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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/11/2025 04:30
El crimen de Harvey Milk encendió la chispa de un cambio social profundo Una ráfaga de disparos quebró la aparente calma del Ayuntamiento de San Francisco el 27 de noviembre de 1978. Harvey Milk, el primer funcionario abiertamente gay elegido en California, y el alcalde George Moscone fueron asesinados por Dan White, un exsupervisor municipal recientemente desplazado de su cargo en medio de acusaciones de corrupción. Según reconstruyó el historiador Neil A. Hamilton en American Social Leaders and Activists, White burló los controles de seguridad, se dirigió primero a la oficina de Moscone y efectuó cuatro disparos letales. Aún con cinco balas en el cargador, caminó hasta el despacho de Milk —su rival político y figura central de la comunidad gay— y remató la secuencia con un tiro en la cabeza. El crimen no solo truncó la vida de un líder carismático que defendía la igualdad y los derechos de las minorías, sino que también encendió la chispa de un cambio social profundo. La noticia se propagó de inmediato y expuso las tensiones políticas y culturales que atravesaban la ciudad. El primer funcionario abiertamente gay de California fuie un símbolo de esperanza (AP) La hostilidad entre ambos había escalado en los meses previos. White, abanderado de posiciones conservadoras, denunciaba lo que consideraba “demandas excesivas de las grandes minorías”, según reportó The New York Times. “Dan White habló con la gente de su distrito sobre cómo trabajaría para librar a San Francisco de los desviados sociales”, recordó la historiadora Lillian Faderman. Milk, en cambio, sabía que su activismo lo convertía en blanco de posibles represalias. Antes de morir, dejó grabada una cinta destinada a difundirse solo en caso de asesinato. “Soy plenamente consciente de que una persona que defiende lo que yo defiendo… se convierte en un blanco potencial para alguien inseguro o perturbado”, advirtió. Y remató: “Si una bala entra en mi cerebro, que esa bala destruya todas las puertas de los armarios del país”. “Soy Harvey Milk, hablando el viernes 18 de noviembre de 1978. Esta cinta solo se reproducirá en caso de mi muerte por asesinato. …Soy plenamente consciente de que una persona que defiende lo que yo defiendo —un activista, un activista gay— se convierte en el blanco, o en un blanco potencial, de una persona insegura, aterrorizada, asustada o muy perturbada… Sabiendo que podrían asesinarme en cualquier momento, creo que es importante que algunas personas conozcan mis pensamientos y por qué hice lo que hice. Casi todo lo que se hizo, se hizo con la mira puesta en el movimiento gay. …No puedo evitar que algunas personas se sientan enojadas, frustradas y furiosas por mi muerte, pero espero que acepten la frustración y la locura y, en lugar de manifestarse o algo por el estilo, espero que tomen el poder y que cinco, diez, cien, mil se levanten. Me gustaría ver a cada abogado, a cada arquitecto gay salir del closet, alzarse y decírselo al mundo. Eso contribuiría más a acabar con los prejuicios de la noche a la mañana de lo que nadie podría imaginar. Los insto a que lo hagan, los insto a que salgan del closet. Solo así empezaremos a lograr nuestros derechos. … Solo pido que el movimiento continúe, y si una bala me entra en la cabeza, que esa bala destruya cada puerta del armario…” La reacción ciudadana fue masiva. Tal como evocó el activista Cleve Jones, la multitud reunida esa misma noche frente al Municipio superó las decenas de miles. Era un manto de velas, dolor y determinación. “Cuando se puso el sol”, recordó, “supe que no había terminado: apenas estaba comenzando”. Un legislador incansable: ordenanzas, alianzas y visibilidad Durante su breve pero influyente paso por la Junta de Supervisores, Milk impulsó avances inéditos que enlazaron la lucha individual con una transformación colectiva. Logró aprobar la primera ordenanza municipal de derechos homosexuales en Estados Unidos, un hito que sentó las bases legales para la revolución del movimiento LGBTQ+ y abrió el camino a conquistas posteriores como el matrimonio igualitario y la ampliación de garantías en distintos estados. “Si un gay puede ganar, significa que hay esperanza de que el sistema funcione para todas las minorías”, celebró al asumir en 1977. “Les hemos dado esperanza”. Milk prometió en la toma de posesión proteger los derechos de todos los ciudadanos, apoyar las causas civiles, mejorar los programas de cuidado infantil, facilitar el subsidio de viviendas y reforzar la seguridad. Su estrategia política se apoyó en alianzas amplias y en la convicción de que la emancipación real solo era posible mediante coaliciones diversas. Tejió lazos con comerciantes, sindicatos de transportistas y sectores progresistas, y convirtió su pequeña tienda de cámaras en el distrito Castro en un centro comunitario, el “epicentro gay de San Francisco”, según Hamilton. Apodado “el alcalde de Castro Street”, promovió iniciativas emblemáticas como la Feria de la Calle Castro y la asociación empresarial pro-gay, que expandieron la visibilidad de la comunidad. Logró que se erradicara la discriminación en empleos y viviendas. Sean