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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/11/2025 02:46
Cuando Brandsen llegó al Río de la Plata, era un veterano de las guerras napoleónicas, condecorado por el propio emperador francés Cierto día, el general español Juan Antonio Monet, el que antes de librarse la batalla de Ayacucho había sido el de la idea de abrazarse con oficiales patriotas, le preguntó a Tomás Guido si el ejército libertador tenía muchos oficiales como Brandsen. Guido respondió que “nadie lo supera en valor, y en cuanto a conocimiento y pericia en el arte de la guerra, no es fácil igualarle”. “Me alegro -respondió el español- porque si así fuera se nos enredaría mucho más la madeja”. Hijo de un médico holandés, Carlos Luis Federico de Brandsen era un parisino nacido el 28 de noviembre de 1785. A los 23 años ingresó a la carrera militar y tres años después era alférez en el ejército napoleónico. A lo largo de las batallas en las que participó, cosechó tantas heridas como condecoraciones y ascensos. Herido en una pierna por un sablazo, luego por una bala de cañón, se destacó por sus acciones heroicas, como en el combate de Bautzen donde, a bayoneta calada, tomó una posición prusiana. Fue condecorado por el mismísimo Napoleón y fue su ayudante de campo. La última vez que fue herido en Europa fue durante la famosa campaña de los cien días de Bonaparte. Cuando fue derrotado y encerrado en la isla de Santa Elena, pidió la baja. José de San Martín lo incorporó a su ejército libertador Militar desocupado, en París conoció a Bernardino Rivadavia, quien le propuso incorporarse al ejército en Buenos Aires. Lo destinaron al regimiento de Granaderos, que estaba en Chile, con el grado de capitán de caballería, grado que le reconoció el director supremo Pueyrredón. Estando el ejército acampando en Chimbarongo, en el centro de Chile, el teniente Pedro Ramos lo desafió a batirse a duelo de sable. Brandsen era entonces jefe del cuarto escuadrón de Granaderos. Una versión sostiene que lo escuchó poner en duda la valentía de los argentinos, y otra que Ramos quería cobrar la afrenta por el arresto de su amigo, el inglés Carlos Bauness. Luego de que Brandsen intentara disuadirlo, Ramos desenvainó. En el entrevero, el francés logró herirlo levemente cerca de un ojo, pero recibió un planazo en la cabeza y un corte en la muñeca que lo dejó fuera de combate, al punto que no pudo estar ni en Cancha Rayada ni en Maipú. En Europa, Brandsen peleó en el ejército francés, que comandaba Bonaparte, quien lo distinguió en más de una oportunidad Descolló en los combates en los que participó. En Chancay, con solo 36 soldados, derrotó a 150 españoles y contuvo el avance de 2000 enemigos. Él mismo mató de un pistoletazo a Bermejo, el jefe español. San Martín lo ascendió a coronel graduado y lo condecoró con la Orden del Sol. Continuó combatiendo con Simón Bolívar y por un conflicto entre ambos, fue desterrado a Chile. En Perú se casó en 1821 con Rosa de Jáuregui, y tuvo tres hijos. De regreso en Buenos Aires, lo pusieron al frente del Regimiento 1 y marchó a la guerra con el Brasil. “Soy francés y aventurero. Desde Caracas hasta Chiloé y desde Chiloé hasta Buenos Aires, el suelo americano está humeando con la sangre de los aventureros de todas las naciones que han perecido en defensa de su libertad”, escribió en su diario. Carlos María de Alvear era el jefe del ejército que combatió a los brasileños. Sus jefes estuvieron en desacuerdo con muchas de las decisiones que tomó El país estaba desde 1825 en guerra contra el Brasil, tanto en tierra como en agua, disputándose lo que actualmente es Uruguay y parte del estado de Río Grande do Sul. El ejército republicano estaba compuesto por 6.200 hombres. El brasileño era superior en número, gracias a los 3.600 soldados austríacos al mando del general Braün, con que el emperador de Austria había auxiliado a su yerno el emperador del Brasil. Aun así, las fuerzas de Alvear habían cosechado triunfos parciales en Camacuá, Bacacay y en El Ombú. Los jefes estaban desorientados con las cambiantes decisiones del general Alvear. Hasta planearon rebelarse y separarlo de su cargo. No entendían las órdenes y contraordenes del comandante. La batalla de Ituzaingó se prolongó por once horas y tuvo diversas alternativas. Se libró en el estado de Río Grande do Sul.Allí moriría acribillado Brandsen El ejército republicano había llegado el 19 de febrero de 1827 al Paso del Rosario, en el actual estado de Río Grande do Sul. Alvear dispuso que la infantería y la artillería cruzasen el río Santa María. Acamparon en un lugar que no era apto para el combate, con altos y espesos matorrales que impedían operar a la caballería. El 20 las fuerzas enemigas -al mando de Felisberto