26/11/2025 10:16
26/11/2025 10:15
26/11/2025 10:14
26/11/2025 10:14
26/11/2025 10:13
26/11/2025 10:12
26/11/2025 10:12
26/11/2025 10:11
26/11/2025 10:10
26/11/2025 10:10
CABA » Plazademayo
Fecha: 26/11/2025 10:00
Una investigación del CONICET y del Museo Argentino de Ciencias Naturales reveló que algunas especies de escarabajos peloteros adoptaron la necrofagia más de 37 millones de años antes de lo que se creía. El hallazgo modifica hipótesis aceptadas y destaca el aporte regional en la reconstrucción de la biodiversidad sudamericana. Un trabajo liderado por especialistas del CONICET y del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACNBR) reescribió la historia evolutiva de los escarabajos de la subfamilia Scarabaeinae, conocidos como escarabajos peloteros. La investigación, publicada en la revista Palaeontology, demuestra que el paso de la alimentación basada en estiércol (coprofagia) hacia el consumo de carroña (necrofagia) ocurrió decenas de millones de años antes de lo que se pensaba. Hasta ahora, la hipótesis dominante afirmaba que la necrofagia había surgido tras la extinción de la megafauna del Pleistoceno Tardío, hace unos 129 mil años, debido a la escasez de estiércol disponible. Sin embargo, nuevas evidencias fósiles de Argentina, Chile, Uruguay y Ecuador contradicen esa idea. “Las trazas fósiles revelan que algunas especies de Scarabaeinae ya se alimentaban de cadáveres hace más de 37 millones de años, en el Eoceno medio-tardío”, explicó la investigadora del CONICET Liliana F. Cantil, primera autora del trabajo. “Esto cambia profundamente lo que se sabía sobre la historia evolutiva del grupo y adelanta el origen de la necrofagia a un ambiente donde los grandes herbívoros no sólo existían, sino que eran abundantes”, señaló. Pastizales, competencia y el desplazamiento de nicho La aparición de extensos pastizales en la Patagonia, hace unos 45 millones de años, generó condiciones ideales para grandes herbívoros. Su abundancia produjo un aumento notable de escarabajos coprófagos, lo que desencadenó una competencia intensa por los recursos. “Ese escenario favoreció el desplazamiento de nicho ecológico y permitió que algunas especies comenzaran a utilizar carroña en lugar de bosta”, detalló Cantil. Según la especialista, en ese período aparecen los registros más antiguos de necrofagia, asociados a un cambio en los hábitos alimenticios impulsado por la presión ecológica. Cinco mil fósiles y nuevas asignaciones El equipo analizó más de 5 mil bolas de cría fósiles, conocidas como Coprinisphaera, encontradas en paleosuelos de distintas regiones de Sudamérica: Tafí del Valle (Tucumán), Cerro Azul (La Pampa), Punta San Andrés (Buenos Aires), La Pava y Sarmiento (Chubut), Pinturas (Santa Cruz), además de sitios en Uruguay, Chile y Ecuador. Este abordaje regional aporta una mirada amplia de la biodiversidad continental, coherente con la tradición científica sudamericana. Las bolas de cría son estructuras en las que los escarabajos depositan un huevo y una porción de alimento —bosta o carroña— para asegurar el desarrollo larval. Sus formas —esféricas, en pera o en ocho— permiten identificar diferentes icnoespecies. El equipo refinó la clasificación de estas estructuras, diferenciando las producidas por escarabajos coprófagos de las construidas por especies necrófagas. Así, Coprinisphaera tonnii y Coprinisphaera akatanka fueron atribuidas a grupos necrófagos. La primera estaría vinculada al género actual Coprophanaeus, mientras que la segunda se relacionaría con especies necrófagas del género Canthon. Los ejemplares de Coprinisphaera tonnii hallados en la Formación Sarmiento (Chubut) representan la evidencia física más antigua de necrofagia, con una datación de 37,7 millones de años. Un aporte clave para entender la biodiversidad actual Cantil destacó que el estudio permite reconstruir cambios ecológicos, climáticos y adaptativos a lo largo de millones de años: “Esto ayuda a entender no sólo cuándo surgieron ciertos comportamientos, sino por qué fueron evolutivamente exitosos”. Los escarabajos Scarabaeinae incluyen hoy más de seis mil especies presentes en la mayoría de los ecosistemas terrestres. Su éxito radica en una flexibilidad evolutiva notable, reflejada en este nuevo registro fósil. Además, cumplen roles fundamentales como ingenieros ambientales, al reciclar nutrientes, airear el suelo y sostener el funcionamiento de los ecosistemas. El trabajo contó también con la participación de M. Victoria Sánchez, Jorge F. Genise, Eduardo S. Bellosi, José H. Laza, Mirta G. González y Laura C. Sarzetti, todas y todos integrantes de la División Icnología del MACNBR-CONICET. Fuente: CONICET
Ver noticia original