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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/11/2025 03:18
“Me dijo que ya estaba apto para invitarme a salir”: el inicio de la historia de amor entre Priscila Crivocapich y Roberto Moritán “Infinitas”, sonríe Priscila Crivocapich. Porque no le resulta posible hacer el cálculo sobre cuántas veces tuvo que deletrear su apellido -de origen yugoslavo- en cualquier circunstancia: en la escuela, durante un trámite; al dar una entrevista como modelo o al hacerla ahora, que es periodista deportiva. Pero de inmediato aclara: “Se escribe tal cual se lee; así que si lo leés, ya te sale” En Telefe, donde se luce en la coberturas deportivas -como la Libertadores, Copa América, Mundial Sub 20 y fútbol femenino, entre tantos otros eventos-, los productores la anotan como “Priscila Crivo”. “Sino, es eterno”, justifica la conductora del ciclo Gol de medianoche, en la pantalla chica, y de Nada más, en el streaming. Al igual que su carrera, que la llevó a vivir en Italia y Estados Unidos, el asunto trascendió las fronteras. Gracias al canal, tuvo la posibilidad de hacerle un reportaje a Novak Djokovic, para muchos, el mejor tenista de la historia. Y el serbio -que también sufrió con las malas pronunciaciones- le terminó preguntando por su apellido. “Yo lo dejo a elección: el que quiere me dice Crivocapich; el que quiere, Priscila solo. Y sino, Crivo. En el colegio éramos las Crivo, porque somos cuatro hermanas mujeres", recuerda esta neuquina de 42 años y 1,76 de estatura, quien hoy está feliz y enamorada de Roberto García Moritán, ex esposo de Carolina Ardohain. Priscila junto a Roberto García Moritán —¿Cómo fue la infancia, Pri? —Súper linda. Como las hermanas somos todas muy seguidas, nos divertimos mucho. Ellas son mis mejores amigas. —Mamá, maestra jardinera. —Sí. —¿Y papá? —Militar. Ex militar. Hoy tiene una empresa de seguridad. Él siempre quiso el varón, pero nunca le llegó. Mi mamá es muy hermosa, muy bella, y él siempre fue súper celoso, muy cuida. Y de nosotras, imaginate: cuando empezaron a llegar los novios... —En esa adolescencia, ¿cuál fue el peor dolor de cabeza que les diste a tus padres? —No, siempre fui muy prolija: en el colegio nunca me llevé ni una materia. Después, el paso del colegio a mi trabajo como modelo les costó, más que nada por ser tan chiquita. En ese momento yo me sentía regrande, pero en realidad, era chica. —Nacés casi con el inicio de la democracia. Con un papá militar, ¿se hablaba de política en tu casa? ¿Cómo se vivía todo eso? —Tengo cero recuerdo de esas cosas. Y en esa infancia muy feliz, nos íbamos mudando a diferentes destinos: nací en Neuquén, dos de mis hermanas en Santiago del Estero, la más chica en Olavarría; mi papá es de Buenos Aires, mi mamá santiagueña. Después, también vivimos en San Nicolás. —¿Se mudaban por el trabajo de tu papá? —Sí, sí. —Y tu etapa de modelo les costó. ¿Cuál era la fantasía de ellos? ¿Qué estudiaras algo? —Mi papá soñaba con alguna hija abogada, que se vista de traje, y ninguna... La más chica estudió Abogacía pero no ejerció, otra es diseñadora gráfica y la otra también es periodista, aunque trabajó un rato de modelo conmigo. A mí me pusieron de condición que estudiara algo y me anoté en Diseño de Indumentaria. Pero me salió un viaje a Milán por trabajo y cuando fui, me dijeron: “Quedate”. Priscila comparte detalles de su infancia junto a sus hermanas y la influencia de su familia en su vida profesional. (Gastón Taylor) —¿Qué edad tenías? —18. (Milán) era lindísimo. Estaba Jazmín De Grazia y otras argentinas