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  • La corrupción encuadernada

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/11/2025 06:31

    Los cuadernos de Miguel Angel Calvete, el "jefe para-estatal" de ANDIS El remisero Oscar Centeno hizo escuela. También la causa ANDIS tiene quien le escriba. Los cuadernos manuscritos incautados en un allanamiento permitieron acelerar exponencialmente el avance de la investigación que desnuda la matriz de la corrupción instalada en la Agencia de Discapacidad. El escribidor, en este caso, es Miguel Ángel Calvete, un oscuro lobbista de las droguerías; una suerte de funcionario paraestatal con suficiente expertise para digitar las millonarias contrataciones de medicamentos con un reducido grupo de empresas. Los cuadernos de Calvete, prolijamente manuscritos, detallan movimientos de dinero, porcentajes de retornos, nombres y contactos de empresarios y funcionarios involucrados en la trama delictiva que destapó la filtración de los audios de Spagnuolo. La tarea que el abogado Mauricio D´Alessandro lleva adelante para demostrar, mediante pericias técnicas, que los audios fueron manipulados con inteligencia artificial pierde relevancia frente a la contundente evidencia que aporta a la causa la literatura de Calvete. Uno de los cuatro teléfonos sugestivamente abandonados en la mansión que frecuentaba el ahora detenido Calvete revela la promiscuidad entre funcionarios de ANDIS y los operadores que digitaban las licitaciones, compras y jugosas coimas que alimenta el mecanismo. Los chats exhumados del celular dan cuenta de la injerencia que personas ajenas a la estructura tenían en la toma de decisiones de gestión. Calvete se manejaba como una suerte de superior jerárquico del mismísimo Spagnuolo. Daniel Garbellini Eyectado de la administración a poco de conocerse los fatídicos audios de Spagnuolo, es Daniel Garbellini la pieza clave del entramado que vincula a los lobbistas con el poder político. El fiscal Franco Picardi acusa a Garbellini de haber recibido y acatado órdenes de personas que no eran parte de la estructura formal de la ANDIS. Garbellini entró a la ANDIS en junio de 2024 como director nacional de Acceso a los Servicios de Salud. Es la persona que Diego Spagnuolo menciona en los audios del escándalo como el que “metió Eduardo Lule Menem para el choreo”. El track record de Garbellini lo muestra siempre ocupando cargos municipales, provinciales y nacionales en lugares por donde pasan convenios para la compra de medicamentos y contrataciones de servicios para personas vulnerables. Un especialista. El WhatsApp de Calvete podría articular el guión de una atrapante serie de plataforma. “Somos familia”, se lee en el chat del “Grupo Museo” que contenía las directivas que, desde el más allá, emitía un tal Pablo Atchabahian, un médico urólogo ahora detenido. Atchabahian impartía órdenes para liberar o destrabar pagos y cotizaciones que celosamente acataba Garbellini. Atchabahian no era funcionario público al asumir estas tareas. Otro inquietante capítulo es el hallazgo de crocantes USD 700.000 en la casa de Ornela Calvete, hija del susodicho y también funcionaria pública. Sin lograr aportar explicación alguna sobre el origen de esos dineros, Ornela renunció a su cargo de directora nacional de Desarrollo Regional y Sectorial del Ministerio de Economía. La muchacha Calvete también representaba al Poder Ejecutivo en la Comisión del Área Aduanera Especial. El escándalo amenaza llevarse puesto a Javier Cardini, también funcionario de Economía, pareja de Calvete y cercano a Santiago Caputo. Javier Milei dijo que en el Gobierno hay “absoluta tranquilidad” en relación a la reactivación de este tema. Según el Presidente, “hay mucha mala intención política en mostrar las cosas como no son. Nosotros estamos tranquilos”. En el mientras tanto siguen saliendo a la luz detalles inquietantes. La pregunta clave sobre la que gira la intriga de la sitcom política del momento es quién y por qué fue designado Daniel Garbellini en un puesto tan sensible. Tiempo al tiempo. Esto recién empieza y, como dijo Milei en relación con esta historia, “la verdad pronto saldrá a la luz”. De verdades que salen más tarde que temprano sabe, y mucho, Cristina Fernández de Kirchner, quien en estos días ameniza sus horas en cautiverio siguiendo vía Zoom la causa de los Cuadernos que la tiene como protagonista principal. La lectura de los testimonios de los arrepentidos permite reconstruir cómo fue, hora a hora y locación por locación, el trayecto de los bolsos y valijas cargados de contante y sonante. Los itinerarios del físico hasta llegar a las bóvedas K quedan certificados en las imágenes registradas en el celular de Centeno. Un videasta. Todavía no se sabe cómo esta impactante exposición de testimonios repercutirá en la sensibilidad de tanto K aferrado a Cristina. En los tiempos que corren cada uno ve lo que quiere ver y el “roban pero hacen” no ha perdido vigencia. Los jueces parecen no dar abasto para entender en tantos y tan penosos asuntos. El regreso al país de Fabiola Yáñez, quien fue en los hechos primera dama de la Argentina durante la última administración kirchnerista, aportó a la conversación pública un revuelo pochoclero. La comidilla mediática —tan sabrosa como tóxica— fue alimentada por declaraciones cruzadas de ambos miembros de la pareja presidencial. Un asunto de ribetes escabrosos, que el mismísimo Alberto Fernández se encargó de remixar respondiendo acaloradamente a cada una de las denuncias de la atribulada madre de su hijo. Los roles de víctima y victimario terminaron confundidos en una refriega a cielo abierto que no sería de público interés si la seguidilla de maltratos y miserabilidades que se prodigaron no hubiera ocurrido durante la cohabitación en la sacrosanta residencia presidencial. Fernández está cerca del juicio oral por la causa de violencia de género, un asunto en el que lleva todas las de perder. Los tejes y manejes con los que el ex presidente pretende neutralizar a “mi querida Fabiola” se estrellan, no obstante, contra una verdad incontrastable: la insalvable asimetría de poder que los distancia y que deja a Fernández en el peor de los lugares. Como ocurre con los audios de Spagnuolo, las fotos de los moretones de Fabiola pasan a ser un dato menor frente a la evidencia de la golpiza emocional que parece haber sufrido la muchacha en cuestión y de la que los profesionales que peritaron su estado han dado fe. La acalorada irrupción de Fernández en el espacio mediático no logró desviar a los jueces de las cuestiones más urgentes. Esta semana la Sala II de la Cámara Federal porteña confirmó el procesamiento de Fernández en la causa de los seguros. El tribunal de apelaciones considera acreditado que Alberto Fernández fue un eslabón central en el entramado delictivo que hizo posible la recaudación y distribución de fondos públicos mediante el irregular direccionamiento en la contratación e intermediación de seguros tomados por distintas reparticiones públicas en Nación Seguros SA. También en este caso fue un celular —el de María Cantero, histórica y privadisima secretaria de Alberto Fernández— el que aportó elementos a la Justicia para avanzar en las dos causas que lo comprometen. “Ya me ocupo”, se lee en uno de los fatídicos intercambios digitales. Eso le responde el entonces presidente a su secretaria frente a la preocupación por la posible pérdida de un contrato de Nación Seguros con el Ministerio de Relaciones Exteriores. Héctor Martínez Sosa, el marido de “mi querida María”, fue el intermediario en las millonarias contrataciones. “Todo tiene que ver con todo”, diría CFK si le quedara margen para mirar más allá de su propia y patética situación. Cualquier parecido con la ficción es pura realidad.

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