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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 21/11/2025 10:57
"Halmoni: la revolución de las abuelas coreanas", de María del Pilar Álvarez Halmoni: la revolución de las abuelas coreanas, de María del Pilar Álvarez, es la primera investigación en español que aborda el sometimiento de más de 400.000 mujeres, en su mayoría coreanas, a la esclavitud sexual por parte del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. El libro describe cómo estas víctimas, conocidas como “mujeres de consuelo”, formaron parte de una red de trata oficial que se mantuvo oculta durante décadas debido al peso de una cultura patriarcal que estigmatizaba a quienes habían sufrido estas violencias. Halmoni. La revolución de las abuelas coreanas Por María del Pilar Álvarez eBook $ 7,99 USD Comprar Álvarez analiza el proceso de modernización de Corea bajo el dominio japonés, los cambios producidos por la guerra y el funcionamiento del sistema de esclavitud. El texto también explora el silenciamiento posterior, el surgimiento del feminismo y su vínculo con la lucha de las sobrevivientes, así como las respuestas de los gobiernos y la persistencia de los reclamos de memoria y justicia. A ocho décadas del fin de la guerra, las historias de las “mujeres de consuelo” se han transformado en un símbolo de resistencia y en una referencia para el reconocimiento de las injusticias de género en Asia. Licenciada en Ciencia Política y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires, Álvarez realizó además el magister en Estudios Coreanos por la Universidad Yonsei de Corea del Sur, país en el que vivió seis años. Realizó estancias de investigación en Japón, China continental y Taiwán. Es investigadora del Conicet, directora de la Diplomatura y de la Maestría en Estudios Coreanos de la Universidad del Salvador, profesora en la Universidad Nacional de San Martín y en la Universidad Di Tella. La presentación de Halmoni: la revolución de las abuelas coreanas, editado por Debate (Penguin Random House), se realizará el viernes 28 de noviembre a las 18 horas en la librería de Fondo de Cultura Económica (Costa Rica 4568, Ciudad de Buenos Aires). A continuación, un fragmento del libro: María del Pilar Álvarez Toda historia tiene un comienzo El 29 de diciembre de 2005, se estrenó en Corea del Sur la película Golondrina azul, del director coreano Yoon Jong-chan. Su propuesta era controvertida: ¿Cómo narrar la vida de las “mujeres modernas” coreanas durante el gobierno colonial japonés emancipándolas del sistema de poder colonial? ¿Cómo trascender la tensión entre colaboracionistas y movimientos de resistencia? El filme cuenta la historia de la primera aviadora coreana, Park Kyung-won, un personaje incómodo. Las primeras imágenes en blanco y negro muestran la ocupación japonesa en su pueblo natal. Ella es una niña alegre, no parece preocupada al ver las tropas con la bandera del sol naciente. Sueña con volar, sueña con ser una ninja. Su aspecto, su ropa y su vida campesina no me recuerdan en nada los testimonios de las mujeres esclavizadas sexualmente por la Armada Imperial de Japón, salvo por una escena donde el padre de Park se enoja con ella porque quiere estudiar. Había familias que se oponían a la educación de las mujeres. Una “mujer de consuelo”, Mun Pilgi, nacida en 1925, catorce años después que Park, cuenta que su padre no la dejaba ir a la escuela. Decía que si las mujeres estudiaban, se volvían astutas. ¿Quién quiere una esposa desafiante? Para hacer las tareas del campo y del hogar no es necesario saber leer ni escribir. Ella le insistía a su madre, quería aprende. Un día, su madre vendió mucho arroz en el mercado y, con ese dinero, le pagó la escuela. No había educación gratuita. Mun asistió hasta que su padre se enteró. Entró un día furioso al aula, la sacó de los pelos, al llegar a la casa quemó todos sus libros y la echó. Ella pudo regresar recién cuando le prometió que jamás volvería a pisar una escuela. Hasta sus últimos días le recriminó por no haberla educado. ¿Hubiera tenido una vida mejor? La historia de Park parece ser una respuesta afirmativa. La educación le dio movilidad social, independencia y sueños