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» Diario Cordoba
Fecha: 13/11/2025 03:43
-¿En qué momento nace esta idea de componer una sinfonía por la paz? -A veces en la vida las cosas no salen del tirón. Empiezas con una idea y terminas con otra. Hace más de cinco años empecé a componer una pieza contemporánea que hablara de la concordia, de la armonía, un mensaje pacifista aunque sin ese nombre todavía. Con el tiempo, la obra fue tomando forma. Hablé con Mike Thomas, que muchas veces dirige la Orquesta de Córdoba y me dijo: “¿Y si haces un concierto entero?”. Me animó muchísimo y me ofreció su ayuda. Yo soy una persona con valores muy marcados pero también tímido. Me daba pudor decir que hacía algo “por la paz”, porque temía que sonara pretencioso. Pero al final decidí dejarme llevar por lo que sentía. Lo que estaba componiendo tenía, sin buscarlo, un sentido universal. La Fundación Artdecor me apoyó desde el principio, cuando les conté la idea me dijeron que justo tenían en mente dedicar sus actividades a la paz y al medioambiente. En ese momento ya había estallado la guerra de Ucrania y la situación en Palestina seguía igual. Todo eso le dio aún más sentido a la obra. -En la sinfonía justo participan voces de Palestina, Ucrania, etc. ¿Cómo logró reunir a artistas tan diversos en un mismo mensaje? -Fue casi por casualidad. En Córdoba vive una chica palestina, Miriam Toukan, casada con un cordobés. Con ella ya había hablado de crear una asociación de mujeres por la paz. Miriam me ayudó a contactar con otras artistas. Además de las más cercanas, como Estrella Morente, también hablamos con Patti Smith, que quiso participar aunque no pudo, y con Sarah Lee Guthrie, que vino a Córdoba y se enamoró del proyecto. Siempre imaginé un himno cantado por mujeres de distintas nacionalidades de su lengua materna. -Habla de que la paz es femenina para usted, ¿por qué? -Lo es, no por romanticismo, sino porque son las mujeres las que más se implican en los procesos de paz. Grabación de Sinfonía por la Paz en el C3A, con la actuación de Estrella Morente. / Manuel Murillo -Volviendo a la obra, se grabó en el C3A durante el equinoccio de primavera. ¿Qué simbolismo tuvo ese momento? -Fue un día muy especial, casi bíblico. AL principio queríamos hacerlo en la Mezquita de Córdoba, pero el Cabildo se echó atrás. Les apreció un proyecto demasiado complejo. Luego intentamos hacerlo en La Axerquía, pero tampoco fue posible. Queríamos que fuera con el equinoccio porque es un día de energía, de cambio, de apertura hacia la luz. Finalmente, el C3A nos abrió las puertas. Su directora y todo el equipo nos apoyaron muchísimo. Pensamos que habíamos tenido mala suerte por no poder hacerlo al aire libre, pero nos equivocamos muchísimo, fue al revés. Dentro pudimos grabar con una energía muy pura. No quería registrar la obra en un estudio, sino en un lugar vivo. Y el terminar el concierto cayó una tormenta tremenda. Parecía un regalo del cielo, como si el universo participara también en la sinfonía. -La sinfonía está estructurada en cuatro actos. ¿Cuál es el viaje emocional que plantean? -Los cuatro actos siguen la estructura clásica de una sinfonía, pero los llevé a mi terreno emocional. El primer acto refleja los días que vivimos: incertidumbre, nerviosismo, pseudo-querras... ese clima extraño que nos acompaña desde hace años. El segundo acto, Chaos, es el desenlace cruel: la violencia, le horro, el caos y la desesperación. Se cierra con el llanto de las mujeres que han perdido a sus seres queridos. El tercer acto trae un rayo de luz: la paz, la armonía, el canto conjunto de las mujeres en Peace in Our Hands. Y el cuarto acto, Sounds of Light, es un tributo a la esperanza, a los niños y a las niñas, a esa luz que ellos representan y que siempre acaba salvando al mundo. Después hay una coda final, un resumen breve de las grandes melodías de la obra. -¿Cómo ha respondido el público? -Ha sido impresionante, en el concierto la gente lloraba. Se creó un halo de energía muy bonito. Hemos publicado el disco en digital y pronto saldrá en vinilo, las críticas están siendo muy buenas. Queremos llevar la sinfonía a más lugares, esto no es solo música, es un mensaje. Una llamada al mundo para que se nos escuche y para que sirva, aunque sea un poco, para frenar tanta devastación. -Dona los ingresos del proyecto a plataformas por la paz y derechos humanos. ¿Cómo cree que el arte puede cambiar las cosas? -El arte y la música tienen una capacidad transformadora enorme. Limpian, unen, hacen que las personas se encuentren. Desde el principio decidimos que nadie cobraría nada. Todas las distribuidoras y plataformas han renunciado a sus ingresos, y todo lo que se recaude irá a la Fundación Artdecor. Desde ahí, junto con las artistas participantes, el dinero llegará a asociaciones concretas: en Ucrania, para apoyar a la población civil, o en Gaza, a una organización llamada Mujeres por la Paz, entre otras. -Y si la paz, o el fin de la guerra, pudiera escucharse, ¿a qué sonaría? -Sonaría a esta sinfonía. No porque pensemos que una obra se alcanza la paz, sino porque desde lo pequeño hemos puesto un granito de arena que puede resonar en el universo. Ojalá ese eco sirva para un cambio de paradigma, para que volvamos a buscar la armonía entre todos. El planeta es un lugar hermoso, solo tenemos que aprender a vivir juntos.
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