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» Elterritorio
Fecha: 16/11/2025 05:13
La falta de tolerancia a la frustración crece en una sociedad que exige la perfección sin contratiempos ni errores, generando malestar, enojo y un impacto profundo en la vida diaria. domingo 16 de noviembre de 2025 | 3:00hs. Moreira ve adultos que no toleran que las cosas no salgan como las planificaron. En una sociedad que promueve la inmediatez y el éxito constante, la tolerancia a la frustración parece haberse convertido en una habilidad en peligro de extinción. Cada vez más personas se ven desbordadas ante los contratiempos, las demoras o los fracasos, lo que impacta directamente en su bienestar emocional y en sus vínculos personales y laborales. Comprender qué significa tolerar la frustración y por qué su falta genera reacciones extremas es clave para abordar uno de los desafíos más visibles de nuestro tiempo. La dificultad para aceptar que no todo sale como se espera puede manifestarse en enojo, ansiedad, desmotivación o incluso abandono de proyectos. Sin embargo, aprender a manejar la frustración fortalece la salud mental así como permite desarrollar resiliencia, empatía y una mirada más realista sobre uno mismo y sobre los demás. La psicoanalista y especialista en salud mental Karina Moreira definió a la frustración como una condición estructural de la existencia humana. “Todos los individuos en las diversas etapas de la vida vamos a atravesar o encontrarnos de cara con la frustración. No es un accidente que alguien se frustre, sino parte de la condición estructural del ser humano. Partiendo de esa base, ya estamos dando por hecho que vamos a cruzarnos con ella”, indicó la profesional. Explicó que la falta es un componente importante en la vida así como entender que esa falta no puede ser colmada jamás. Lo que suele suceder es que algunas personas no la soportan por esta lógica de tener que controlar todo lo que está sucediendo en el día y que en ese transcurrir nada salga mal. “Se imaginan, idealizan situaciones en donde no hay lugar a la falta. Y esto tiene mucho que ver con la cultura de la inmediatez en la que se exige llenar los vacíos constantemente y todo se tiene que hacer ya. Entonces, lo que no se tramita con la palabra, se tramita con el cuerpo, con la acción. La frustración tiene que ver un poco con eso, con la imposibilidad de satisfacer un deseo. Hay personas que saben tolerar la frustración y otras personas que no”, sostuvo. La baja o la falta de tolerancia a la frustración no es un diagnóstico, una enfermedad y tampoco un síntoma, es una característica, aclaró la profesional. En ese sentido, señaló que la situación tiene que ver con su constitución psíquica, esto es, su historia de vida, su crianza. “Nos vamos a encontrar con que en la infancia ya tenemos el primer encuentro con la frustración y va a ser estructurante para el niño. A través de esa falta va a aprender que no todo deseo puede ser satisfecho, que hay un otro que pone límites. Ahí viene el problema, cuando no está ese otro que ponga límites”, explicó. Siguiendo con la explicación, declaró esencial que ese proceso esté acompañado con la presencia del adulto, con la palabra como sostén con la palabra. “Cuando los adultos no logran estar con esa presencia, con la palabra es que la constitución psíquica del niño va a tender a no tolerar la falta. Lo mismo va a pasar con el adolescente. Si eso no se trabaja en esos primeros años de vida y en la adolescencia -que la adolescencia nos invita mucho más a estar presentes como padres y a poner límites-, puede llegar a pasar que luego nos encontremos con un adulto al que le cuesta tolerar esa frustración”, dijo. Así, ejemplificó con aquellos padres que no exigen a sus hijos que les vaya bien en la escuela, sino que siempre saquen notas excelentes. El niño cree que su única función es tener que llevar un 9, un 10 a la casa para que sus padres estén contentos. “Sin embargo, ningún padre enseña al niño a equivocarse. Nadie le dice ‘bueno, hoy ¿en qué te equivocaste?’