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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 17/11/2025 03:14
Juan Lucas Martín, psicólogo clínico, destaca el papel de la visualización en la transformación de la biología y la reducción del estrés En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, el psicólogo clínico especializado en estrés postraumático y ansiedad, Juan Lucas Martín, explicó por qué sanar el pasado es el primer paso para calmar la mente. Detalló que muchos síntomas actuales, como la ansiedad, el enojo, los miedos, fobias o reacciones impulsivas, suelen tener su raíz en experiencias traumáticas, incluso algunas que no recordamos de manera consciente. A través de técnicas autoaplicables que combinan estimulación bilateral, respiración y acupresión, busca que las personas puedan liberar la emoción asociada al trauma y recuperar la sensación de seguridad interior. Además, habló sobre la meditación y la visualización como herramientas científicas para transformar la biología, reducir el estrés y diseñar un futuro más saludable. Explicó que el cerebro no distingue entre lo que imagina y lo que vive, y que visualizar metas con emociones elevadas puede modificar la química interna, mejorar decisiones y activar áreas del cerebro asociadas al bienestar. El episodio completo podés escucharlo en Spotify y YouTube. Juan Lucas Martín es reconocido por combinar técnicas de la psicología moderna con herramientas de integración cerebral y métodos terapéuticos de resultados rápidos que comparte en cursos y conferencias internacionales. Con más de dos décadas de trayectoria, creó programas como Cambia tu mente, cambia tu cuerpo, cambia tu vida y se presenta regularmente en auditorios de distintos países. Su interés por las técnicas de visualización y enfoques alternativos nació tras atravesar, a los 21 años, una hepatitis atípica grave, experiencia que –según él mismo relata– marcó el rumbo de su camino terapéutico. El cerebro, explica Martín, no diferencia entre lo que imagina y lo que experimenta, lo que fundamenta la eficacia de la visualización (Freepik) —Me encantaría que para la persona que tal vez te está escuchando por primera vez, nos des una pequeña intro de quién sos, qué hacés. —Soy psicólogo clínico, me especialicé en estrés postraumático, que es el estrés que sufre cualquier persona después de una experiencia traumática, que es una experiencia que nos estresó. Eso deriva en trastornos de ansiedad, que también me especialicé en eso, y la ciencia de la meditación, qué está detrás a nivel científico de cuando uno medita. Visualización y meditación, que son parecidos, pero hay diferencias. —¿Por cuál te parece que empecemos? —Van de la mano, porque siempre le digo a las personas: para poder bajar las revoluciones a nivel mental y que baje el estrés, lo primero es empezar por el pasado, sanar los traumas. Porque si tenemos experiencias estresantes que no superamos, es muy difícil después que no haya ansiedad, que no haya enojo, que no haya rencor. Ahí les enseño a las personas técnicas muy fáciles, autoaplicables que están gratis en mi página web. Me gusta que el profesor sea independiente, que aprenda a autosanarse, digamos, siempre que pueda, ¿no? Hay casos que se necesita terapia. Y una vez que se calma el estrés, de que el trauma, el estrés postraumático bajó, ahí empezar a enseñarle a meditar, a visualizar... Porque si no es difícil, hay personas que están muy traumatizadas y te dicen: “No puedo meditar, la cabeza me va a mil”. Les enseño de manera fácil respiración, meditación y visualización. Ahí se complementa aliviar el pasado y proyectar las metas futuras que queremos. —¿Qué es un trauma? —Trauma es una experiencia que nos estresó y que pasa el tiempo, te acordás de eso y sigue doliendo. Revivís la sensación física, la emoción y el malestar: taquicardia, sudoración, dolor abdominal, opresión en el pecho. Pueden haber pasado 30 años, pensás en eso y hay malestar, eso quiere decir que el trauma no está resuelto. En griego la palabra es herida, así como tenemos una herida en la piel y puede cicatrizar o no, o cicatrizar mal, en la psiquis, en nuestra mente, pasa lo mismo. Hay experiencias dolorosas que las hemos pasado y el cerebro tiene una