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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 11/11/2025 04:57
La actriz sueca Bibi Andersson debutó a los 15 años en un comercial dirigido por Bergman, iniciando una carrera legendaria (Wikimedia) Dicen que tenía una mirada inolvidable. Con su cabello rubio, siempre corto, y su sonrisa angelical, Bibi Andersson fue la musa inspiradora del director sueco Ingmar Bergman. Y se convirtió en una estrella indiscutida del cine en toda Europa. Pero también fue amada y reconocida en la Argentina, donde tuvo la oportunidad de compartir filmaciones con grandes figuras a nivel local. Su nombre completo era Berit Elisabet Andersson. Había nacido el 11 de noviembre de 1935, hace exactamente nueve décadas, en Kungsholmen, una localidad cercana a Estocolmo, Suecia. Era hija de Karin Mansion, una trabajadora social, y de Josef Andersson, un comerciante. Y, con apenas 15 años de edad, debutó como actriz en un comercial de artículos de limpieza dirigido por Bergman, en el que encarnaba a una princesa que tenía que darle cien besos a su marido a cambio de una pastilla de jabón... Aquella escena tan absurda como pintoresca, bastó para que el cineasta no solo descubriera su talento, sino que también cayera rendido ante sus encantos de mujer. Así fue como ambos comenzaron un apasionado noviazgo. Y la joven no dudó en dejar sus estudios en el instituto Royal Dramatic Teather, para dedicarse al teatro en Malmö, donde él dirigía obras de August Strindberg. Tiempo después, Bibi se formó en el Teatro Real de Estocolmo. Y debutó en el cine con La señorita Julia (1951), de Alf Sjöberg. Pero, sin lugar a dudas, los más de diez films que protagonizó con Bergman fueron los que la posicionaron como una de las divas de la pantalla grande. Algunas de las películas en las que se destacó, después de la primera que hizo junto a él que fue Sonrisas de una noche de verano (1955), El séptimo sello (1957), Fresas salvajes (1957) y Persona (1966). Esta última, para muchos, fue una de sus mejores interpretaciones. Allí, Bibi encarnó a una enfermera y compartió pantalla con la noruega Liv Ullman, que hacía a la paciente que ella tenía que cuidar. Pero fue entonces cuando Bergman decidió terminar su relación sentimental con ella para empezar un romance con quien se convertiría en su nueva favorita, siguiendo su costumbre de involucrarse con sus actrices fetiches. “Vio nuestra amistad y quería entrar dentro de ella. Involucrarse”, dijo Andersson al recordar el final de su historia de amor con el director. La vida sentimental de Bibi Andersson incluyó relaciones con figuras como Ingmar Bergman, Kjelñl Grede y Per Ahlmark (Wikimedia) Bibi, por su parte, se puso en pareja con el escritor y director de cine sueco Kjelñl Grede, ganador en 1968 de una Concha de Plata en el Festival de San Sebastián, con quien se casó en 1960 y tuvo a su única hija, Jenny. Ambos se divorciaron trece años más tarde y el hombre falleció en 2015. En tanto, en 1979 la actriz contrajo enlace con el escritor y político Per Ahlmark, de quien se divorció a los tres años. Y en 2004 se unió el médico argentino radicado en Suecia Gabriel Mora Baeza, quien la acompañó hasta el final de sus días. Pero la realidad es que, a pesar de haber comenzado de la mano de un gran amor que la marcó para siempre, la carrera de Andersson trascendió a sus parejas. Además de desplegar su talento en teatro, participó en La carta del Kremlin (1970), de John Huston, La amante (1962), de Vilgot Sjorman, por la que ganó un Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1963, El festín de Babette (1987), de Gabriel Axe y algunas producciones españolas como Una estación de paso (1992), de Garcia Querejeta. “Para mí fue como una invitación a participar en algunas de las más importantes películas que se han hecho en nuestra época. Lo que ocurre es que yo en aquella época no me daba cuenta. Lo de que me asocien siempre con el cine de Bergman es un precio que hay que pagar”, dijo en una entrevista tratando de entender por qué se la siguió identificando de por vida con el director sueco, cuando la mayor parte de su trabajo no tuvo que ver con él. Aunque empezó su carrera siendo muy joven, los años ‘80 la encontraron en pleno esplendor. Fue entonces cuando desembarcó en la Argentina para filmar Pobre mariposa (1986) dirigida por Raúl de la Torre, donde conoció a la gran diva del cine Graciela Borges y a Lautaro Murúa, y Los dueños del silencio (1987), de Carlos Lemos, donde compartió el protagónico con Arturo Bonín. A finales de esa década, en tanto, centró su carrera en la televisión y en el teatro, donde volvió a colaborar varias veces con Bergman. Bibi Andersson en el film Quintet, de Robert Altman (Photo by Alberto Terenghi Arc/IPA/Sipa USA) En sus últimos años de actividad, Andersson se dedicó a dirigir teatro en Estocolmo. Pero en 2009 sufrió un derrame cerebral que le dejó medio cuerpo paralizado y, desde entonces, desapareció de la escena pública. Falleció el 14 de abril de 2019, en su tierra natal. Y el mundo entero se lamentó por su pérdida, recordando lo simple y generosa que había sido con quienes tuvieron la suerte de cruzarse en su camino a lo largo de su carrera.
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