propios. A pesar de la prohibición del padre, ella estudió en la escuela para niñas de la iglesia presbiteriana estadounidense. Luego, se convirtió al cristianismo. En la película, viste con ropa occidental: pantalones, camisas y chalecos de traje a la moda de la época, cabello corto y ondulado, sombreros, y hasta tiene un vestido rojo ajustadísimo que luce de manera elegante y atractiva durante un evento oficial de la fuerza área japonesa. Además, mientras estudia en el instituto de aviación de Kamata, en Japón, sale con amigos a beber y bailar, fuma, coquetea con quien deviene su novio coreano, interactúa y enfrenta a los hombres con una actitud de igualdad impactante, vive sola, arregla automóviles y trabaja como chofer de taxi. Habla en un japonés perfecto; si no fuera porque utiliza su nombre corea no, nadie sospecharía sobre su origen. Las imágenes de la ciudad acompañan la postura moderna de la protagonista. Las calles, los negocios, los carros y la ropa de los transeúntes representan un Japón relativamente desarrollado. Las escenas de discriminación no son decisivas ni le dan forma al relato. Después de rechazar la propuesta matrimonial de su novio para priorizar su carrera profesional, Park fue convocada para realizar el primer vuelo desde Japón hacia Manchuria. El 7 de agosto de 1933, despegó del aeropuerto internacional de Haneda, llamado Golondrina Azul. Se estrelló a los 42 minutos, cerca de Hakone. Falleció en el acto. “¿Por qué eligió una profesión tan peligrosa?”, se pregunta el director en una entrevista. Él mismo se responde diciendo que ella “quería ser libre”. Tuvo una vida breve, pero intensa, llena de libertad. Quizá podría haber sido una heroína y un símbolo de la emancipación femenina, pero las últimas fotografías originales de archivo la muestran parada en el asiento del biplano Salmson 2A2 agitando un mástil pequeño en el que flamea una bandera blanca rectangular con un gran círculo rojo en el medio. Hacía ya casi dos años que había comenzado la guerra de avance de Japón en Asia. A pesar de las buenas actuaciones, la narrativa original y dinámica, la cuidadosa puesta en escena y el gran presupuesto invertido, el filme no tuvo el éxito esperado. Yo cursaba la materia Colonialismo en Corea cuando mi profesor, quien luego fue mi tutor de tesis, me comentó del revuelo mediático que estaba provocando Golondrina azul. Era marzo de 2006 y seguían publicándose noticias en blogs que criticaban la mirada condescendiente hacia la ocupación y hacia el colaboracionismo de Park. La película tenía aparentes omisiones a su vida personal y profesional que despertaban la furia del espectador instruido. Para sumar más disgustos, su instructor en la academia de aviación había sido Koizumi Matajiro, abuelo materno del por entonces primer ministro de Japón, Junichiro Koizumi, considerado un negacionista por amplios sectores de la población coreana. Mi profesor llevó la controversia al aula al incluir una serie de textos sobre las múltiples modernidades, la colaboración y el nacionalismo. Hasta ese momento, lo único que había escuchado sobre los años de ocupación en la voz de los coreanos era negativo: “Nos sacaban hasta las tierras”, “se llevaban nuestros cultivos”, “nos obligaron a usar nombres en japonés”, “tuvimos que ir a la guerra en nombre del emperador”, “no había comida”. Fascinada por el debate que había suscitado el filme no solo en los medios, sino también en la clase, decidí investigar y especializarme en la memoria histórica poscolonial y en los vínculos entre Corea y Japón. ¿Se puede ser libre trabajando para un gobierno que violenta a las mujeres? ¿Las oprime el colonizador, la cultura de los colonizados o ambos? ¿La modernidad las emancipó? ¿Park era responsable por haber volado en nombre del Estado opresor? ¿Había traicionado a su patria por pensar solo en su ambición individual? ¿Cuál es el precio de la libertad de género? Para contestar a todos esos interrogantes necesitaba conocer mejor el mundo de las mujeres coreanas, especialmente en la modernidad. Y en ese aprendizaje me cautivó una historia que Golondrina azul omite por completo: la de las “mujeres de consuelo”.
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