más, y fue un viaje divertido. —¿Qué pasaba cuando no quedabas en un casting? —Era frustrante, pero hasta por ahí. Viví un tiempo en Milán, también en París y en Nueva York mucho tiempo, entonces, ahí tenías ocho, 10, 12 castings por día. Son 25 “no” y por ahí, un “sí”. Y cuando el “sí” es bueno, te olvidás de todo y decís: “Bueno, vale la pena”. —¿En algún momento trabajar con tu cuerpo y con tu estética fue difícil? —Los tiempos cambiaron mucho y la carrera fue mutando. No es lo mismo hoy a cuando empecé a trabajar como modelo, a los 20 años. Ahora está todo más permitido, pero en mi época la modelo era hegemónica: flaca, alta. Por ejemplo, en los desfiles yo no quedaba porque, aunque soy alta, no cumplía la altura que debía tener. Entonces, en ese momento me iba y trabajaba en otro lado. Por suerte, todo cambió. —¿En algún momento te afectaron esas exigencias? —No, porque para mí el cuerpo nunca fue una exigencia. Si las ves a mis hermanas, también son todas flacas y altas; mi mamá es así. Entonces, nunca fue un tema para mí decir: “Tengo que bajar de peso o cuidarme para...”. Siempre con mis cuidados, pero los fui buscando yo, para sentirme mejor. Priscila Crivocapich con Tatiana Schapiro en Infobae (Gastón Taylor) —¿Y en qué momento lo viste a tu papá por primera vez orgulloso de vos profesionalmente? —¡Ay, qué difícil! Mi papá es un osito de peluche, pero lo ves y es rígido, serio. —¿Le costaba este camino que vos estabas decidiendo? —Y... le costaba, le costaba. Pero por ejemplo, en el 2014 cubrí (como periodista deportiva) el Racing campeón. La gente del club siempre me invitaba a los grandes eventos y una vez lo llevé a mi papá. Él es de Racing y cuando me vio en el campo de juego haciendo una presentación, se le cayó la baba. —Apareció ahí, en Avellaneda, y no antes, en Nueva York ni en Milán. —No, no, no (risas). —Te casaste muy chica. —Sí, ya casi que no me acuerdo (risas). Como que fue en otra vida. Era chica y además era otra época, otra crianza: yo creía que era más Susanita. Me casé sin ser muy consciente de lo que estaba haciendo. Tenía 21 años y a esa edad estás empezando a definir qué querés hacer en tu vida. Así fue como al toque me divorcié, aunque me costó tomar la decisión, por miedo o porque te acostumbrás. En ese momento, decir “me divorcio”, era un montón. —Casarte era un montón, divorciarte era un montón. Ahí me lo mataste de disgusto a tu padre... —Sí (risas). —Y después, ¿tuviste un tema de plata con otra pareja? —Ah, sí. Tuve otra pareja con la cual conviví y sí, tuve un tema ahí. Se portó mal. Me dolió un montón, no se portó bien conmigo, pero bueno, será su tema: que lo resuelva él, a lo largo de su vida. Eso también le dolió mucho a mi papá. —¿Por el impacto de lo que había pasado, porque era la situación era económicamente importante o por la traición hacia vos? —Por todo. La palabra de alguien para mí vale un montón, y cuando sabés que algo no es tuyo... Era una persona que había tenido las puertas abiertas de mi casa, conocía a mi familia, todo, todo. —¿Era mucha plata? —Era, era, sí. Pero bueno, ya pasó. Y se recuperó. Trabajando, se recupera. —¿En ese momento, qué pasó con esa Susanita? —Está... (risas). Aprendí a no planificar las cosas, a ir pasando mi vida con crecimiento personal y después, lo que me acompaña es parte del proceso. Entonces, sigue presente, pero no sé si la palabra Susanita me sienta. "Nos divertimos mucho ambos juntos", asegura Priscila sobre su relación con Roberto Garcia Moritán. —¿Cómo te enamoraste de Roberto? —Nos presentó un amigo en común. Yo venía soltera desde hacía