Pontes de Oliveira e Horta, marqués de Barbacena- estaba a unos 15 kilómetros. Jefes como el propio Brandsen, José Valentín de Olavarría, José María Paz y Juan Lavalle le plantearon a Alvear que estaban en una posición comprometida y que era necesario ir al encuentro del enemigo en un terreno más beneficioso, y protegerse en las colinas que tenían detrás. Se adelantó un batallón al mando de Félix de Olazábal, la caballería comandada por el oriental Juan Antonio Lavalleja y una batería a cargo del capitán Chilavert, que tuvieron un encuentro con las tropas brasileñas, que se envalentonaron creyendo que esas fuerzas cubrían la retirada del ejército republicano. Alvear le ordenó a Olazábal hacerse matar antes que ceder un metro de terreno. Las fuerzas frenaron dos cargas brasileñas, lo que permitió darle tiempo a reunirse a la mayoría de la caballería. Los hombres de Lavalle recibieron la orden de atacar a la caballería enemiga al mando de Bento Goncalvez, pero su carga fue frenada por un profundo arroyo seco y quedaron a merced de los tiradores brasileños. El Marqués de Barbacena estaba al frente del ejército brasileño. Cuando todo terminó, encontraron entre sus pertenencias la partitura de una marcha militar, que se transformaría en la de "Ituzaingó" Los brasileños avanzaban. Alvear ordenó a la caballería que estaba al mando del coronel José María Paz y Brandsen cargasen contra posiciones fuertemente defendidas por la primera división imperial, parapetadas en un profundo zanjón. Dicen que Alvear acicateó feo al veterano coronel francés de 41 años, quien objetó la orden del comandante en jefe del ejército republicano de efectuar una carga frontal de la caballería. El experimentado coronel sabía que era una misión suicida. Brandsen le hizo notar que no había ninguna posibilidad de éxito. El jefe hirió el amor propio del francés. Algunos aseguran que Alvear le dijo que seguramente no hubiese cuestionado una orden impartida por Napoleón. A Brandsen no le quedó más remedio que obedecer. Con el uniforme que lucía sus medallas, se puso al frente del Regimiento 1 y arremetió contra el zanjón. Recibió una cerrada carga de fusiles. Desmontado y herido, volvió a ordenar atacar. Junto a media docena de sus oficiales y 60 hombres perdió la vida. En esa acción también murió Ignacio Lavalle, el hermano menor del general. Sepulcro de Brandsen en el cementerio de la Recoleta La situación era comprometida porque el ataque del cuerpo de Dragones y Coraceros también había sido rechazado y se esperaba una arremetida enemiga. Fue una genial maniobra de Lavalle, que simuló retirarse del campo de batalla, que sorprendió a las fuerzas brasileñas que lo perseguían, y las dispersó. Paralelamente, el general Paz se lanzó sobre una división imperial y logró que la caballería enemiga huyese, aún cuando el militar cordobés perdiera la mitad de sus hombres por el fuego enemigo. Mientras tanto, los lanceros de Olavarría quebraron el ala izquierda enemiga. Los brasileños ya no contaban con caballería y su infantería quedó desprotegida. Se retiraron del campo de batalla de Ituzaingó luego de once horas de lucha. Cuando Juan Lavalle volvió de perseguir al enemigo, pasó por el lugar donde yacía el cuerpo acribillado de Brandsen. Los brasileños le habían robado la ropa y se lo identificó gracias a la cicatriz que tenía en la cabeza cuando se había batido a duelo con Ramos. Ordenó a sus soldados presentar armas en honor a tan valiente militar. Recogió su sable y su cartera, donde guardaba el diario de campaña de la segunda división. La última anotación la había hecho nueve días atrás. Cuando volvió a Buenos Aires, le llevó esas pertenencias a su viuda, quien le pidió que se quedase con el diario, en homenaje a la amistad que los había unido. A las dos y media de la tarde del 4 de marzo llegó a Buenos Aires la noticia del triunfo. Hubo salvas de artillería, repiques de las campanas de las iglesias, bailes y durante tres noches seguidas la ciudad permaneció iluminada. Entre los bagajes que los brasileños abandonaron en el campo de batalla, se encontraba un cofre en cuyo interior había la partitura de una marcha que el emperador Pedro I, con veleidades de compositor, le dio al marqués de Barbacena para que la ejecutase luego de la victoria que descontaba segura sobre los argentinos. Nuestro país la usó por primera vez el 25 de mayo de 1827, lleva el nombre de la batalla y se dispuso tocarla en los actos oficiales presididos por el presidente. El destino quiso que la tumba de Brandsen, en el cementerio de La Recoleta, esté frente a donde descansa el sueño eterno Alvear, aquel que lo había mandado a una misión suicida y que el francés la cumplió mostrando su mejor cara a la muerte.
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