13/11/2025 14:13
13/11/2025 14:12
13/11/2025 14:11
13/11/2025 14:08
13/11/2025 14:08
13/11/2025 14:08
13/11/2025 14:06
13/11/2025 14:05
13/11/2025 14:05
13/11/2025 14:05
Parana » AnalisisDigital
Fecha: 13/11/2025 11:50
Carpe diem. Javier Milei está enfocado en aprovechar el instante. Disfruta del punto alto de ese episodio siempre inestable llamado éxito. Desde allí imagina el avance de su gobierno hacia las reformas que faciliten una reducción en los costos de la economía. Esa operación, de base parlamentaria, requiere un nuevo ordenamiento en el equipo político. Modificaciones en la cotización del personal. Desplazamientos de algunos protagonistas en beneficio de nuevos actores. Un sistema distinto para la toma de decisiones. Y, como consecuencia de estos cambios, inesperados ajustes de cuentas en la intimidad del gabinete. Los rasgos principales de la configuración que asoma en el poder ya están definidos. Se expande la influencia de Karina Milei. También la de su equipo: Martín y Eduardo “Lule” Menem, Sebastián Pareja, Manuel Adorni. Se importan desde Pro figuras con experiencia política, como Diego Santilli. Y se insinúa un debate interno por la retracción de Santiago Caputo, el “Mago del Kremlin”. Este último movimiento reanima una vieja disputa del entorno de Milei. Una guerra de posiciones que pretende sostenerse detrás de argumentos ideológicos elaborados a la medida de la oportunidad. No podía ser de otra manera: el primer atisbo de este malestar apareció en las redes sociales, que es el hábitat natural de los seguidores del “Mago” Caputo. En X, la antigua Twitter, irrumpió un perfil denominado @liberaldesanti, que sumaba ayer 3496 seguidores. El titular es un presunto “community manager oficial de Santiago Caputo”. El nombre visible de esa ventana es curioso: “Jefe”. El apodo de Karina Milei. Primera provocación, ¿Ahora hay dos jefes, uno real y otro virtual? Más llamativos todavía son los mensajes que aparecen en “Jefe”. Son exaltaciones de la figura del joven Caputo que van mucho más allá de su desempeño político ya que, en la mayoría de los casos, se detienen en las peculiaridades estéticas del ídolo, con una fruición que bordea el erotismo. Junto con esa cuenta aparece la de una comunidad llamada “El Caputismo Avanza”, que ayer por la tarde contaba con 206 integrantes. El interés inicial de estas cuentas es que fueron difundidas en los últimos días por amigos del asesor presidencial. Y presentan fragmentos de videos en los que aparece Caputo en actos oficiales, que parecen haber sido filmados y editados previendo esta divulgación. ¿Por qué este ejercicio digital merece alguna atención? Porque viene acompañado de una explicación de algunos de sus difusores: el “Mago” decidió levantar varios escalones su perfil. Comenzó siendo un estratega electoral. Se transformó, colgado apenas de un contrato de locación de servicios, en el responsable político de áreas sensibilísimas del Estado: Justicia, Salud, la SIDE, ARCA, Políticas Universitarias, el área de Telecomunicaciones y Tecnología, y, muy relevante, Educ.ar, la sociedad oficial en la que su amigo Leonardo Scatturice obtuvo una contratación directa por casi 100 millones de dólares. Además de la Secretaría de Legal y Técnica, donde su cerebro jurídico, María Ibarzábal, realiza el control de legalidad de los actos administrativos, dando vía libre o bajando una barrera ante las iniciativas que llegan desde todos los rincones de la administración. Una capacidad que acaba de extenderse hacia el Ministerio de Economía a través de Franco Simón. Ahora el joven Caputo está dando un largo paso hacia adelante: se transforma en dirigente. Es el líder del “caputismo”. Sus seguidores explican ese avance con argumentos políticos. Según ellos, La Libertad Avanza (LLA) está involucionando hacia aquello de