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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 12/11/2025 22:57
Las variaciones en los niveles de agua de grandes lagos influyen en la presión sobre las fallas tectónicas (Imagen Ilustrativa Infobae) El cambio climático, conocido por provocar huracanes, olas de calor, inundaciones y sequías, también puede influir en la frecuencia y magnitud de terremotos y erupciones volcánicas. Así lo revela un estudio reciente liderado por el geólogo James Muirhead de la Universidad de Auckland, que analizó el caso del lago Turkana en el Valle del Rift de África Oriental. Según la investigación citada por TIME, las variaciones en los niveles de agua de grandes lagos, como Turkana, pueden modificar la presión sobre las fallas tectónicas, alterando la actividad sísmica en escalas de tiempo mucho más cortas de lo que se pensaba. Las fuerzas climáticas no solo afectan la superficie El trabajo, publicado en Scientific Reports y recogido por TIME, sostiene que, aunque las fuerzas tectónicas dominan el proceso de fractura continental, el clima desempeña un papel clave al modular la velocidad de estos procesos. La velocidad de la fractura continental depende tanto de las fuerzas tectónicas como de las condiciones climáticas, según el estudio (Imagen Ilustrativa Infobae) Muirhead explicó que el clima puede impulsar fases de mayor actividad sísmica o volcánica, dependiendo de los cambios en el entorno. El equipo, que también incluyó a Chris Scholz, profesor de Ciencias de la Tierra en la Universidad de Syracuse, recopiló datos sísmicos de 27 fallas bajo el lago Turkana, abarcando los últimos 10.000 años, un periodo marcado por importantes transformaciones climáticas en África Oriental. El mecanismo identificado por los investigadores se basa en el peso del agua acumulada en grandes lagos o glaciares. El agua ejerce una presión considerable sobre la corteza terrestre: en el caso de Turkana, cada metro cúbico pesa 1.000 kilogramos, lo que, multiplicado por el volumen del lago, genera una fuerza capaz de suprimir la actividad de las fallas y la producción de magma. Durante el periodo húmedo africano, entre hace 9.600 y 5.300 años, el lago Turkana alcanzó niveles cientos de pies superiores a los actuales, lo que mantuvo la región subterránea relativamente estable. Sin embargo, cuando el clima se volvió más seco y el nivel del lago descendió hasta 137 metros, la presión disminuyó, lo que permitió que las fallas se activaran y aumentara la actividad magmática. Cambios rápidos y efectos directos El estudio revela que los niveles de agua del lago Turkana son un indicador clave del hidroclima regional Scholz, coautor del estudio, señaló a TIME que los niveles de agua en el lago Turkana reflejan el “hidroclima” regional y que, durante los intervalos más húmedos, el lago era mucho más profundo que en la actualidad. El descenso del nivel del agua, provocado por el aumento de temperaturas y la reducción de lluvias, alivió la presión sobre las fallas, lo que, según los datos recogidos, aceleró el deslizamiento de las mismas y favoreció la producción de magma. Este fenómeno no solo se limita al lago Turkana, sino que podría haber influido en la fracturación subterránea de todo el Valle del Rift. El caso del lago Turkana ilustra cómo los cambios climáticos pueden desencadenar procesos geológicos en escalas de tiempo relativamente cortas. Los investigadores observaron que las variaciones en el nivel del lago, de hasta 137 metros, ocurrieron en periodos de siglos, y que los cambios de presión asociados se transmitieron casi de inmediato a las fallas, aumentando la probabilidad de actividad sísmica. Modelos climáticos prevén un aumento de lluvias en el Valle del Rift en las próximas décadas, lo que podría elevar el nivel del lago Turkana (Imagen ilustrativa Infobae) El sistema magmático, en cambio, respondió en escalas de miles de años. Modelos climáticos citados por TIME prevén que, en las próximas décadas, la región experimentará un aumento de lluvias, lo que podría elevar el nivel del lago y reducir el riesgo sísmico local, aunque conllevaría otros peligros, como inundaciones. Fenómenos similares se han documentado en otras partes del mundo. Muirhead y su equipo destacaron en TIME que la retirada de glaciares al final de la última Edad de Hielo provocó un aumento de la actividad sísmica en América del Norte y Europa. En Islandia y la región de Yellowstone en Estados Unidos, la alternancia de periodos húmedos y secos también ha estado vinculada a fluctuaciones en la actividad tectónica. Además, se ha planteado la hipótesis de que la producción de magma en las dorsales oceánicas varía en respuesta a los cambios del nivel del mar durante los ciclos glaciares e interglaciares. Consecuencias para la gestión del riesgo La velocidad de los cambios geológicos actuales impacta directamente en la gestión de riesgos urbanos (Imagen Ilustrativa Infobae) La rapidez con la que se producen estos cambios, en comparación con otros procesos geológicos que suelen desarrollarse durante millones de años, tiene implicaciones directas para la gestión de riesgos y la planificación urbana. Los responsables políticos, urbanistas y aseguradoras deben considerar que las alteraciones en el clima y los volúmenes de agua pueden modificar la probabilidad de terremotos en periodos de décadas o siglos, lo que representa una ventana temporal relevante para la toma de decisiones. En este contexto, Muirhead subrayó en TIME la importancia de incorporar el estado actual del clima y los volúmenes de agua de los lagos en las evaluaciones de riesgo sísmico, especialmente en regiones de fractura continental como Turkana, donde estos factores pueden modificar la frecuencia y la magnitud de los terremotos.
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