, están en la calma más completa. No eres como el hombre, que se detiene en la calle para ver a dos bulldogs agarrándose del cuello, pero que no se detiene cuando pasa un entierro; que esta mañana es asequible y esta noche está de mal humor; que ríe hoy y llora mañana. ¡Yo te saludo, viejo Océano!" Baudelaire y Ducasse tenían claro que la civilización en que vivían estaba en un callejón sin salida, del que ahora se ven los resultados preliminares. La sensibilidad poética no les permitía ser condescendientes con sus contemporáneos ni aventurar soluciones esperanzadas para problemas de enorme hondura, que desbordan las mejores intenciones. Sin embargo, ambos apreciaron en el mar algo que por su misma enormidad parecía estar a salvo de la corrupción que ellos ya veían con los ojos de la anticipación, pero un siglo y medio después son visibles con los ojos de la cara. El mar no soportó siquiera el pesimismo hiperbólico de Ducasse, la realidad superó todas las tinieblas con que él la vistió. Gracias al hombre está en riesgo de convertirse en un basural y ha demostrado no tener la facultad de mantenerse siempre igual a sí mismo. Aquella "semejante basura" que Ducasse consideraba a sus congéneres está actuando de modo de convertir al mar, que él saludaba, en un vertedero, en un basural que quizá haya tiempo de limpiar. Las islas de basura La gran isla de basura que flota en el océano Pacífico sigue creciendo, ya alcanzó una superficie cercana a los dos millones de kilómetros cuadrados, equivalente a la de México. La composición de la isla de basura es reveladora del problema: contiene alrededor de 80.000 toneladas de plástico. Pero no es la única sino la primera, descubierta en 1997 por el oceanógrafo estadounidense Charles Moore. Después hubo otros descubrimientos: la isla del Atlántico Norte en 2009; la del Indico en 2010; la del Pacífico Sur en 2011 y finalmente hasta ahora, en 2017, la del Atlántico Sur. Para Laurencio Labretón, de la "Ocean Cleanup Foundation" holandesa, la situación está empeorando, por lo que recomienda medidas urgentes -que no llegan- para detener el aporte continuo de plásticos al mar y para limpiar el desastre que ya se generó. En la mayor de estas islas, la de Pacífico Norte, se juntan el plástico, las algas marinas y desechos diversos. La "isla" así formada contiene gran cantidad de plástico, que aumenta hacia el centro. Cada año la civilización moderna suma millones de toneladas de plástico a las islas de basura. Las corrientes oceánicas las desmenuzan hasta convertirlas en microplásticos, que pueden ser tragados por animales marítimos y llegar a la comida que se vende en supermercados. El lugar del petróleo Hace décadas, el lingüista y analista político estadounidense Noam Chomsky dijo que el lugar del petróleo era bajo tierra y ahí debía permanecer, como condenación anticipada a la depredación de la naturaleza que parecía natural entonces y obligada hoy. Quizá no sabía todavía que los plásticos, un producto de la industria del petróleo cuando no se usa como combustible, estaban contaminando los océanos. Los plásticos son el 99,9% de todos los residuos de las islas de basura. El 46% de los plásticos son redes de pesca y, más de tres cuartos son pedazos de más de cinco centímetros. La basura se acerca El mar cercano a las costas está cada vez más contaminado, aunque la basura no reconoce fronteras ni distancias. Allí donde la luz del sol no llega, a más de 2.000 metros de profundidad, junto a los calamares gigantes hay envases con restos de pintura, filtros de máquinas y trapos de limpieza. "El mar es el gran vertedero universal donde nada se ve", afirma Francesc Sardá del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC) en Barcelona. "Y el problema es que se desconoce el alcance de la acumulación de basura porque no hay estudios específicos, sino que en la mayoría de los casos son descubrimientos fortuitos de científicos que están investigando otras cuestiones". Precisamente ése es el caso del equipo de Sardá que, mientras hacía campañas de investigación pesquera, ha encontrado auténticos vertederos