un tiempo y le dije a mi amigo: “Ay, presentame a algún amigo”. “Tengo a alguien para presentarte, pero no ahora”, me respondió, pero no me dijo quién era. Era noviembre, vinieron las Fiestas, el verano, trabajo, vacaciones, y me olvidé. Hasta que en abril me escribió él, Roberto, y me dijo que le habían dado mi teléfono, que ya estaba apto para invitarme a salir, y que si seguía pasando el tiempo capaz que yo ya me ponía de novia con otro, entonces, no quería dejar pasar la oportunidad de conocerme. Ahí fue que salimos. Y entendí que mi amigo me hablaba de él, entendí toda esa parte. (Roberto) me invitó a comer y fue muy caballero. Me gustó. —¿Es caballero? —Sí, ultra caballero. —¿Es romántico? —También. Es cariñoso, es dulce. Me dijo que por una cuestión de que los dos éramos públicos, la invitación era a comer adentro. Porque, ¿adónde íbamos a ir? A ningún lado. Entonces, fui a comer a su casa. Me vino a buscar, aunque vivimos muy cerca, a la vuelta. —¿Cocinó él? —No. —¿Pidió sushi? —Sí. Me preguntó si comía carne, le dije que no, pero que sí comía pescado. —¿Te quedaste a dormir? —No, no. Me llevó a mi casa, no sé a qué hora. —¿Hubo beso? —Hubo beso, sí, sí. Ahí empezamos a salir y después fluyó hasta el día de hoy. —¿Estás contenta? —Estoy bien. Sí, sí. —¿Qué te pasó cuando se supo públicamente que estaban saliendo? —En mi casa ya sabían. No es que mi papá abrió un portal y se enteró. —¿Fue una decisión contarlo al mundo o se filtró? —Se filtró. Solía estar todo puertas para adentro, pero no sé, se filtró. —En algún momento se pusieron de novios oficialmente. —Sí. ¿Pero sabés que no me acuerdo? O sea, se dio natural. Fluyó. —¿Conociste a sus hijos? —Sí. —¿Y qué tal? —Bien, bien. Tenemos buena relación. —Es todo un momento conocer a los hijos de tu pareja. —Sí, pero como todas las cosas fluyeron de manera natural, entonces no lo tomé como un gran acontecimiento. Trato de que en mi vida todo sea así: no hacer gran dimensión, sino que pase. —¿Cómo es que la ex de tu pareja sea Pampita? —Como una ex. —¿Con Carolina ya se conocían de antes, profesionalmente? —Sí, sí. —¿Y el vínculo, cómo fluye hoy? —Bien, bien. Buena onda. —Compartieron cumpleaños de la hija que tiene con Roberto, Ana. —Sí, sí, pero todo bien. Todo buena onda. Yo me adapto a la realidad (de Roberto), que es una persona separada, tiene dos ex y está todo bien, y tienen un buen vínculo. —¿Y Anita, su hija menor? —Es una dulce. —¿Cómo es Roberto como papá? —Un 10. —¿Qué soñás con él? —Vivo mi presente, que por suerte es muy lindo, que lo disfruto. —¿Están pensando en vacaciones juntos? —Nada. Todavía no sé qué va a pasar en mi verano. —¿Estás enamorada? —Estoy muy bien (risas). Estoy bien. —¿Qué es lo que te seduce o te enamora de Roberto? ¿Qué tiene? —Nos divertimos mucho ambos juntos. —¿Cómo fue hacer el videoclip con Alejandro Sanz? —Lo hicimos el año pasado en Miami y salió este año. Fue una sorpresa, uno de esos regalos que me da mi trabajo. Alejandro es un artista que me acompañó un montón en mi adolescencia. Soy muy romántica, me encanta. Muy enamoradiza. —¿No te tiroteó un poquito? —No, no. No, no. Fue como muy… —El “no” dudoso, Priscila. —Estábamos los dos compenetrados. El videoclip era una película, eso también me divertía. Robábamos un banco, con Manuel Turizo tirando dólares para el cielo, los dos corriendo y haciendo una persecución, trepándonos en escaleras. Yo sentía que estaba en Hollywood. Con los dos nos reímos mucho y nos llevamos muy bien. —¿Es celoso Roberto? —No, no. Es parte de mi trabajo.
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