Penn en la película dedicada a "Milk: un hombre, una revolución, una esperanza" Gentrificación, seguridad y agenda ciudadana Su agenda, además, excedía la diversidad sexual. Abordaba temas que atravesaban a la ciudadanía: la niñez, la seguridad urbana, la gentrificación. “Nunca fue un candidato de un solo tema”, recordó Cleve Jones. “Hace 40 años ya estaba preocupado por el desplazamiento y hablaba de lo que ocurría en el Distrito de la Misión, la comunidad latina, durante esa primera ola de gentrificación”. Tampoco se limitó a los grandes discursos: promovió, por ejemplo, la ordenanza que sancionaba a quienes no retiraran los excrementos de sus perros, una medida pragmática que mejoró la convivencia urbana y aún sigue vigente. Su camino político nació del contacto directo con la diversidad social y cultural que definía a San Francisco en los años setenta, cuando la comunidad gay crecía con rapidez y se volvía un actor electoral decisivo. Según estimaciones recogidas por The New York Times y citadas por NBC News, en 1978 los homosexuales representaban hasta un tercio del padrón de votantes activos. El concejal John L. Molinari sintetizó el nuevo escenario: el “voto gay” se había vuelto clave para cualquier campaña competitiva. Sin embargo, la llegada de Milk al poder no fue inmediata. Sus primeras campañas fracasaron por resistencias internas del Partido Demócrata y por la influencia de figuras ya consolidadas del activismo homosexual, como Jim Foster, quien había construido más de una década de trayectoria. “En el Partido Demócrata no bailás si antes no colocaste las sillas. Nunca te vi colocar las sillas”, le dijo Foster al negarle apoyo. Esas derrotas, sin embargo, moldearon su vocación organizativa. “Harvey pasó los siguientes años instalando las sillas”, resumió Faderman: levantó asociaciones comerciales, colaboró con sindicatos y participó en festivales callejeros para consolidar una base política robusta. Cada revés servía para ampliar su red de alianzas y ganarse la confianza de quienes buscaban representación genuina. Antes de ser asesinado, Milk dejó un mensaje liberador en una grabadora Detrás de ese ascenso estaba también la historia personal de un hombre marcado por la discriminación y la resiliencia. Hamilton reconstruyó ese recorrido: tras un servicio honorable en la Marina estadounidense, Milk fue despedido cuando se supo que era gay. Luego trabajó como maestro en Nueva York hasta que la campaña cristiana “Save Our Children” impulsó una persecución laboral contra profesionales LGBTQ+, obligándolo a cambiar de rubro. Tras un breve paso exitoso por la industria de seguros y varias idas y vueltas entre la costa este y la oeste, se instaló definitivamente en San Francisco, donde invirtió sus últimos ahorros en una modesta tienda de cámaras. Ese pequeño negocio se convirtió rápidamente en núcleo de encuentros, debates y activismo. Allí nacieron las alianzas que lo empujarían a competir —y perder— varias elecciones entre 1973 y 1976, hasta que la confluencia de sectores liberales y LGBTQ+ le dio el impulso definitivo para ganar la supervisión municipal en 1977. Su triunfo selló un nuevo capítulo en la política local y abrió un horizonte que, como dijo Cleve Jones aquella noche oscura frente a la Municipalidad, apenas estaba comenzando. La condena e indignación Daniel James White, de 31 años, había sido policía y bombero antes de entrar en política. Conservador y católico, chocaba frontalmente con la agenda progresista de Harvey Milk y George Moscone. Presionado por problemas económicos, un reciente nacimiento en su familia y un salario insuficiente, atravesaba un marcado deterioro emocional en los días previos al crimen. La indignación frente el veredicto condujo a los disturbios de la llamada "Noche Blanca" En el juicio, su defensa argumentó que White actuó bajo un colapso psicológico que le impidió premeditar los asesinatos. Presentaron como indicio de su depresión su consumo compulsivo de comida chatarra, incluido el célebre caso de los Twinkies. Aunque muy cuestionada, esta estrategia derivó en una condena por homicidio involuntario, en lugar de asesinato, lo que desató una ola de indignación pública. La sentencia —siete años y ocho meses de prisión— fue considerada un insulto para gran parte de San Francisco, especialmente por la comunidad LGBTQ+. El veredicto detonó los disturbios de la Noche Blanca, en mayo de 1979: miles de personas marcharon hacia el Ayuntamiento para expresar su furia ante lo que consideraban una justicia fallida. Hubo enfrentamientos con la policía, daños en comercios y decenas de detenidos. Pese a la violencia, los disturbios actuaron como un punto de inflexión: reforzaron la organización comunitaria y consolidaron a San Francisco como un bastión en la lucha por los derechos civiles y la memoria de Harvey Milk. White cumplió unos cinco años de prisión y fue liberado en enero de 1984. Según CBS News, cuando salió, le aconsejaron a través del jefe de policía de San Francisco, Con Murphy, que no volviera a la ciudad, ya que sus posibilidades de supervivencia “no eran buenas”. Al año siguiente, un 21 de octubre de 1985, se quitó la vida con monóxido de carbono.
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