capacidad de sanarse solo, durmiendo sobre todo, y hay veces que se traba esa capacidad inherente que tenemos y no cicatriza. Estas técnicas son para eso. En sus cursos y redes sociales, Martín pone a disposición herramientas gratuitas para quienes buscan iniciar un cambio emocional —¿Puede existir un trauma que tal vez no nos acordemos? —Sí, puede pasar y es muy común. La mayoría de nuestros pensamientos son inconscientes. Quiere decir que no nos damos cuenta que todos los días estamos pensando en eso. Pensamientos y sentimientos inconscientes. Tenemos solo conciencia de un 5% de los pensamientos y estamos todo el día pensando. Y hay amnesias, se llaman, que el cerebro para poder seguir adelante tapó ese dolor y no te lo acordás. Y pueden pasar muchos años y, como decías, tenés cierto patrón de comportamiento o ciertas reacciones que no te entendés por qué las tenés, hasta que se hace consciente el trauma y ahí entendés: “¡Ah!, por eso que viví aprendí a relacionarme así con las mujeres, con los hombres, tengo miedo a tal cosa y no sabía por qué o de dónde venía el miedo”. Por eso es tan importante intentar buscar la raíz de cuándo empecé a tener ansiedad, miedo, una fobia, que es un miedo intenso. Cualquier limitación que generan los trastornos de ansiedad, fobia social, vergüenza, reacciones agresivas, impulsos. Nosotros tenemos memoria celular, que a veces no te la acordás con la memoria de imágenes, pero sí hay sensaciones que son muy precarias, a veces preverbales. A veces, la persona, a pesar de que yo les enseño técnicas profundas para que se haga consciente algo, te dice: “Nunca me apareció, pero trabajé la sensación física, por ejemplo, de la boca al estómago de angustia que tengo ante tal situación. Nunca me vino una imagen, pero se me fue la sensación y no tengo más miedo a tal situación”. También puede pasar. Tenemos memoria a nivel imágenes, del cerebro y a nivel celular, de sensaciones físicas. Hay personas que te dicen: “Tengo una opresión en el pecho desde que tengo memoria”. Y no saben por qué. Les enseño primero a ver si hay una imagen y si no, se puede resolver aunque no aparezca un recuerdo. Eso es lo bueno. —¿Cómo serían algunas de estas técnicas? —Trabajan los hemisferios cerebrales. Tocás unos puntos de acupuntura. Por ejemplo, la más fácil que enseño se llama NET, Neuro Emotional Technique, técnica neuroemocional. Es un fragmento de la técnica y se tocan unos puntos de acupuntura. Y luego se toca el lóbulo frontal mientras recordás la escena o las escenas y la emoción, y vas cambiando de mano. Y eso hace trabajar al hemisferio derecho e izquierdo, que son completamente diferentes. El izquierdo es lógico, matemático, procedimientos racionales y el derecho es emocional, creativo, intuitivo. No tiene nada que ver. Y las imágenes con emoción casi siempre se guardan en el derecho. Salvo que la persona tenga invertido porque escriba con la izquierda, pero es poco. Ahí se queda la emoción con la imagen y el izquierdo no puede comprender eso. Por eso, cuando tenemos un trauma, el shock que se dice cuando la persona recibe una mala noticia, por ejemplo, dice: “No lo puedo creer, ¿no? No puede ser que esto esté pasando”. Ese es el izquierdo que no lo puede concebir y el derecho está cargado de imagen con dolor. Hace como un desbalance. Estas técnicas, al estimular los dos hemisferios se va sincronizando eso y como que se ponen de acuerdo, por decirlo de una manera fácil y podés decir: “Ok, sobreviví, estoy a salvo” y lo recuerdo sin emoción. No es que te borra la memoria, quita la emoción de los recuerdos dolorosos. Martín recomienda dar sentido al dolor como parte del proceso de resignificación de experiencias difíciles —Es un poco como el movimiento ocular que también se usa... —Exacto. Esa se llama EMDR, pero esa no es autoaplicable, te la tiene que aplicar un terapeuta. Con movimientos de ojos u otras estimulaciones bilaterales. Esta lo bueno es que apunta a lo mismo, pero la persona se lo hace para sí mismo todos los días en su casa o donde esté, que te da independencia. —Cuando hablabas un poco de la meditación, mencionaste también la visualización. ¿Para qué usás la visualización? —Esa sería para de acá en adelante. Lo que hablamos es el pasado, aliviar el