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» Diario Cordoba
Fecha: 24/11/2025 15:20
La editorial valenciana Llibres de l'Encobert ha publicado esta semana 'Estiu del 37', un libro que rescata más de 700 fotografías inéditas de la retaguardia republicana, que permanecieron durante más de ocho décadas en 13 carretes sin revelar guardados en una maleta. Su editor, José Alberto López Camarillas, completó en abril de 2024 una campaña de micromecenazgo que le permitió reunir los 7.000 euros necesarios para hacer rebrotar la historia de amor que vivieron en Chiva durante el verano de 1937 el mecánico Arturo Lodeiro Sánchez (1905–1940), militante anarquista, y su compañera, la costurera Julia Muñoz Ruiz (1910–2000), quienes habían llegado desde Madrid huyendo de los bombardeos. Pero 'Estiu del 37' es algo más que la reconstrucción, a través de imágenes, de un romance truncado de forma trágica cuando Arturo fue fusilado dos meses después del nacimiento de su hija, Julina, y el mismo día en que se casaba por poderes con Julia. La investigación realizada por López Camarillas revela también el posible papel de espía que desempeñó el mecánico anarquista en la retaguardia, así como lo que podría ser la primera denuncia por torturas contra el régimen franquista realizada por un militar del bando vencedor: el hermano de Arturo. Arturo y Julia en Chiva en 1937. / Herederos de Arturo Lodeiro/ L'Encobert El último verano en el que fueron felices Arturo y Julia recalaron en Chiva junto a otros refugiados de guerra, acompañados de una cámara de fotos con la que inmortalizaron el último verano en el que fueron felices. Los 13 carretes con aquellas imágenes —revelados y restaurados más de 80 años después— los guardó Julia en una maleta hasta su muerte, el mismo día que cumplió 91 años. Nunca quiso positivar las fotografías "por miedo". La mayoría de las instantáneas son de Chiva y la playa de El Saler, aunque también aparecen municipios como Siete Aguas, Barcelona o Cartagena. Se trata de estampas cotidianas de la vida en la retaguardia republicana, captadas por la mirada de dos enamorados. "Arturo quiere mucho a Julia y fija en ella toda su atención, pero también retrata la alegría de los niños, los refugiados y los vecinos de Chiva, que juegan en las eras del pueblo; familias comiendo en la calle; sus paseos por la playa…", explica López Camarillas. En Estiu del 37 aparecen paseos entre naranjos, meriendas con amigos, baños en la alberca, niños jugando, mujeres cosiendo, bares llenos de vida, calles del pueblo y escenas íntimas de una pareja profundamente enamorada. Pero detrás de esas imágenes, aparentemente felices, que inevitablemente recuerdan a las palabras de Elsa a Rick en "Casablanca" —"el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos"—, se esconde una guerra que marcará de forma irreversible la vida de sus protagonistas. "Podrían ser fotografías de un verano cualquiera si no te das cuenta de que el coche ante el cual se abrazan y se besan tiene las lunas rotas por las balas, o si no aparecieran soldados detrás de la mesa del bar en el que están tomando algo, y los niños no fueran vestidos de milicianos, con un fusil de juguete", señalaba López Camarillas en declaraciones a Levante-EMV. Triángulo amoroso en 1936 Arturo, además, era un anarquista muy particular. Tal como recoge "Estiu del 37", pese a ser militante activo de la CNT y la FAI, existen testimonios documentados de que en los primeros meses de la contienda rescató y protegió a varias personas de derechas y falangistas, incluso escondiéndolas en su propia casa de Madrid o intercediendo para evitar su ejecución. Lo hizo movido por una convicción ética: para él, ninguna ideología justificaba quitar una vida. Uno de los protegidos de Arturo fue Valentín Montoya Sastre, hijo del propietario del Hotel Continental y militante falangista. Valentín era novio de Julia y fue quien se la presentó a Arturo en la cafetería del hotel, sin imaginar que acabaría perdiéndola. Pese a este conflicto sentimental, el anarquista salvó hasta en tres ocasiones al falangista de ser detenido en los primeros meses de la guerra, lo escondió en su casa y compartieron refugio con otras familias de derechas perseguidas. Arturo y Julia con unos amigos en la playa del Saler. / Herederos de Arturo Lodeiro/ L'Encobert ¿Era Arturo un espía? 