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  • Tecnopoplítica: cómo la política debe «traducirse» para habitar también el mundo de la comunicación digital sin parecerse a las derechas

    » El Ciudadano

    Fecha: 17/11/2025 18:58

    Hace ya varios años, la tecnología habilitó una nueva forma de comunicación política: la digital. Los movimientos, divulgadores y partidos de las nuevas derechas consiguieron instalarse en ese universo de redes y plataformas con eficacia. ¿Por qué los espacios, para simplificar, progresistas, parecen estar perdiendo la confrontación de ideas en el entramado de mensajes cortos, instantáneos, efímeros, simples y vertiginosos? Leonardo Murolo, doctor en Comunicación, docente de las universidades nacionales de Quilmes y La Plata, aporta a entender esas nuevas dinámicas con su reciente libro “Tecnopoplítica. Poder y responsabilidad de la influencia en los medios”. El uso que hacen políticos, influencers, activistas y las juventudes de las redes sociales bajo la lupa. ¿Cómo y por qué actores relativamente recientes, cuyo principal activo son las audiencias privilegiadas por cantidad y calidad de «seguidores» en redes sociales, desplazan a los tradicionales líderes de opinión a quienes la ciudadanía tenía en cuenta para la toma de decisiones? Otra pregunta pertinente que instala Murolo. No valen los lamentos, se infiere en el trabajo del investigador: «La política se va a tener que traducir«. Deberá buscar esas audiencias que hoy, quizás, pueda interpelar mejor en los territorios digitales. Las nuevas derechas tienen ventaja, «la vieron» antes. Pero que las cosas estén así no obliga a pensar que fatalmente sean así. El demócrata, socialista y musulmán Zohran Mamdani demostró, con la exitosa campaña que lo llevó a ser el próximo alcalde de Nueva York, que el progresismo y los programas de ampliación de derechos también pueden utilizar las nuevas herramientas tecnológicas sin diluir identidades. Y acá, otra vez: no rendirse ante la sospecha de que las lógicas de los nuevos formatos comunicacionales solo conjugan con los mensajes reaccionarios y violentos. Animarse, en resumen, a habitar los «dos mundos» que no tienen por qué ser excluyentes. Dos mundos, desde hace un rato Murolo insiste en poner en relación los dos escenarios: el de larga data que se conjuga en la calle con sus actos masivos y movilizaciones, en los Parlamentos y en los medios de comunicación tradicionales, y el montado sobre internet. «Conviven hace varios años, varias campañas y varios gobiernos. Hemos visto en el mundo, y también en Argentina, políticos que se han adaptado a compartir ambos», repasa. En el caso local, claro, todo remite al presidente Javier Milei y el dispositivo que sostiene al autopercibido anarco-capitalista. Esos mundos, para Murolo, no pueden entenderse sin ver sus conexiones. Un ejemplo: las noticias falsas cosechan allí donde un imaginario social previo les ofrece tierra fértil. Ejemplo de ejemplo: una maliciosa acusación de corrupción contra un referente político prende como verosímil, aún sin pruebas, en una comunidad que ya adoptó la premisa «todos los políticos son corruptos». Lo mismo, cuando se denigra con mentiras a determinados segmentos sociales sobre los que acechan estigmas previos generalizados. — La dinámica entre las redes sociales y la conversación política tradicional se traduce en un indefectible avance de las nuevas derechas? —Hay dos escenarios, el de la comunicación política tradicional y el de las redes sociales. Si pensamos la primera como la de los medios masivos, televisión, radio , periódicos, más los actos de masas, las concentraciones públicas, lo que hacía la política de campaña o la de gobierno, la de crisis, la de riesgo, ahora se tienen que plantear los debates en otros escenarios, los digitales. Son los de las redes sociales, las plataformas. Ahí, describe Murolo, «impera la brevedad, lo instantáneo, lo efímero» Se trata de «discursos mucho más simples que los de los programas televisivos de debates, los de una página en periódico o los de entrevistas con tiempo para la reflexión”. Es, completa, un mundo de “simpleza y narrativas propias” construido con unas pocas fotografías, con audiovisuales de pocos segundos, con twitchs. Todo breve, y con una propuesta de lectura apoyada en la miscelánea de contenidos. Un “nuevo escenario” que la política tradicional tiene que asumir. Y, necesariamente, “traducirse” para habitarlo. Cómo ingresar sin perder el norte «Algunos dirigentes políticos llegan a un nivel de conocimiento muy alto, porque saben habitar esos espacios, aunque probablemente no diciendo mucho de política sino satisfaciendo demandas, necesidades de la ciudadanía con eslóganes o fórmulas. Otros, que tienen algo más para decir, probablemente no se sentirán cómodos en la brevedad, lo efímero y lo instantáneo», responde Murolo a las preguntas vía whatsapp de El Ciudadano. No hay otra. Van a tener que trabajar, dice, «con la imagen, proponer