pasado y visualizar es presente y futuro. Es qué quiero crear en mi vida. Porque somos creadores de la realidad y eso hay muchas escuelas que lo explican. Cuando pensás y sentís algo, hay una química que cambia en tu cuerpo. Lo primero que cambia es química interior, cambia tu biología. Hormonas de estrés se apagan si sanás el trauma y empezás a pensar cómo te gustaría estar y empezás a fabricar química de felicidad, serotonina, dopamina, endorfinas, oxitocina, las que te hacen sentir feliz y eso solo con nuestro pensamiento. Es tan poderoso que si pensás algo malo, catastrófico te puede dar taquicardia, pero para el lado bueno también es poderoso. Si te ves feliz con el trabajo que querés hacer, con la pareja de tus sueños, con la vida que querés diseñar, el cerebro se lo cree, cree que está pasando y genera esa química como si estuviera paseando de verdad. Porque el cerebro no distingue un pensamiento de la realidad. Si vos pensás en algo, cree que está pasando, no distingue vivir algo que pensarlo. Por eso funciona la visualización. Y se usa en medicina, en psicología, en deporte de alto rendimiento. El cerebro se entrena y cuando está en la situación dice: “Yo ya estuve acá y todo estuvo bien. En vez de hormona de estrés va a tener hormonas que lo tranquilizan y se desempeña mejor en el deporte. También se usa en medicina para recuperarse después de las operaciones para que baje el dolor. En psicología también. Es el complemento perfecto: sanar el pasado y diseñar lo que uno quiere. Por supuesto, accionar, ¿no? No es que visualizo lo que quiero y me quedo con los brazos cruzados, tengo que accionar en busca de mis metas. Pero es muy poderoso visualizar lo que uno quiere al mismo tiempo de accionar. Yo lo explico desde la ciencia, con sustento. Ahí las personas, hasta los más escépticos dicen: “Ok, no lo conocía así”. Hay personas que lo enseñan mal o lo hacen quedar mal a este conocimiento, entonces parece pensamiento mágico. “Visualizá lo que querés y ¡listo!” y no, no es así. Ojalá fuera tan fácil. Tenés que trabajar en eso, tenés que hacerlo todos los días, entrenar el sentimiento también, no solo es la imagen. Es entrenar el sentimiento para que el cerebro genere la química que te da felicidad y eso es un entrenamiento. Pero se pone de moda hablar de algo y lo hacen como superficial y la gente dice: “No le creo a esta persona. La visualización es algo new age” y usan todos esos adjetivos. A través de técnicas autoaplicables, Martín enseña a liberar la emoción asociada a traumas pasados (Freepik) —¿Tenés alguna manera que te sirva específicamente a vos? —Yo practico todo lo que les enseño a las personas, no me guardo nada. Les entrego todo lo que yo aprendí a lo largo de mi carrera… —¿Y cuál fue el momento en el que vos te diste cuenta que esta práctica es muy poderosa? —El punto de inflexión fue cuando tuve una enfermedad incurable para la medicina, cuando tenía 21 años. Estaba en tercer año en la carrera de Psicología y me dijeron que no había cura, no había tratamiento, no había medicina. Estuve casi un año en cama y a la mitad de esos tres, cuatro meses de fiebre, empecé a visualizar que corría, que hacía deporte, que retomaba mi universidad, mi trabajo. Lo visualizaba y agradecía como si eso estuviese pasando. No sabía todo lo que sé hoy, pero mi madre era psicóloga y me había enseñado algunas cosas y no había tenido oportunidad de practicarlo hasta ese momento. Ahí lo practiqué y me curé. Para la medicina fue un milagro y empecé a estar cada vez mejor. Después se me dañó la columna, por haber estado casi un año acostado sin masa muscular y me dijeron que nunca más iba a correr. Me querían operar de la columna todos los médicos tradicionales y no tradicionales, quiroprácticos, médicos cirujanos que se habían ido a terapias tibetanas, o sea, tradicionales y no tradicionales, me dijeron: “Nunca más vas a correr, tu columna está dañada como si tuvieras sesenta y cinco años y tenés 21”. Y ahí empecé a practicar cada vez más, aprendí muchas técnicas y hace 25 años que corro triatlón. Nunca sucedió lo que me dijeron que iba a pasar. —¿Y el momento en que te ponías a visualizar eras una imagen tuya corriendo? ¿Había algo más? Llevame el paso a paso de una visualización. —Es bien