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  • Juan Muñoz frente a las Meninas en el Prado: vuelve a casa el escultor que "robaba de la historia del arte todo lo que podía"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 17/11/2025 17:08

    Un nuevo contemporáneo se instala, temporalmente, en el Museo del Prado. Después de otros artistas de tiempos recientes como Picasso o Zóbel, es en este caso el madrileño Juan Muñoz el que sorprende a los visitantes de la pinacoteca con una exposición en la que sus esculturas dialogan con las obras y con los grandes maestros del pasado que las rodean. Y lo hace ya desde la calle, con varias piezas muy escenográficas que invitan a adentrarse en el museo y descubrir su trabajo a tan solo unos metros de las célebres puertas que hace ya casi veinte años su mujer, la también escultora Cristina Iglesias, concibió para el Claustro de los Jerónimos. Muñoz falleció en 2001, pero su legado no ha dejado de cobrar peso desde entonces. Su desembarco en el Prado, uno de los lugares más importantes para su formación e inspiración, tiene algo de regreso a casa y de culminación para una carrera que terminó demasiado pronto, cuando solo tenía 48 años. La exposición 'Juan Muñoz. Historias de Arte', que se podrá visitar desde este martes 18 de noviembre y hasta el próximo 8 de marzo, propone un recorrido por la obra de uno de los escultores más singulares del arte contemporáneo a través de casi cuarenta piezas que resumen una práctica marcada por el ilusionismo, la teatralidad y la arquitectura como espacio en el que construir sus historias. Muy influenciado por esta última disciplina, pero también por la pintura, algunos de sus referentes fueron Borromini, Bernini, Velázquez y Goya, los tres últimos presentes en el Prado, creadores que inspiraron a Muñoz para crear escenarios en los que el espectador se convierte en protagonista de escenas cargadas de movimiento y de tensión psicológica. "Puedo tomar de los artistas anteriores lo que quiera y lo que necesite... No tengo ningún problema en reconocer que la Dama de Baza es tan importante para mi obra como un tubo de neón: de la historia del arte robo todo lo que puedo". Las palabras son de Juan Muñoz, pero las recordaba este lunes el comisario de la exposición, su buen amigo y uno de sus primeros cómplices artísticos Vicente Todolí, que le conoció en 1985. Explicaba Todolí que Muñoz irrumpió en el mundo del arte "de modo fulgurante. Al cabo de dos años de su primera exposición en 1984 [en la galería madrileña Fernando Vijande, gran faro de la modernidad de la época] ya estaba exponiendo en museos". En el IVAM que él dirigía lo hizo en 1992, una de las grandes muestras que le consagró a nivel nacional. Luego lo haría, con relevancia internacional, la que acogió la sala de turbinas de la Tate Modern de Londres en 2000: sería "su Capilla Sixtina", un momento de máximo esplendor cuando apenas le quedaba un año de vida. Todolí acabaría dirigiendo esa institución británica poco tiempo después. '¿Qué hubiera hecho Juan?' Contaba el comisario que, para esta nueva exposición, la pregunta que se plantearon fue "¿qué hubiera hecho Juan en el Prado?". Porque, añadía, "el reto con Juan era el espacio: sus piezas determinan el espacio y responden al espacio, tanto físico como metafórico". De ahí que para muchas de ellas se hayan creado estancias compartimentadas que tienen mucho de escenografía, y que las otras, las distribuidas por otras zonas del museo, parezcan estar desarrollando también algún tipo de coreografía en los lugares donde se sitúan. Esculturas de Juan Muñoz en la Galería Central del Museo del Prado. / Museo Nacional del Prado En la Galería Central, delante de los Rubens, cientos de turistas caminan entre las figuras de una de sus 'Conversation Pieces' ['Escenas de conversación' , 2001] como si estas fueran otras visitantes más. Frente a 'Las Meninas', 'Sara with Billiard Table' ['Sara con mesa de billar', 1996] representa a una mujer con acondroplasia que mira de frente a la figura del cuadro de Velázquez afectada por esa misma alteración genética: igual que hay un espejo en la pintura, Sara está frente a un billar que en realidad es una mesa de luz en la que también se refleja su figura. En la construcción de la misma pintura de Velázquez se inspiró Muñoz para otra escena con espejo, en este caso de grupo: sus 'Five Seated Figures' ['Siete figuras sentadas', 