títulos de impacto para que se comparten y sean noticiables». Y entonces, el riesgo, en el que ya incursionarios no pocos: evitar parecerse, desdibujarse para no contrariar a los potenciales votantes o detonar apoyo a la gestión. —¿El ecosistema de redes sintoniza ineludiblemente mejor con las formas de comunicar elegidas por la derecha o ultraderecha que con las de los espacios englobados en el “progresismo”? —Quizás tiene que ver con la profundidad del debate. Las fórmulas que utilizan las derechas en general son reconocidas como liberales, conservadoras, opresoras en lo social en algunos casos. Y de ahí el discurso suele ser violento, directo, apela a figuras rimbombantes, incluso a insultos. Esa fórmula de la brevedad genera una ligación con audiencias que están acostumbradas a leer eso en términos de entretenimiento. Cuando la política asume esas narrativas se sube a una forma de contar que ya tienen esas redes, y que sus públicos saben usar. Terreno más favorable a las nuevas derechas. «Entonces sí, lo utilizan primero, porque no tienen nada nuevo que ofrecer. Ya sabemos lo que ofrecen. Muchas veces no quieren contar lo que quieren hacer, salvo cuando constatan que es lo que quiere gran parte de la ciudadanía». Ya se vio en Argentina. «No están dispuestos al debate político, entonces se sienten cómodos en espacios de comunicación que requiere mensajes breves», refuerza Murolo. Y entonces… ¿Un desplazamiento de los líderes de opinión? —¿Hay posibilidades de recuperar el debate político, con las imprescindibles actualizaciones, frente al esquema de repetición, viralización por trolls, noticias falsas, revoleo de cifras sin justificación de cálculo? —Es un escenario a trabajar por múltiples sectores. El Estado en general, y la educación y los medios de comunicación en particular. La educación debería proponer lecturas críticas de los medios, porque todos, más allá de la profesión, se encuentran con los medios de comunicación para tomar decisiones, para conocer productos y servicios, las ideas de los candidatos. Tener conocimiento de que los medios de comunicación defienden intereses, la posible existencia de maniobras de desinformación, el uso de trolls, de bots, de discursos violentos, deberían estudiarse en el ámbito de la educación formal. En la escuela. De nuevo, los mundos digital y tradicional se intersectan, interactúan, y el desafío es encontrarle la vuelta para minimizar, en el terreno de la política, las aberraciones que detonan la democracia. «Que las audiencias tengan las sensibilidad para advertir esas dinámicas de la posverdad», es la tarea. Y explica Murolo: «Imaginarios instalados en la sociedad son los que hacen posible la existencia de noticias falsas aisladas. Porque si ya la sociedad cree en algunas premisas, van a poder circular más fácil». Abunda: «Es la existencia de esos imaginarios sobre los que se monta la desinformación. Los medios masivos tienen una responsabilidad, y lo mismo los dueños que administran las redes sociales, que son espacios privados donde se discute lo público». Se puede —Sobre lo anterior, ¿el manejo del espacio digital y el físico que llevó a Zohran Mamdani a ganar las elecciones en Nueva York es un ejemplo de que es posible una nueva y creativa estrategia comunicacional, al menos en lo electoral? —Es interesante, porque supo utilizar las narrativas de las redes sociales pero no con vacío de propuestas sino todo lo contrario, con una propuesta clara en su dirección política. Lo que muchos prefieren evitar para agradarle a la mayor cantidad de personas. Se posicionó con claridad sobre políticas públicas, o hasta el momento promesas de campaña, que apuntan a demandas sociales concretas. Manejo de formatos sin esconder la disputa de sentido: «Lo supo contar con mirada a cámara, con videos, con las narrativas de las redes. Pero acá lo interesante es el contenido, disruptivo y rebelde pero no como pretenden las derechas, sino enfocado en la ampliación de derechos y con una mirada progresista». Los pruritos no sirven. «Hay una fracción de ciudadanía que hay que ir a buscar en escenarios digitales más que en los medios tradicionales. Este (el del socialista estadounidense) es un caso exitoso dados los resultados. No es pensar que los medios hacen ganar las elecciones, pero sí en tener la habilidad para hacer conocer las propuestas». Tecnopoplíticas indaga en esas complicadas disyuntivas, sobre cómo se comunica la política en un mundo atravesado, pero no necesariamente determinado, por lo digital. «Habla de un conjunto de influencers, cantantes, actores, actrices, deportistas, que en medio de sus intervenciones públicas por ser figuras conocidas en sus ámbitos, también se posicionan políticamente». Lo hacen, en ocasiones, en términos «directamente partidistas», y en otras, «con miradas militantes o activistas» de ciertas causas. Hasta ahora, mayoritariamente de derechas. ¿Es así, o solo está así?

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