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  • El Partido Comunista de China solo quiere energía positiva, pero escasea

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 25/11/2025 10:36

    Policías frente a un tribunal en Suzhou, al oeste de Shanghái, China. (Tomoya Shibata/Kyodo News via AP) La policía de Weifang, ciudad a orillas del mar de Bohai, en el este de China, parece estar haciendo un trabajo excelente. Según el gobierno local, un 99,1% de sus 9 millones de habitantes está satisfecho con la seguridad pública. Desde fraudes hasta robos, las autoridades afirman que la delincuencia ha disminuido en el último año. Sin embargo, recientemente, la policía se ha dedicado a abordar una tendencia mucho más difícil de erradicar: la propagación de sentimientos negativos entre los residentes. En este caso, el criterio para desobedecer a las autoridades es bastante confuso. En un comunicado del 17 de noviembre, la policía de Weifang describió los casos del mes anterior. En uno de ellos, un residente local, el Sr. Ren, había usado su cuenta de redes sociales para publicar videos críticos con las políticas agrícolas, supuestamente difundiendo distorsiones para atraer seguidores. La policía afirmó haberlo convencido de que eliminara sus videos ofensivos. En otro caso, un estudiante de apellido Qiu se metió en problemas en la escuela y acusó a su profesor de acoso en línea. Con esto, dañó la reputación de la escuela, según la policía. Trajeron al estudiante a una discusión severa para rectificar su comportamiento. Weifang no es la única entidad que vigila el sentimiento popular de este modo. China se encuentra en medio de una campaña nacional que busca acabar con el pesimismo y promover la positividad. En cierto modo, esto no es nada nuevo. Un tema recurrente en el liderazgo de Xi Jinping, desde su ascenso a la cima del Partido Comunista en 2012, ha sido la promoción de la “energía positiva”, especialmente en el discurso en línea. Quienes publican críticas al gobierno en redes sociales siempre han corrido el riesgo de ver sus cuentas cerradas o suspendidas. Pero este énfasis especial ahora sugiere que los líderes chinos tienen algo más de qué preocuparse. Una inferencia —bastante obvia— es que la economía está débil. Alrededor del 17% de los chinos de entre 16 y 24 años (excluyendo estudiantes) están desempleados, según los últimos datos oficiales. Como en cualquier país, la juventud descontenta y la omnipresencia de las redes sociales crean una combinación volátil. Sin embargo, también podría haber algo más en juego. La dinámica subyacente de la opinión pública parece estar cambiando. Durante décadas, China se ha mantenido como uno de los países más optimistas, un lugar donde la gente cree que el mañana traerá mejores oportunidades. Sin embargo, en los últimos años, esa fe en el progreso ha dado paso a la duda. Detectar estos cambios es complicado en un país donde es tan difícil estudiar la opinión pública. No obstante, los datos muestran una creciente frustración. En importantes encuestas realizadas en 2004, 2009 y 2014, Martin King Whyte, sociólogo de Harvard, en colaboración con investigadores de la Universidad de Pekín, rechazó la suposición común de que la profunda desigualdad estaba sembrando el descontento en China. En cambio, concluyó que la gente estaba más centrada en la justicia, atribuyendo el éxito en la vida a atributos como el talento. Tras un intervalo de casi una década, el Sr. Whyte actualizó dicha encuesta, cuyos resultados se publicaron a principios de este año en el China Journal, una revista académica occidental. El cambio fue sorprendente. En las encuestas anteriores, alrededor del 62% de los encuestados coincidía en que el trabajo duro siempre se recompensaba en China. En la nueva encuesta, ese porcentaje se redujo drásticamente, a tan solo el 28%. Otras investigaciones apuntan en la misma dirección. En un estudio reciente realizado por profesores de la Universidad de Pekín en la revista China Quarterly, los encuestados más jóvenes eran menos propensos a creer en la movilidad ascendente de los hijos de familias más pobres. Todo esto requiere una advertencia. Los chinos se muestran pesimistas, pero aún más optimistas que muchos en Occidente. El Sr. Whyte y sus colegas se aseguran de señalar que no ven ningún “volcán social” en el horizonte. Casi la mitad de los encuestados en su reciente encuesta aún creían que estarían mejor en cinco años, aunque una cifra menor a la de casi tres cuartas partes de hace una década. Para el régimen chino, sin embargo, el mero hecho de que el pesimismo esté en aumento es un problema. No solo refleja una creencia debilitada en las narrativas oficiales sobre la expansión de la prosperidad, sino que también refleja cierto hastío con la vida moderna, lo que podría minar la energía proactiva que ha impulsado el éxito de China. Cuando la administración cibernética, el principal regulador de internet de China, lanzó su campaña contra el sentimiento negativo en septiembre, afirmó que, entre sus objetivos, quería contrarrestar la idea de que trabajar duro es inútil. El debate sobre la campaña se ha centrado en la decisión del gobierno de vetar a tres populares influencers de la mayoría de las principales redes sociales. Uno de ellos fue Zhang Xuefeng, un tutor que afirmó que los estudiantes de familias pobres tendrían dificultades para conseguir buenos empleos por carecer de los contactos adecuados. Otro fue Hu Chenfeng, un transmisor en vivo que dividió a la población entre usuarios de Apple y Android como sinónimo de ricos y pobres. El tercero fue Lan Zhanfei, un bloguero de viajes cuyos ostentosos vídeos quizá irritaron a quienes tenían menos fortuna que él. Pero la campaña ha sido más amplia. Las autoridades afirman haber suspendido o cerrado unas 1200 cuentas en línea. ¿Cuáles son los resultados? La negatividad no ha desaparecido. Cada vez que el gobierno publica datos económicos, abundan los comentarios en línea sobre la difícil situación actual. Además, es inevitable que surjan algunas reacciones negativas. El término “energía positiva”, promovido por los funcionarios, ahora conlleva un tono irónico, si no de cinismo absoluto, en conversaciones privadas. En un momento en que las redes sociales avivan la ira en todo el mundo, es fácil entender por qué China les presta tanta atención. Sin embargo, el partido se ha fijado una misión en constante expansión. Su campaña actual no se ha centrado en criticar al gobierno, sino en las representaciones de la realidad. En tal situación, la censura solo puede enmascarar los síntomas. Las raíces del nuevo pesimismo chino residen en su economía, no en sus aplicaciones. © 2025, The Economist Newspaper Limited. All rights reserved.

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