1996] que también se expone en el Prado. Y buscando el vínculo con Goya, de las escaleras de Murillo que bajan a sus salas penden del techo 'Figure Hanging from One Foot' ['Figura colgando de un pie', 1999] y 'Après Degas (jaune)' ['Después de Degas (amarillo)', 1997], dos figuras con un gesto de agonía que recuerdan a las de los 'Desastres de la Guerra' del pintor aragonés. Cómo concebir la arquitectura como un marco teatral y cómo situar al espectador en relación con la totalidad de la obra, "en relación con el momento de la creación del maravillarse", fueron cuestiones siempre presentes en su práctica. El Prado como extensión del taller Juan Muñoz nació en Madrid en 1993 y en la ciudad, o en sus alrededores, mantuvo siempre su estudio. El Prado fue una especie de ampliación de su taller cuando era joven. A él acudía con frecuencia para pasear por sus salas (el concepto de paseo en relación con el arte era para él fundamental) y estudiar a los grandes maestros con pasión pero de una manera desprejuiciada. En su ciudad estudió arquitectura, pero en un momento dado se escapó a Londres y en la capital británica dio salida a su vocación artística estudiando grabado. De allí se fue a Nueva York, y a su vuelta a España fue cuando comenzó a exponer. Años más tarde pasó un tiempo en Italia, donde se centró en el estudio del Renacimiento, el Manierismo y el Barroco, las etapas que más le interesaban de la historia del arte y que ya conocía bien gracias al Prado. También fue allí donde se enamoró de Borrimini: inspirado por él, por ejemplo, empezó a situar suelos ópticos en sus instalaciones que también están presentes en algunas de sus piezas del Prado. Además de la pintura y la escultura, contaba Todolí que Muñoz se inspiraba en muchas fuentes: en la literatura, en el teatro, en el cine... Lo teatral queda claro en obras como 'The Nature of Visual Illusion' ['La naturaleza de la ilusión visual', 1994-1997], donde varias de sus célebres figuras de rasgos asiáticos se sitúan de pie frente a una enorme cortina: el espectador, que se puede mover entre ellas, se convierte en escultura y las esculturas en espectadores. También le encantaban la magia o el circo: entre sus Figuras con narices rotas hay una que hace funambulismo apoyando su cuerpo con la nariz en una botella, y otra malabarismo con reproducciones más pequeñas de sí mismo. "Sus obras son de un misterio insondable. Por eso tienen infinitas lecturas, y eso es lo que hace que sean pertinentes siempre, porque su significado nunca se agota", apuntaba el comisario. Contra los minimalistas, Muñoz reivindicaba el valor de lo figurativo, aunque también defendía que en la escultura "las figuras, cuando más realistas son, menos vida propia tienen". Por eso todas esas enigmáticas figuras a escala humana que abundan en su obra, a pesar del detalle exquisito en los rasgos físicos o en el ropaje, tienen siempre un cierto aire de fantasía. Dos de las 'Figuras con narices rotas' de Muñoz que se exhiben en el Prado. / Museo Nacional del Prado Aunque conocido por su trabajo escultórico, Juan Muñoz también practicó otras disciplinas como la performance, las piezas radiofónicas, el dibujo o la pintura. Una de las salas de la muestra está dedicada a estas últimas: hay varios dibujos de espaldas masculinas inspiradas por Ingres y que quieren reflejar la individualidad humana más allá del rostro. Junto a estos vemos otros más coloristas de muebles flotando en el aire, y otra serie más, esta monocromática, de estancias interiores de una casa que realizó sobre tela de gabardina pintada de negro. Todas tienen fondo oscuro y parece envolverlas una atmósfera de misterio. En el centro de ese espacio, una estructura de acero y cristal encierra su 'The Crossroads Cabinet' que es, a la vez según Todolí, "un gabinete de curiosidades y un gabinete de baño", porque a parte de objetos como navajas, narices o exvotos, también hay jabones o tubos de pasta de dientes tallados por él. Todolí recuerda cómo el amigo, que murió demasiado joven, decía no mucho antes de fallecer inesperadamente que su idea era "ser su propio mecenas", para así poder seguir creando más y más con total libertad. Un aneurisma en la aorta se interpuso en ese camino, pero su legado, aunque fruto de una carrera corta de apenas 17 años, sigue demostrando su vigencia y su poder, ahora en las regias salas del Prado.

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