lo que debía diferenciarse: Juntos por el Cambio. O el Pro. ¿Cuáles son las señales de esa metamorfosis regresiva? La más notoria es el dialoguismo. Es decir, la complicidad con la “casta” a la que Milei venía a desahuciar. Es una defección envuelta en un reblandecimiento discursivo. Un sospechoso espíritu de tolerancia, que confunde a LLA con un movimiento liberal, cuando debería mantener su naturaleza ultra reaccionaria. La embestida contra el ex canciller Gerardo Werthein es un ejemplo: “Nuestro problema con Werthein es que nos llevó a un globalismo que nosotros repudiamos porque pretendemos apostar a fondo por el populismo de derecha de Trump, o de Steve Bannon”, explica un amigo de Caputo. Para entender la semilla que podría germinar a partir de esta visión, los feligreses del “Mago” entienden que Milei no fue el fundador de una nueva corriente, heredera y sustitutiva de la de Mauricio Macri. Milei fue el instrumento que encontraron en el camino del proceso político reciente cuatro vectores convergentes que lo precedieron. Los militantes en contra del aborto. Los rebeldes de la cuarentena. Los trabajadores de las plataformas digitales, que tienen una experiencia física de la competencia del mercado. Y, en este momento es lo más importante, consultores como Caputo y Rodrigo Lugones, que habían elaborado un libreto político para el post-macrismo, pero no encontraban en quien encarnarlo. ¿Ginóbili? ¿Manes? Prendió en Milei. Sería un grave error leer estos argumentos como si fueran parte de un debate académico. Son otra cosa. Son la herramienta verbal de un desafío de poder que los seguidores de Caputo lanzan contra Karina Milei y, acaso, contra el propio Javier Milei. En otras palabras: son la reacción a la marginación que vienen padeciendo. Primero, en la confección de las listas electorales. Después, en la formación del nuevo elenco de gobierno. Como dijo un gracioso: “En el reparto de cargos dispuesto por Javier, a Santi le tocó aquel abrazo infinito y cariñoso de la entrada a una reunión de gabinete. Hasta ahora no le dieron nada más”. Esta “vuelta a las bases” que propone “Jefe” en uno de sus posteos cobija varias incoherencias. Algunas tienen que ver con los antecedentes inmediatos del joven Caputo. Para aceptar la nueva intransigencia de su grupo hace falta olvidar que fue él quien, antes de las elecciones, recomendaba un acuerdo de gobernabilidad con los sectores amigables de la oposición. Por si le faltara capacidad de persuasión, se lo hacía aconsejar también a su amigo Barry Bennet, quien no ratifica ni rectifica jamás a quienes lo presentan como “consultor de Trump”. Así fue en la reunión con Rodrigo de Loredo, Miguel Pichetto y Cristian Ritondo, organizada por Caputo, en la que Bennet disfrutó de unas memorables medialunas que él mismo untaba con dulce de leche, mientras decía: “A Estados Unidos le gusta Santiago Caputio”. Después lo repitió ante la prensa. Ni Fidel Pintos. No fue, sin embargo, por estas costumbres, que una de las primeras aclaraciones que habría formulado el flamante embajador de Trump en Buenos Aires, Peter Lamelas, es que “Bennet no es serio”. Bennet reconduce a Scatturice: es su socio en Tactic Global, una agencia de lobbying contratada por la SIDE. Aquel acuerdismo de Caputo se extendía a la relación con los gobernadores, sobre todo con los agrupados en Provincias Unidas. Esa tarea le fue encomendada al talentoso Manuel Vidal, principal cerebro del “caputismo”. En la intimidad de Karina Milei se mira con mucho recelo ese entramado. Se preguntan por qué “Santi” desaconsejó algunos viajes de Milei en plena campaña electoral, con el argumento de que “ahí perdemos”. Provincias en las que, después, LLA triunfó, gobernadas por mandatarios que tienen contratada a Move, la consultora a la que pertenece el poderoso asesor. La