fácil. Las imágenes, una o muchas, de cómo te querés ver, una por una. Acompañado del sentimiento de gratitud, de: “Eso ya es”. No de: “qué lindo va a ser cuando pase”. Tenés que entrenar al cuerpo a que sienta que eso ya está pasando o pasó hoy a la mañana. ¿Cómo te sentirías cuando consigas el trabajo que querés? Y feliz, agradecido. Bueno, te tenés que sentir así mientras estás visualizando. ¿Cómo te sentirías si te dicen que te curaste de tal cosa? Feliz, agradecido, aliviado. Bueno, te tenés que sentir así mientras visualizás. Así de fácil. Imagen mental acompañada de un sentimiento elevado que es amor por la vida, agradecimiento de que ya lo logré, de que ya sucedió. Es eso. Después, minutos, con que hagas cinco o diez minutos por día para empezar, es un montón. No hay que ponerse metas tan altas de una hora por día, una hora a la noche y a la mañana, porque no lo vas a hacer. Yo tengo meditaciones de diferentes duraciones, de cuatro minutos, de siete, de quince. Y cuanto más lo hacés, más ganas tenés de quedarte más tiempo haciéndolo. Y después, ya te podés quedar lo que quieras, pero con diez o quince minutos promedio a la mañana y a la noche, te cambia la vida. A mí me cambió la vida. Las personas que vienen a los cursos les cambia la vida. No reaccionás, te tomás todo con más calma, con más alegría, no te enganchás con cosas que te enganchabas antes... En su enfoque, la culpa figura como una de las emociones más dañinas para el bienestar emocional —¿O sea que no tiene un efecto solo de poder acercar las cosas que uno está buscando en la vida sino de calmar ansiedades o sentimientos? —Exacto. Lo primero que pasa es un cambio neurofisiológico. Lo que hablamos de la amígdala, que es el centro de miedo, se apaga, el cuerpo dice: “Estoy a salvo, no hay más guerra”, no hay más estrés. El estrés para el cuerpo es leones afuera, es un incendio. Se calma la amígdala, entran en juego otras zonas del cerebro, el lóbulo prefrontal, que es como el director de orquesta, dice: “Ya pasó el peligro, estamos a salvo”. Empiezan las hormonas de felicidad, se empieza a reparar un montón de cosas con química que repara en tu cuerpo. Se detiene ese proceso destructivo que es el estrés crónico. Eso es lo primero que pasa. Y después te empezás a sentir mejor, más optimista, decidís mejor. La meditación es de las cosas más estudiadas en la ciencia. Hay miles de papers e investigaciones de los beneficios de todo tipo, ¿eh? Hasta institutos cardiológicos. —¿Igualás meditación con visualización? —Es parecido. El efecto termina siendo el mismo. Terminás con: relajación, tranquilo, con más calma, más claridad mental. Nada más que la visualización le agregás visualizarte. Las meditaciones pueden ser solo respirar. La meditación tradicional, que en el budismo, es sentarte a respirar y prestar atención a la respiración, eso ya es buenísimo, porque te empiezan a cambiar un montón de cosas de tu vida. Pero si le agregás la visualización, que fue lo que yo hice, no lo inventé yo. Formándome con muchas personas y esto viene desde hace miles de años, es más poderoso porque estás agregando imágenes que querés que pasen, el cerebro se las cree y genera más química de felicidad. Y encima, hay algo que se llama sistema de activación reticular ascendente, que es muy importante que la gente sepa. Cuando nosotros decimos una orden: quiero tal cosa en mi vida, quiero tal trabajo, me gustaría vivir en tal lado... Sueños. El cerebro dice: ok, voy a buscar todo lo que tiene que ver con eso y voy a descartar todo lo que no tenga que ver con eso. Ejemplos fáciles que siempre doy es cuando una mujer está embarazada, empieza a ver más embarazadas en la calle. Cuando un hombre quiere cambiar el auto, dice: me gusta ese color y ese modelo. Empieza a ver más de ese color y ese modelo. Y dice: ¿cuántos quedan ahí? No, siempre hubo embarazadas, siempre hubo ese auto. Nada más que tu cerebro no le importaba. Desde que dijiste quiero eso, descarta lo que no tiene que ver con eso y filtra lo que sí tiene que ver con eso y lo absorbe. Es algo del sistema nervioso. Esa es la explicación más o menos fácil de una de las cosas porque es tan poderosa la visualización, porque te enfocás en algo y tu cerebro va a percibir diferente, cambia