Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • La Justicia de Fierro ante el Justo Fierro

    » El Ciudadano

    Fecha: 11/11/2025 13:01

    Por Bruno Netri* I. Lamento y desafío En este Día de la Tradición, nuestra memoria cívica se detiene inevitablemente ante la figura del gaucho, piedra angular de nuestra identidad nacional. Sin embargo, al evocar su espíritu libre, debemos enfrentar también su dolor más profundo, magistralmente inmortalizado por José Hernández en Martín Fierro. Fierro no es solo un personaje de leyenda; es el eco amargo de una época en que la ley, lejos de ser un escudo protector, era una herramienta de opresión. Su relato es la denuncia social de la Ley del Embudo, ancha para el poderoso y angosta o inexistente para el desposeído. La ausencia de un Estado de Derecho efectivo desintegró su proyecto de vida, condenándolo a la desesperación y a la vida de matrero (fugitivo fuera de la ley), pues, como testificó: “Para él son los calabozos, / para él las duras prisiones, / en su boca no hay razones / aunque la razón le sobre; / que son campanas de palo / las razones de los pobres”. La tragedia del gaucho nos interpela -como sociedad y especialmente a quienes somos operadores del Derecho- a preguntarnos si hemos logrado desterrar la arbitrariedad y la desigualdad que forzaron ese clamor. Esta reflexión, lejos de buscar la censura histórica, nos impele a la autocrítica constructiva. La historia de Fierro es la herida que nos recuerda que la Justicia debe ser, ante todo, una promesa de igualdad real. Tomar el pasado como espejo es la única forma de asegurar que el Estado de Derecho que tanto nos costó construir, cumpla su promesa fundacional: garantizar que la justicia, la imparcialidad y el debido proceso sean una realidad tangible para cada ciudadano, sin importar su origen, fortuna o poder. II. Dignidad y ley La persecución del gaucho fue una afrenta no solo legal, sino moral. El gaucho encarnaba valores fundamentales que hoy son emblema de nuestra tradición: la libertad y la independencia en su vida; la valentía y el coraje en la adversidad; la lealtad y la palabra empeñada como código de honor; y una vida austera y en contacto con la naturaleza. El drama que narra Hernández es que estos valores fueron despreciados por el poder de turno. La “Justicia de Fierro” de entonces no solo aplicó una ley desigual y discriminatoria con leyes de vagos y la leva forzosa (el reclutamiento militar obligatorio y coercitivo de hombres pobres), sino que criminalizó la dignidad de la persona justa y vulnerable, situación que Fierro resumió con dolor: “El ser gaucho… ¡barajo! / el ser gaucho es un delito”. El sistema judicial hoy debe ser el antídoto radical a esa injusticia histórica. El Estado de Derecho se erige precisamente para proteger la dignidad del ciudadano. La mejor respuesta a la “Ley del Embudo” es la rigurosa aplicación de la Ley que es igual para todos, sin importar influencias, fortunas o escala social. Nuestro compromiso institucional debe ser desterrar todo vestigio de esa herencia de opresión, asegurando que el acceso a la Justicia sea efectivamente un derecho, no un privilegio. Debemos garantizar que la única ley vigente sea la Constitución, haciendo obsoleto el consejo oportunista del Viejo Vizcacha: “Hacete amigo del Juez; / no le des de qué quejarse; / pues siempre es güeno tener / palenque / ande ir a rascarse”. III. Participación y control La denuncia de Fierro, lanzada en los albores de nuestra Patria en 1872, nos reveló una verdad ineludible: la judicatura no puede ejercerse desde un despacho a puertas cerradas ni bajo un procedimiento escrito y secreto. El sistema de justicia, para ser verdaderamente justo, debe abrir sus puertas, pues su razón de ser –al igual que la de los demás poderes del Estado– es precisamente la ciudadanía, depositaria final de la soberanía. El gran salto cualitativo de la justicia moderna es reconocer que la confianza del pueblo en las instituciones no es un acto de fe, sino una construcción activa. Ejemplos concretos de esta transparencia, y que nos alejan definitivamente de la opresión que sufrió Fierro, son la institución del Juicio por Jurados y el carácter público de las audiencias orales. Allí, la participación y el control ciudadano directo hace que la justicia deje de ser un trámite burocrático de oficina para convertirse en un acto de servicio cívico. Asimismo, el mensaje de las víctimas, a través de las declaraciones de impacto, nos obliga a contemplar la dimensión humana y el sufrimiento real de quienes llegan a los estrados, siendo su confianza el peso de la alta responsabilidad de quienes integramos el sistema. IV. Unión y Justicia Hemos recorrido el camino que va de la barbarie jurídica denunciada por Hernández a la institucionalidad republicana que hoy defendemos. Pero para que este sistema sea inexpugnable, debemos evitar que las nuevas arbitrariedades (la lentitud, la inaccesibilidad) sigan marginando al ciudadano, que con frecuencia percibe a la Justicia como lenta, compleja y lejana. El mejor homenaje que podemos rendir a nuestra tradición, y al dolor del gaucho, es construir la Nación que Martín Fierro nunca conoció, una Nación donde la ley proteja la dignidad de todos; en definitiva, “afianzar la justicia”, como lo ordena el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional. Y esto solo se logra volviendo a la fuente moral que Fierro legó a sus hijos: “Los hermanos sean unidos, / porque ésa es la ley primera; / tengan unión verdadera, / en cualquier tiempo que sea, / porque si entre ellos pelean, / los devoran los de afuera”. El rol del Poder Judicial es intransigente: la Ley debe ser igual para todos (o bien, en su lugar, decir que “la aplicación Ley sea igual para todos”). Asegurando que la justicia sea accesible, transparente, con participación y control de la ciudadanía, demostramos nuestro compromiso con el mandato fundacional de la Nación y con ello el objeto de “asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Convertir el lamento del Justo Fierro en una promesa cumplida es nuestra obligación: la justicia ya no es el verdugo del gaucho, sino el baluarte inexpugnable de la República. La tradición argentina se sostiene en el coraje para defender lo justo. Que el recuerdo del gaucho Martín Fierro nos motive a transformar cada tribunal en un verdadero bastión de la igualdad republicana. ¡Viva la Tradición y el Estado de Derecho! ¡Viva la Patria! *Abogado (UCA). Magíster en Integración y Cooperación Internacional (UNR). Juez de Cámara Penal de Santa Fe (2016-presente)

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por