Argentina está plagada de empresarios que han hecho fortunas en la “articulación público-privado” de manera mucho menos desprolija. ¿Por qué no aprender de ellos? La mayoría contribuye a la Fundación Faro, cercana al “Mago”. También los sindicalistas conocieron la vocación dialoguista de Caputo, enfocada en conseguir la reforma laboral. El “Mago” jugaba con ventaja: a través de Salud maneja la codiciada caja de las obras sociales. Sin embargo, donde la vocación del súper asesor por el acuerdo se hizo más marcada fue en el área de Justicia. Durante meses su amigo Sebastián Amerio negoció con Juan Martín Mena, ojos y corazón de Cristina Kirchner en los tribunales, la integración de la Corte, la aprobación de pliegos para un centenar de jueces y la designación del procurador general de la Nación. Es el cargo que Amerio ansiaba para sí. Ese sueño quedó por ahora postergado. Karina Milei pidió que cualquier negociación pase por su despacho. Todo pasó para el año próximo. Entre otras cosas, la salida de Mariano Cúneo Libarona del Ministerio. Los que miran las estrategias del sagaz Caputo con ojos críticos explican que aquella gimnasia de conciliación era el ensayo general de la gran concertación que él tejería cuando el Gobierno se hundiera en la derrota electoral de octubre sepultando en el derrumbe a sus rivales internos: Karina Milei, los Menem y Pareja. La historia tuvo otras ideas. Karina y sus colaboradores hicieron triunfar su estrategia: sembrar las boletas de todo el país con figuras sólo conocidas por ser “los candidatos de Milei”. Con la victoria de sus rivales, Caputo perdió espacios de poder. No los que tenía. Sí los que había fantaseado. La Jefatura de Gabinete fue para Adorni, un subordinado de la hermana del Presidente. La Cancillería, para Pablo Quirno, a quien todavía es imposible clasificar como globalista o independentista. Sólo se sabe, por su propia información, que uno de sus ancestros, don Norberto, participó del Cabildo Abierto del 22 de mayo. Pero el Quirno de estos días no dio precisiones sobre el alineamiento de su antepasado: si a favor o en contra de la ruptura con la metrópoli. Acertijo para la fiebre mitológica del kirchnerismo. La única certeza sobre Quirno es que es una extensión del brazo de Luis Caputo, el ministro de Economía, sobre la política exterior. El Ministerio del Interior fue para Diego Santilli. El “Mago” no fue ni jefe de Gabinete ni mega ministro, con medio Estado bajo su mando, como imaginaba. Eso sí: él impulsó la salida de Guillermo Francos, Lisandro Catalán y Werthein, sembrando argumentos maliciosos en la cabeza del Presidente. Nada que sorprenda. Es un método demasiado frecuente en gente de su oficio, como se demostró aquella vez que desde su consultora quisieron ensuciar a Daniel Filmus divulgando la calumnia de que su padre había trabajado para el repudiable Eduardo Massera. Milei simuló ingenuidad y aceptó los argumentos de su asesor. Eso sí, en todos estos recambios el Presidente adoptó el viejo axioma de Carlos Menem: “El que saca no pone”. Por eso, hasta ahora, al “Mago” sólo le tocó aquel abrazo. La presencia de Santilli es una pieza argumental apreciadísima del autodenominado “caputismo”. Santilli es la encarnación de la casta a la que se quería combatir. Para advertirlo alcanza con volver a los antiguos tuits que emitió Milei para caracterizarlo cuando “el paisajista” era el candidato de Horacio Rodríguez Larreta en la provincia de Buenos Aires. El nuevo ministro tiene un puente con los Menem a través de Fernando Elías, mano derecha y, sobre todo, izquierda, de Santilli. Un puente fácil de tender. Él nació a la política en el corazón del menemismo. Hijo del célebre Hugo, primer presidente del Banco Nación del riojano, se guarneció más tarde bajo el ala del legendario Hugo Franco, en