la percepción. Y eso va para un lado y para el otro, así como si decimos: todo está mal, todo me sale mal, todo me va a salir mal, el mundo está mal. Salís a la calle así, ¿qué te va a pasar? Vas a confirmar eso, vas a buscar personas que te confirmen que todo está mal, vas a ver lo malo, porque es algo del sistema nervioso. Es: diste esa orden, el cerebro te hizo caso. Y si vas para el lado bueno, dice: okey, vamos a buscar lo que te lleve a ese objetivo. La práctica frecuente de la meditación y la visualización puede modificar patrones de pensamiento negativos (Imagen Ilustrativa Infobae) —Cuando uno no está muy trabajado o no le presta atención al tema, puede parecer que no elegimos lo que pensamos. Uno se levanta y, automáticamente, los pensamientos aparecen; no es que seleccionamos de una caja y decimos: “Hoy quiero pensar esto” o “en este momento me gustaría pensar aquello”. Sucede de manera más natural y espontánea, ¿no? —Sí, es verdad. Es que si no prestás atención a dirigirlos, no los vas a dirigir, como acabas de decir, es cierto. Por eso tenemos que frenarnos, para eso es la meditación. Observar, a ver dónde está mi mente, por qué estoy ansioso, por qué estoy pensando lo que viene en tres días, por qué estoy preocupado... Porque si la dejás, es como un pez fuera del agua, va a moverse sin parar. Entonces, para eso es frenar, cerrar los ojos, respirar y decir: ¿qué estoy pensando? Identificar. Y sin luchar. Y ahí te vas dando cuenta que hay miles de pensamientos automáticos que nos hacen mal, pero eso se puede entrenar. “Ahora vas a pensar lo que yo quiera, no lo que vos quieras”, le decís a la mente así. Es una orden. Es como una computadora, vos le das una orden: “Buscame tal, tal archivo”, y te lo busca. Esto es igual: se acabó estar todo el tiempo pensando catastrófico. Ahora vamos a entrenar. Vamos a respirar a la mañana, vamos a visualizar, a la noche también, durante el día consciente a qué estoy pensando, qué estoy sintiendo. Y te vas a dar cuenta de un montón de cosas. Capaz estás pensando algo que pasó hace diez años y estás con esa rumiación mental de que no lo perdonás a ese suceso o a esa persona. U otras personas que son más ansiosas están, en vez del pasado, en el futuro, pensando cinco años adelante y no pueden disfrutar. Por eso te ayuda mucho también a eso, a darte cuenta qué estás pensando y sintiendo, a hacer consciente lo inconsciente. —Creo que esto también choca con que venimos de una generación en la que nuestros padres y abuelos crecieron con paradigmas muy fuertes sobre el sacrificio. —Y la idea es reemplazarlo con el propósito, lo que se llama misión de vida, propósito, es qué te gusta hacer. Cuando encontrás lo que te gusta hacer no hay más ese sacrificio. Puede haber un esfuerzo consciente de levantarte temprano, trabajar, obviamente, pero no te pesa, no es una carga. Requiere un esfuerzo y acciones, pero no te pesa. Y la culpa tiene mucho que ver con eso. Cuando sacás la culpa, todo te deja de pesar. Si todo lo hacés por culpa, es como cargar una mochila muy pesada. Si lo hacés por amor, por gratitud, ahí es mucho más sano. Después no hay enojo, no hay carga. —¿Creés que la culpa es un gran movilizante de las acciones que tomamos en la vida? —Para mí es la emoción más destructiva que hay. Peor que el enojo. —¿Cuáles culpas son comunes? —“No me merezco”, “por culpa mía mi familia...”, “no soy digno de tener dinero si soy espiritual, las dos cosas no van de la mano”. Y alguien manipulador te puede manipular con culpa: “Si no hacés esto es porque no me querés” y vos te la pasás tratando de hacer feliz al otro y después te va a dar enojo. Es de las peores emociones porque te hace mal tener miedo todo el tiempo, pero te puede, como siempre digo, te puede ayudar a correr más rápido si te corre un león o un perro, te puede ayudar a sobrevivir. La culpa ni siquiera. Te paraliza, te hace sufrir, podés engancharte en vínculos muy disarmónicos por culpa. Después te da enojo, porque es un triángulo psicológico muy común. Cuando vos hacés algo por culpa sin ganas, después te enojás con vos por haberlo hecho y con el otro, y el otro no tiene la culpa. Vos te metiste ahí solito. Martín recomienda dar sentido al dolor como parte del proceso de