. Eso puede ser considerado una posibilidad de aprendizaje. Los adultos no enseñamos a los niños a que es normal y necesario equivocarse, errar, confundirse”, resaltó. Eso, sostuvo Moreira, genera herramientas para seguir evolucionando y aprendiendo. En esto también involucró a las demás instituciones como la escuela y otros espacios donde los chicos hacen actividades extraescolares. “Hay una cultura del todo, una cultura del no equívoco que se sostiene a través de los adultos. Vamos constituyendo psiquismos que no están preparados para tolerar la frustración”, lamentó. Todo esto que comienza en la niñez se va trasladando luego en todas las etapas de la vida en las que cada individuo se va encontrando a su vez con obstáculos más complejos. Moreira se encuentra a menudo en consultorio con adultos que no contemplan que algo pueda ocurrir por fuera de lo que habían planificado. “Ahí ya estamos viendo que hay una estructura, un exceso de control, en donde ilusoriamente el sujeto cree que puede controlar su contexto. Ya en el adulto se trata de trabajar un poco sobre contemplar las adversidades, que podés salir de tu trabajo y en el medio de la ruta se te pinche una goma del auto, puede pasar. Entonces cómo yo actúo en ese momento que se me presenta la frustración, la adversidad, va a hacer que el sujeto pueda ser más sano o menos sano”, reparó. Irritación y sufrimiento La profesional de la salud mental explicó que estas personas suelen atravesar un padecimiento psíquico al no conseguir que las cosas le salgan perfectamente como las planificó y que no todo esté bajo su control. Pero a nivel conductual se puede ver ansiedad, irritabilidad lo que puede derivar en hablen de mala manera a sus compañeros de trabajo, a sus familiares, a sus hijos, a quien esté al lado. “El enojo como una emoción automática de la frustración y, por supuesto, que si yo estoy enojada, estoy irritada, me frustro tanto que todas las actividades que tenía planificadas para el día, y a veces se extiende por días, no las puedo llevar a cabo de forma resolutiva. La afección de esto tiene que ver más bien con una alteración en toda su cotidianeidad”, apuntó. Aclaró en la consulta que los problemas con la frustración no aparecen como un tema en sí mismo, generalmente estos adultos ni siquiera perciben que tienen un asunto que resolver en ese aspecto. “Se van por otras cosas y cuando se empieza a trabajar se va viendo esta cuestión”, dijo. Consultada sobre cómo abordar estas cuestiones, Moreira consideró que en la niñez la recomendación es para los padres, “que recuerden que los límites pueden ser una forma de cuidar la vida de ese niño, recuperar un poco el valor de la espera, del tiempo, brindarse al niño desde la presencia real, dar lugar a la palabra. Todas estas cuestiones van a hacer que el niño se constituya y simbolice la falta”. En tanto, para los adultos su recomendación es la terapia. “Hay que pensar de dónde viene esa baja tolerancia a la frustración, cómo se constituyó ese sujeto, de dónde viene esta lógica totalitaria donde todo hay que hacerse ya; ver cómo es la familia, cómo son los padres, cómo lo criaron. Hay un trabajo mucho más complejo por detrás hasta llegar a ese punto”, remarcó. Para contacto Karina Moreira. Es psicoanalista y especialista en salud mental. Se la puede encontrar en instagram como @moreirakarinapsicologa Sobre la frustración Qué es. La frustración, describe Moreira, es parte de la condición humana. No es una enfermedad, no es un diagnóstico y tampoco un síntoma, sino que se trata de una característica. En los niños. Recomendó que los padres recuerden que los límites pueden ser una forma de cuidar la vida de ese niño. Recuperar el valor de la espera, del tiempo, brindarles su presencia real. En adultos. A ellos les aconsejó que vayan a terapia. “Hay que pensar de dónde viene esta baja tolerancia de la frustración, cómo se constituyó ese sujeto”, sostuvo.
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