Migraciones. Quiere decir que para el camaleónico Santilli es mucho más fácil plotearse de libertario que de militante del Pro. El “Colo” será el encargado de las transacciones con gobernadores y sindicalistas. Él se precia de ser más astuto que Catalán para evitar que en las conversaciones se le crucen los colaboradores de Caputo. Con los gremios tiene relaciones ancestrales. Fue casi un hijo para los Moyano, a los que estuvo unido por el negocio de la basura. Y con Armando Cavalieri y los Empleados de Comercio tiene una convivencia de años por las intervenciones en las concesiones gastronómicas de las zonas más cotizadas de Buenos Aires. A propósito de esas actividades de Santilli, sobre las que hay legiones de comerciantes ofreciendo testimonios: ¿tuvo algo que ver con el pasable exilio que Pablo Ludmer, líder de BSD Investments, tuvo que tomar en Israel? Santilli está feliz con su nuevo cargo. Promete ni chistar por las amputaciones. Ni Migraciones ni el Renaper. Al menos por ahora. Esas dependencias, o “cajas”, como las denominan en su entorno, quedan para Patricia Bullrich. Ambos son un problema para las teorías del “Mago” en contra de Cambiemos. El triunfo de Milei este año debió mucho, en los dos distritos más importantes del país, a figuras provenientes del Pro: Bullrich en Capital, Santilli en la provincia de Buenos Aires. El giro discursivo del naciente “caputismo” sería la contestación a este nuevo escenario. No hay que perder la esencia. Se debe radicalizar la oferta oficialista en contra del sistema. Esta posición aún no acaba de nacer. Pero plantea ya un interrogante. La marcha que Milei está obligado a realizar hacia el centro, única táctica posible si quiere conseguir los acuerdos que permitan sus reformas, ¿deja margen para un planteo crítico desde la derecha de LLA? Esta pregunta permite observar la iniciativa de los amigos del joven Caputo bajo una nueva luz: el “Mago”, desencantado, le estaría mostrando los dientes a su jefe. O, según los niveles de narcisismo que se le detecten en sangre, a su “invento”. Sería la reacción ante la nueva identidad acuerdista que debe adoptar el oficialismo si quiere conseguir mayorías en el Congreso. Como adelantó hace varios meses el politólogo de Santa Bárbara, “si Milei quiere tener éxito, después de las elecciones debe adoptar el plan Larreta: un programa que tenga el respaldo del 70% de la ‘casta’”. Ese programa es, por definición, gradualista. No es un problema insalvable: el ministro de Economía de Milei, Luis Caputo, era quien elaboraba el plan económico de su íntimo amigo Larreta. Estaría naciendo, entonces, un engendro inesperado: larretismo austríaco. Contra ese experimento va la cuenta “Jefe”. Estas hipótesis no se limitan a sostener un escenario teórico. En las inmediaciones de Caputo ya hay jóvenes muy perspicaces que se preguntan qué arrastre tendría dentro de la sociología de LLA una candidatura de Daniel Parisini, @GordoDan. Parisini es uno de los protagonistas de aquellas cruzadas ideológicas previas a Milei, ligadas a la penalización del aborto y el fin del encierro de la pandemia. En el universo digital, que es el verdadero mundo para muchos dirigentes de LLA, es un centro de gravedad. A veces las visualizaciones de sus mensajes superan el millón de entradas. Quienes imaginan una divergencia de las Fuerzas del Cielo con el Presidente especulan: “Una candidatura del Gordo Dan arranca desde el vamos con 8% de los votos. Cuidado”. La cuenta de Parisini está presidida por un epígrafe que preanuncia el tono político que pretenden Caputo y sus legionarios. Dice así: “Todo aquel que cuestione el más mínimo detalle de lo que hace o no hace Javier Milei, es un pelotudo y fundamentalmente un hijo de remil puta (sic)”. No se le puede negar sentido del humor. Fuente: La Nación
Ver noticia original