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  • La causa contra una banda expone el acercamiento de un menor de edad al narcomenudeo

    » La Capital

    Fecha: 22/11/2025 15:54

    El pasado 14 de noviembre fueron imputados tres hombres como parte de una asociación ilícita liderada por Walter "Viejo" González , un recluso que desde prisión estuvo a la cabeza de varias bandas criminales. En agosto pasado lo acusaron por liderar un grupo desde la cárcel de Piñero y por instigar el ataque a un colectivo del Servicio Penitenciario en marzo de 2024. En esa causa aparece la declaración de un joven que da cuenta de cómo, siendo menor, se convirtió en "soldadito" del grupo dedicado, entre otros ilícitos, al narcomenudeo en Rosario, Capitán Bermúdez, San Lorenzo y Carcarañá. El chico, de quien se reserva su identidad por seguridad, contó que tenía 14 años cuando lo contactaron por Instagram. Le escribió un conocido que estaba preso y lo invitó a trabajar para él. "Yo acepté porque en ese tiempo estaba apartado de mi mamá y de mi papá, porque estaba perdido en la droga ", detalló y habló de "rencor" porque su madre "hace 14 años que trabaja y nunca pudo progresar". Le ofrecieron, según recordó, dinero, zapatillas y un celular. "Para que tenga los contactos de toda la zona, de los que se drogan en la zona, que serían los clientes", contó. Uno de los adultos con los que solía mantener contacto era Joaquín Zapata, de 23 años, detenido el 6 de noviembre pasado junto a otras personas que una semana después el fiscal Federico Rébola imputó como parte de la banda del Viejo González. Sebastián Torilla, de 26 años, y Ayelén Irala, de 29 años, son los otros dos acusados por asociación ilícita, tenencia de estupefacientes, tenencia de arma y extorsión. En la causa, además de González, ya hay otras once personas imputadas. Menores en el narcomenudeo Entre las evidencias presentadas en la imputación hay testimonios que dan cuenta de las dinámicas, en general rústicas y violentas, de las organizaciones barriales dedicadas a la venta de droga. En el último eslabón de la cadena, que como demuestra esta causa comprende también un mando desde la cárcel de Piñero, aparecen menores de edad que son atraídos hacia el narcomenudeo a cambio de beneficios que representan mucho más de lo que ellos pueden obtener por otras vías. El relato de este chico, que se acercó a la banda con 14 años, está signado por la vulnerabilidad social que de alguna manera allana el camino para que se de este tipo de vínculos con organizaciones criminales. "Siempre me echaban de la escuela y me sentía re solo. Yo a los 12 años robaba celulares. El rencor que yo tenía era que mi mamá es re humilde, ella hace 14 años que trabaja y nunca pudo progresar. Nosotros no teníamos ni para comer", contó. >> Leer más: Menores y delito: una discusión que va más allá de la edad de punibilidad "Yo empecé a vender y empecé a hacer plata, empecé a agarrar clientes. En el búnker éramos dos personas por turno y trabajábamos 12 horas cada uno", recordó. Además de vender drogas hacía mandados como el traslado del dinero que recaudaba la organización. Pero en su testimonio también aparecen señales de un fenómeno que suele agravar la situación de los jóvenes que participan en este estamento del negocio: el consumo problemático de sustancias. "Cuando yo vendía consumía más de lo que ganaba", contó el joven. En ese marco, con el fin de obtener más dinero, accedió a vender en un punto de venta de Carcarañá donde le descontaban lo que consumía. "En ese búnker vendían alrededor de 6 millones de pesos y a nosotros nos daban 150 mil por semana. Como yo me tenía que pagar el remis, más lo que consumía, me volvía con 30 mil pesos por semana", recordó el chico. Salir a tiempo Desde el comienzo este chico fue atraído bajo promesas de beneficios materiales. Tal como contó: por algo de dinero, un par de zapatillas y un celular. Después entendió que buscaban a chicos como él porque a los administradores del lugar les convenía por distintos motivos. "A ellos les servía tener gente consumidora porque gastaban menos plata", explicó tiempo después. >> Leer más: Adolescentes en bandas criminales: la disputa que el Estado va perdiendo "Me decían que si yo quedaba pegado me iban a pagar el abogado", contó el chico. Así como él fue destinado a la venta, otros menores eran ubicados en inmediaciones de los puntos de venta de drogas para hacer de "satélites". " "Hay personas que cuando ven a la policía empiezan a tocar silbatos para que se alerten (los vendedores)", describió. Acaso una dinámica histórica que permanece a pesar de haber sido detallada en muchísimas causas. Lo graficó muy claro este chico: "Ese punto de venta está hace como 15 años y sigue funcionando actualmente. Varias veces lo allanaron. Entonces se empezó a vender en la vereda". El vínculo de este joven con los miembros de la organización se tensó con varios hechos violentos que incluyeron el asesinato en junio de 2024 de quien por entonces era su suegro. También le usurparon su casa debido a las deudas que había acumulado con los administradores del punto de venta. Pudo salir a tiempo, por medio de su madre y una denuncia que de alguna manera logró ponerlo a resguardo.

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