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Rio Negro » Adn Rio Negro
Fecha: 23/11/2025 09:40
(ADN).- “La democracia no está funcionando bien: es un verdadero fin de ciclo”, declaró Ricardo Lorenzetti, integrante de la Corte Suprema de Justicia de Argentina, durante una entrevista con Tomás Rebord en el canal de streaming Blender. El magistrado advirtió sobre el deterioro institucional que atraviesan las democracias occidentales y propuso abrir nuevos debates para encarar reformas que permitan fortalecer y actualizar el sistema democrático ante los cambios sociales, tecnológicos, económicos y ambientales. Lorenzetti consideró que el diagnóstico es claro: “Occidente está en una situación donde hay un deterioro institucional importante. Y esto va a afectar a la gente”. Según su visión, el fenómeno no es exclusivo de la política. Cuando le preguntaron si el deterioro institucional también alcanza a la justicia, el cortesano respondió: “Sí, claro. Por eso creo que hay que debatir, porque la idea de la independencia del poder judicial hay que replantearla”. Planteó que cada vez existe una mayor intención de imponer personas en puestos clave: “Hay mucho… cada vez más se pretende imponer personas, lo que vos decís, yo te pongo para que cumplas esta función. Eso pasó, por ejemplo, en Estados Unidos, en la Corte, que es un retroceso importante, en México, en España, en muchos países”. Para Lorenzetti, el Poder Judicial debe mantener el apego a la Constitución y a una interpretación cuidada de los derechos sociales, los derechos humanos y la situación de los jubilados. “La Constitución es clarísima, no hay que salirse de ese parámetro. Nosotros hemos sido muy cuidadosos en eso y yo estoy realmente tranquilo”. No obstante, diferenció la labor de la Corte Suprema del funcionamiento general del Poder Judicial, al destacar la necesidad de reformas institucionales para ajustar la democracia. El ministro de la Corte amplió su análisis histórico: mencionó que en el siglo XX la figura del Estado era la de un “padre protector”, que garantizaba igualdad y prestaciones sociales. “Después, esa idea del padre protector se transformó en un padre fracasado. La percepción que hay en la sociedad hoy es que es un padre fracasado. Ese padre fracasado es un padre donde el Estado está paralizado por una multiplicidad de cambios que existen. Y entonces tenemos una idea de vetocracia, es decir, es más importante la capacidad de veto que la de gobernar en casi todo Occidente”. Lorenzetti alertó que la reacción social fue dirigirse hacia un “padre enojado”, figura que traduce el malestar social y la desconexión que hoy caracteriza a las instituciones y la dirigencia frente a la sociedad. Aseguró que esta desconexión ya es visible en todo Occidente y que “la expectativa hoy no es más la relación entre elección, elector y representante, porque la gente por ahí no le importa quién gana, le importa quién gobierna”. El ex presidente de la Corte identificó un escenario de crisis política donde la representación se volvió precaria y las elecciones se ganan con una “minoría” del electorado. “Se ganan las elecciones con un veinte, treinta por ciento de un sesenta. Es lo contrario a la democracia”, reflexionó. Subrayó que la dirigencia política de las últimas décadas está superada y los discursos tradicionales quedaron obsoletos: “Siguen con un discurso que no se ajusta a la realidad… Luchan contra la sociedad para imponer un discurso que está desactualizado”. Un punto central de su análisis fue el cambio en la base social: “En el siglo veinte tenías homogeneidad. Tenías la clase obrera con un partido político de la clase obrera, la clase media con un partido de la clase media. Hoy eso se disolvió, es como un big bang”. Para Lorenzetti, la fractura de la homogeneidad generó “microidentidades” y nuevas formas de representación política, lo que devino en mayor fragmentación y caos sistémico. Citó el ejemplo de las identidades individuales dentro de la clase obrera, donde los reclamos ya no son colectivos sino personales: “Las desigualdades hoy no se sienten como clases, se sienten como individuos”. El impacto de la tecnología fue otro de los cambios señalados. “Casi todo el siglo veinte vivimos en una etapa tecnológicamente calma. Pero a partir de 1990, donde nace Internet, la aceleración es excepcional”, detalló el magistrado. Hizo hincapié en que esta aceleración dejó fuera del sistema a muchas personas y que hoy “nadie tiene la menor idea de a dónde va”, ya que la creación tecnológica “está en manos de los tecnólogos”. Por primera vez, según Lorenzetti, “una generación le enseña a la anterior” y la juventud asume roles de poder global a través de la innovación. El supremo alertó sobre nuevas formas de control social facilitadas por la digitalización y las grandes plataformas. Como ejemplo, mencionó el sistema de “tarjeta de puntuación social” que existe en China, que asigna puntos a las personas según su comportamiento: “Es un control social enorme que abrió un debate fenomenal”. Comparó estos mecanismos con una visión menos orwelliana y más huxleyana, donde la entrega voluntaria de datos se convierte en una fuente de dominio: “Fijate que hoy es notable, los chicos hoy no cuestionan la desigualdad en la riqueza, la quieren imitar”. Otro cambio destacado fue el surgimiento de las microidentidades y la crisis de los grandes relatos sociales o políticos. “Mi generación creía en el cambio social hacia el socialismo o el capitalismo. Ahora no. Nadie cree en las teorías de desarrollo progresivo. Los chicos creen en las microidentidades, son microidentidades. Se identifican, por ejemplo, por ser vegetariano, feminista, seguidor de Messi o de una marca”. En paralelo, Lorenzetti remarcó la crisis ambiental y el impacto de las energías y la economía en este nuevo escenario. Sostuvo que el cambio es tan profundo que afecta también a la geopolítica: “En el siglo veinte se hablaba de la globalización y ahora se habla de los nacionalismos. Si vos tenés un cambio en los cinco grandes sistemas y seguís diciendo lo mismo que antes, evidentemente no te escucha nadie”. Frente a este panorama, el juez consideró fundamental repensar la democracia para fortalecerla y evitar que siga perdiendo eficacia y legitimidad social. Citó el libro “Cómo mueren las democracias”, de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, para advertir que las democracias rara vez caen por un golpe de Estado, sino por “inanición”, es decir, por la pérdida de entusiasmo y la instalación de una “era de la desilusión”. Lorenzetti insistió: “Hay que reaccionar y fortalecer la democracia y redimensionarla para hacerla más fuerte”. Para él, uno de los debates centrales es repolitizar la democracia, enfrentar el desencanto y la fractura social con reformas y autocrítica profunda. Negó que los fenómenos electorales actuales sean permanentes y los vinculó al enojo social generalizado: “No es Milei, la sociedad está enojada. Y el gran problema es que todos los que la hicieron enojar porque fracasaron, ninguno hace una mínima autocrítica”. Lorenzetti subrayó que el desafío de la época es el de “abrir debates” que permitan conducir democracias heterogéneas, con reglas actualizadas que protejan la diversidad, la privacidad y los derechos frente a un mundo cambiante. Para Lorenzetti, fortalecer la democracia es clave para enfrentar este fin de ciclo y evitar una mayor desconexión entre instituciones y sociedad.
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