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» Elterritorio
Fecha: 23/11/2025 17:18
El ingeniero Hugo Sand subrayó la importancia de apuntar a cultivos sustentables y evitar la dependencia. Alertó que los colonos corren el riesgo de desaparecer domingo 23 de noviembre de 2025 | 6:05hs. Hugo Sand es el presidente de la Asociación de Productores Agropecuarios de Misiones (Apam). La chacra de Hugo Sand, en el límite entre Oberá y Guaraní, sintetiza aquello que el naturalista Alberto Roth pregonaba en sus famosas cartas: “La chacra del misionero debe ser una extensión inteligente del monte”. Don Alberto hablaba de ecología y conservación, de respeto y amor por el privilegiado entorno natural de esta provincia cuya tierra entrega tantos beneficios. “Con mi hijo Iván trajimos el monte hacia el teal. Anulamos dos líneos de té que no cosechamos y ahí plantamos árboles y flores para que vengan los polinizadores, para que haya más vida. Una mirada holística, integral”, remarcó el ingeniero Sand. Y si esa riqueza compartida en dos líneos de té complica la cosecha mecánica, todavía mejor, porque “así volvemos a lo artesanal y le podemos dar trabajo a la gente que necesita”, subrayó asimismo el presidente de la Asociación de Productores Agropecuarios de Misiones (APAM). De esa filosofía está impregnada la idea de las chacras multiproductivas, donde conviven cultivos para al autoconsumo con la yerba, el té y forestación, por ejemplo. “Siempre las chacras misioneras tuvieron producción muy diversa. En la Pampa Húmeda hacen miles de hectáreas de soja, de maíz o trigo, pero acá la producción es muy diversa. Es algo intrínseco en el productor”, opinó Sand. Al mismo tiempo, el histórico productor misionero manifestó que “las chacras multiproductivas son las viejas chacras integradas de muchas décadas atrás, que para determinados sectores funcionan muy bien, como los productores de las ferias francas, pero no creo que sea algo masivo para todos los colonos”. Biofertilizantes En diálogo con El Territorio, Sand también subrayó la importancia de apuntar a lo natural, a los cultivos sustentables, reeducar al colono y evitar la dependencia de terceros. “Estoy convencido de que hay que rescatar la semilla criolla, las nativas, evitar los transgénicos. Apuntar a la producción de biofertilizantes, pero no de la Biofábrica, porque eso sería sacar al productor de la dependencia de la agropecuaria de un privado para ser dependiente de la agropecuaria del Estado”, indicó. Por ello, hizo hincapié en un cambio de paradigma: “Tenemos que enseñarle al colono cómo hacer su propio laboratorio con un tambor de 200 litros, estiércol de vaca fresco que no le haya tocado el sol para que no lo esterilice -porque ahí están todos los microorganismos que necesitamos-, polvo de piedra, agua y una fuente de energía, que puede ser miel de caña”. Con su conocimiento como ingeniero y la experiencia de toda una viva en la chacra, Sand explicó que la tierra misionera es muy pobre químicamente, pero de gran riqueza física, por lo que se requiere fertilizar el suelo. “Para producir un kilo de materia vegetal, necesitamos miligramos de determinados nutrientes que el suelo ya naturalmente perdió porque es químicamente muy pobre y porque se aceleró por el mal manejo. Entonces tenemos que ir a comprar los fertilizantes, pero eso no es sustentable porque somos dependientes de las agropecuarias. Entonces tenemos que hacer nuestros biopreparados, biofertilizantes”, subrayó el productor. “Libertad al productor” Así, en un lapso de 40 a 60 días, ese laboratorio-tambor que citó se convierte en un “gran estómago que va a producir una fermentación anaeróbica, sin oxígeno. Después colás el preparado y hacés una dilución de uno a cinco litros en cien litros de agua, y con eso pulverizás, y con eso le das libertad al productor”. “Es un conocimiento que está oculto, porque si se conoce de manera masiva, chau negocio de las multinacionales. Y el conocimiento hace libre al hombre, por eso tenemos que fomentar las chacras subversivas. Las chacras subversivas, pero desde el conocimiento”, apuntó el histórico dirigente agrario. Su mirada del sector trasciende la coyuntura, es filosófica. Por ello, instó a llamar “buenezas” en vez de malezas a las plantas que crecen entre los cultivos. “Esas buenezas son protección del sol y de la energía cinética de los chaparrones que golpean la tierra; la gota pierde la energía, escurre lentamente y puede penetrar en el suelo sin erosionar. Debemos tener una mirada holística de la chacra, no sólo reduccionista”, remarcó. Cambiar el rumbo para que vuelvan las mariposas, indicadoras de salud ambiental, hoy casi en extinción En ese contexto,el ingeniero Sand instó a los profesionales, de los más diversos rubros, a que hojeen los álbumes de fotos familiares, donde la gran mayoría encontrará un vínculo con la chacra. “Que se comprometan y asesoren en lo que puedan al productor, que haya una devolución social a la gente que está en la chacra y que hoy está corriendo serio riesgo de desaparecer”, alertó. “Lo que sabe un colono misionero. Sabe cambiar un filtro de tractor, cambiar gomas, arreglar un carburador; sabe castrar, sabe injertar, sabe plantar, en qué luna se cosecha; sabe alambrar, hacer construcciones rurales, hace tajamares, da de comer a los peces. El colono tiene un conocimiento extraordinario, y cuando digo el hombre, digo la mujer y la familia. Cuando perdés un misionero que trabaja en la chacra, no lo volvés a recuperar más porque eso no se forma en la escuela. Ese conocimiento se aprende de niño y creo que debemos valorar y rescatar esos conocimientos”, concluyó. Crítica al gobierno nacional El productor Hugo Sand fue crítico con las políticas para el sector que impulsa el presidente Javier Milei, aunque reconoció que “hay muchos colonos que creen que hay que darle tiempo. Yo pienso que no, que cuanto antes tenemos que revertir este proceso porque el colono va a empezar a vender su tierra”. En ese contexto, criticó las restricciones al Instituto Nacional de la Yerba Mate (Inym). “Con sus cosas buenas y malas, el precio del Inym siempre acompañó la inflación, siempre se respetó el costo de producción y lo que variaba era el costo de utilidad”. “Ahora estamos muy lejos de eso. Se fijó un costo que llega a 400 pesos y pico para el kilo de hoja puesta en secadero, pero en Oberá se vende a 150 pesos el kilo”, graficó el productor. Compartí esta nota:
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