resignificación de experiencias difíciles (Imagen Ilustrativa Infobae) —¿Cómo se ataca la culpa? —Se sanan las escenas fundantes: dónde aprendiste, mensajes familiares, paradigmas, creencias religiosas. Lo aprendemos en la sociedad, está en la cultura, casi siempre en las religiones y en la cultura. Es aprendida, nadie nace con culpa. Ningún ser humano nace y dice: “Me siento culpable”. —Todo lo que se aprende, ¿se puede desaprender? —Yo creo que sí. Algunas cosas son más difíciles que otras porque están muy arraigadas, pero yo he visto casos a lo largo de mi carrera impresionantes. —¿Y qué crees que es lo más transformador que uno puede desaprender? —Las creencias y los paradigmas limitantes, porque eso te corre el horizonte. Quitar todo eso de limitación que nos han enseñado puede hacer que te cambie la vida para siempre. Un horizonte sin límite de todo lo que podés lograr. El potencial humano es enorme, pero nos limita: los miedos, las creencias, los paradigmas, el “no voy a poder”, “no soy capaz”. Todo lo aprendido lo trasladas al futuro. Me creí que no soy capaz, entonces quiero hacer tal cosa y siento que no soy capaz para eso futuro. —¿Qué cosa, por ejemplo, puedo decirme en un momento doloroso para resignificar esa experiencia o por lo menos aliviarlo un poco? —Y lo primero que se me viene es: no fue mi culpa. Porque muchas personas se hicieron cargo desde niños, experiencias y emoción de culpa. Es encontrarle un sentido. Es: hice lo mejor que pude. El perdón a uno, el perdón a los demás. Y encontrar un sentido al dolor. Cuando le encontrás un sentido al dolor, eso se resignifica, cambia completamente de significado. Vos podés vivir una experiencia como víctima y estar con odio toda la vida o la podés resignificar y te cambia la vida para bien. Y después inspirar a personas. Reemplazar la culpa y el sacrificio por el propósito personal permite vivir con menor carga emocional y mayor bienestar (Freepik) —Estoy tratando de llevarlo como imaginate que alguien está sufriendo una ruptura amorosa, alguien acaba de perder un ser querido, alguien lo acaban de echar al trabajo. —Para todo eso, todas esas cosas que a todas las personas nos pasó o nos pasan, eso es resignificar el dolor. Decir: “¿Qué sentido le puedo dar a esto?” Porque si no le das un sentido, te vas a enojar o te vas a poner en víctima, te vas a enfermar de odio, vas a estar dando vueltas sin salida. Si con compasión decís: “Voy a atravesar este dolor, esta tristeza, este duelo”, con las técnicas que yo enseño, eso se acorta, pero sí hay un proceso. Y decís: ¿Qué sentido tiene esto en mi vida? ¿Para qué pasó esto? Eso es una palabra que siempre les digo a las personas y les cambia la percepción. ¿Por qué me pasó a mí? No te lleva a ningún aprendizaje. Es ¿para qué atravesé esto?, ¿para qué estoy viviendo esto? Ahí los para qué te dan respuestas, que es el sentido. Y una vida con sentido es una vida que se puede transformar. Una vida en víctima de: “Estoy enojado porque me pasó eso y porque a otra gente que es mala no le pasa”. Todo eso no te va a llevar nunca a la felicidad. Te va a hacer una persona que se queja, está resentida, en victimismo y no conozco a ningún víctima que sea feliz. —Juan, voy a hacerte la última pregunta que le hago a todos los invitados que pasan por el podcast y es si nos puedes dejar algo para compartir. Puede ser algo que en el último tiempo te sorprendió, te conmovió, que tenés dando vueltas en la cabeza. Puede ser una frase, una recomendación, una anécdota, lo que creas que es valioso para dejarle hoy a los oyentes. —Un montón de cosas. En primer lugar, herramientas. Están mis herramientas, la base gratis en mi web juanlucasmartín.com y en el Instagram juanlucasmartín oficial, cientos de vivos donde los enseño. Eso es lo primero que les diría. Les ofrezco de manera gratuita las herramientas base para que empiecen a practicar, aunque no tengan experiencia de nada. Y después, que no pierdan la esperanza, que no pierdan la fe, que estén viviendo lo que estén viviendo. Yo sé lo que es vivir cosas duras. Siempre hay una salida, pero no te la dan de afuera. Tenés que levantarte un poquito más temprano en la mañana y empezar a generar ese cambio.
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