submarinos. Una botella de plástico que un día cualquiera alguien lanza al mar seguirá ahí, aunque no en su forma actual, en el año 2500, porque el material puede resistir alrededor de cuatro siglos y medio sin degradarse. Engaños para no afrontar los hechos El plástico biodegradable por el momento no es una alternativa real, sino más bien una forma de engañar la conciencia. Los ensayos que se han realizado se han hecho en condiciones muy particulares que están lejos de ser las que se darán en el medioambiente de modo que el material supuestamente biodegradable podrá disgregarse en fragmentos más pequeños por la acción mecánica, pero no se incorporará al entorno completamente. En las rutas más utilizadas hay zonas en las que auténticas montañas de basuras se han ido formando con los vertidos constantes de las embarcaciones. Situaciones de este tipo han sido constatadas en el mar Jónico (frente a Grecia), y en el Mediterráneo occidental, en la ruta que une Barcelona y Palma de Mallorca, las vías que emplean los petroleros. En el fondo de los mares puede haber material contaminante, pero el problema es que se dispone de muy pocos datos porque no se han hecho estudios sistemáticos de los fondos marinos. El dinero que se dedica a cuestiones ambientales es muy poco. Ha habido intentos de que la Comunidad Europea financie este tipo de proyectos, pero da prioridad a otros. Hay otras cosas que no se ven en el mar que pueden tener efectos potencialmente muy peligrosos. Richard Thompson, un experto en ecología marina de la Universidad de Plymouth (Reino Unido) y su equipo hace años que estudian los restos microscópicos de plástico que se acumulan en los mares. Microplásticos Los grandes fragmentos de este material se han detectado en todos los mares del planeta, pero según los trabajos de los británicos los sedimentos oceánicos también están plagados de pequeños restos inferiores a 20 micras (menores que el diámetro de un cabello). También ha podido constatar Thompson que la cantidad de estas minúsculas basuras se ha multiplicado por cuatro en los últimos 50 años y "sabemos que por la naturaleza de nuestros análisis estamos contabilizando menos residuos de los reales", explica este científico desde Plymouth. Además del impacto obvio de estos contaminantes para los habitantes del océano (Thompson y su equipo han constatado que los minúsculos fragmentos son ingeridos por algunos de los microorganismos que habitan el fondo del mar), existe otra potencial amenaza todavía sin confirmar. Las minúsculas partículas de plástico podrían comportarse como microscópicas bombas de tóxicos en la cadena alimentaria porque son capaces de acumular en su estructura sustancias químicas nocivas que primero pasarían a las especies marinas y que finalmente podrían acabar en el plato de los humanos. Los plásticos detectados por el grupo de Thompson parecen proceder de múltiples elementos que forman parte de la vida cotidiana. Por ese motivo opina que "un pequeño cambio en nuestros hábitos, en nuestro estilo de vida, puede tener un gran impacto en el futuro". Uno de los caballos de batalla del científico británico y de otros investigadores de esta área son los embalajes de los productos de uso cotidiano, puesto que son los que más probablemente acabarán contaminando los mares. "El empaquetado que se usa en la mayoría de los casos supera lo que sería necesario para mantener los productos correctamente. En muchos casos se utiliza el plástico como una herramienta de mercadotecnia, pero hay que tener en cuenta que permanecerá durante siglos en el medioambiente". A esto hay que añadir que el 8% de la producción mundial de petróleo está destinada a la fabricación de plásticos y un 41% se emplea en generar embalajes desechables. "Es decir, que si reducimos la producción el impacto puede ser enorme", asegura Thompson. "Lo bueno es que hay cosas que el público general puede hacer desde este mismo momento: evitar comprar productos con un empaquetado excesivo, reciclar y reutilizar cuando sea posible, por ejemplo, las bolsas". De la Redacción de AIM.
Ver noticia original