'Estiu del 37' plantea también que la salida de Arturo de Madrid hacia Chiva, en 1937, no fue un simple traslado de un miliciano herido en el frente de Guadalajara, sino que detrás había algo más. No viajaba como un refugiado cualquiera, sino que llegó a Valencia con su novia y su familia en coches de lujo incautados por la República, acompañado de un chófer oficial y portando una cámara Leica con abundante material fotográfico profesional, algo extremadamente raro en plena guerra, cuando la posesión de cámaras y carretes estaba estrictamente controlada y solo se autorizaba para fines militares, informativos o propagandísticos. Además, la película que utilizaba no era material corriente, ya que incluía carretes Agfa, Perutz, Ferrania y Kodak, algunos procedentes de la Alemania nazi y la Italia fascista, probablemente incautados como botín de guerra. López Camarillas considera muy poco probable que un simple mecánico herido pudiera disponer de esos recursos solo para fotografiar a su novia, por lo que plantea la posibilidad de que Arturo hubiera sido enviado a Chiva por la CNT o por círculos próximos a la organización para investigar ciertas irregularidades en la retaguardia relacionadas con pistoleros infiltrados, abusos y corrupción dentro del comité local e incluso la ejecución sumaria de un dirigente libertario. Arturo en prisión En una de sus últimas imágenes, tomada el 28 de julio de 1937, aparece Julia posando ante un coche de la Guardia de Asalto y, en otra, un agente mira directamente a cámara. Ese mismo día, Arturo fue detenido en Chiva por desacato y desobediencia. Tras ser liberado, se desplazó junto a Julia y su familia por varias localidades valencianas, Cataluña y Cartagena hasta que, cuando la República estaba a punto de ser derrotada, ella se quedó en Madrid y él intentó escapar a través del puerto de Alicante, donde fue detenido por soldados de la División Littorio y trasladado al campo de concentración de Los Almendros, donde permaneció hasta el 4 de abril de 1939 en condiciones extremas. La aventura de Arturo no terminó ahí. Gracias a una red anarquista de falsificación, logró escapar y regresó clandestinamente a Madrid, donde se reencontró con Julia. Pero la felicidad duró poco: el 14 de junio de 1939, mientras la esperaba en una cafetería, fue finalmente detenido por el Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) y trasladado a la cárcel de Comendadoras, donde comenzó el proceso que culminaría con su fusilamiento en 1940. Julia en Chiva. / Herederos de Arturo Lodeiro/ L'Encobert La primera denuncia contra la dictadura En prisión, según recoge López Camarillas, Arturo fue torturado y obligado a firmar una falsa confesión en la que se autoinculpaba como miembro de la llamada 'checa' de Fomento. La investigación demuestra, sin embargo, que su nombre no aparece en la documentación oficial republicana como miembro de ningún tribunal popular y que él mismo se retractó ante el juez, denunciando las torturas. Aun así, fue condenado a muerte en consejo de guerra sumarísimo. Y aquí aparece la última sorpresa de 'Estiu del 37'. El libro ha recuperado una denuncia formal realizada por su propio hermano, Baldomero Lodeiro, oficial del ejército franquista. En ella afirma que encontró a Arturo en estado deplorable tras las palizas y que prohibió a los agentes continuar con las torturas, amenazándolos con informar al mismísimo Franco. Según López Camarillas, se trataría de la primera denuncia documentada de un militar franquista contra su propio régimen por torturas, un hecho excepcional en la historia de la dictadura. Baldomero actuó en secreto y Arturo nunca supo hasta qué punto su hermano se jugó su carrera por él. En vano. Tampoco fue el único. El padre de Arturo, Manuel Lodeiro Frey, capitán africanista retirado, escribió al ministro del Ejército, José Enrique Varela, para calificar el proceso contra su hijo como un "gravísimo error" y denunciar el comportamiento de la policía. No solo no fue escuchado, sino que se le abrió una causa por auxilio a la rebelión y fue despojado de sus condecoraciones. Una boda al borde de la muerte Ya nada podía salvar a Arturo. El 25 de febrero de 1940, mientras él permanecía en la cárcel, nacía su hija. Dos meses después, con la pena de muerte ya confirmada, Arturo se casó por poderes con Julia en prisión. Fue fusilado el 27 de abril de 1940 en el Cementerio del Este de Madrid. Antes escribió una carta de despedida a su mujer: "Cuando hables a nuestra Julina de mí, dile que su papaíto la quería mucho… No la eduques en la venganza". El capellán Gordon Picazo envió a Manuel, su padre, una postal "felicitándole por la santa muerte de Arturo, que fue cristianísima y sincera". El padre recibió el cuerpo para enterrarlo, pero nunca avisó a su nuera. De hecho, tras regresar a España después de su exilio en Brasil y Suiza, Julia murió pensando que su marido yacía en una fosa común. Seis décadas después, José Manuel, sobrino de Arturo, entró en contacto a través de la asociación Memoria y Libertad con Julia Mota —nieta e impulsora de la recuperación de la memoria de Lodeiro— y acompañó a la familia hasta la tumba. Las 700 fotografías de 'Estiu del 37' valen como dignísimo epitafio.
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