Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • De la cama del hospital a la cima de la roca: la historia de superación de Gisela Carballo, el humor como escudo y la comunidad que la sostuvo tras la amputación

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 11/11/2025 04:46

    Del Otro Lado - Gisela Carballo Tenía 28 años cuando su vida cambió para siempre. Un lunes de neblina, camino al trabajo, Gisela Carballo chocó con una retroexcavadora mientras conducía su moto. Despertó días después en una clínica: no recordaba el accidente y tampoco sabía que había perdido una pierna. Lo que siguió fue una reconstrucción física y emocional, pero también una transformación profunda. “Me morí un ratito, pero volví. Y por algo volví”, dice hoy, con una sonrisa que resume su nueva filosofía de vida. A los 30 años, la “Amput-Hada”, como se define con humor en redes sociales, trabaja como diseñadora gráfica, practica boulder y escalada, y se convirtió en una referente para la comunidad de personas amputadas en Argentina. “Cuando no podés caminar, sólo queda ir para arriba”, repite como mantra mientras comparte sus avances en redes. “Cuando no podés caminar, sólo queda ir para arriba”, repite como mantra mientras comparte sus avances en redes. Es que apenas cuatro meses antes del accidente había descubierto la escalada y, contra todo pronóstico, volvió al muro con una prótesis y una determinación inquebrantable. “Mi vida ahora está llena de primeras veces”, explicó en Del otro lado. Cada paso, cada intento, cada ascenso lo siente como desbloquear un nuevo nivel del videojuego de la vida. Gisela no había visto a nadie que escalara con una pierna amputada hasta que encontró a personas de otros países y decidió convertirse en la voz que a ella le faltó escuchar al despertar en esa clínica. Hoy su misión es dar visibilidad, armar comunidad y demostrar, con humor, esfuerzo y ternura, que se puede volver a empezar, incluso desde cero, incluso desde arriba. Gisela Carballo, diseñadora gráfica y escaladora, relató cómo un accidente de tránsito le cambió la vida tras perder una pierna. (Gustavo Gavotti) —Preséntate. ¿Quién sos? —Mi nombre es Gise. Tengo 30 años. —Y contame, ¿qué hacés en la vida? —Ahora estoy estudiando diseño gráfico, trabajo de eso también. Pero mi vida dio un giro hace dos años y medio, así que es otra Gise la que está acá. —¿Qué pasó hace dos años y medio? —Tuve un accidente, yendo a trabajar. Siempre trabajé en el área de salud, había conseguido un trabajo súper lejos de casa y me compré una moto. Quién iba a imaginar que una retroexcavadora iba a pasar de costado y me iba a chocar... En ese accidente perdí una pierna. —¿Perdiste la conciencia durante el accidente? —Sí. No me acuerdo de nada. Me despierto en una clínica, porque encima pasé por un hospital primero. Después llegué a la clínica y cuando me despierto a los pocos días que me dicen: “Bueno, te pasó esto y estás así”. —¿Ya te habían amputado sin que vos lo supieras? —Sí. —¿Algún familiar tomó la decisión o fue decisión de vida o muerte? —Creo que fue directamente una situación de vida o muerte que tuvieran que amputar en el hospital donde caí. Fue como salvar la vida o tener la pierna y que pase cualquier cosa. Cuando me despierto en la clínica me dicen: “Perdiste una pierna y hay que operarte de nuevo. Pero necesitamos que estés estable”. Así que así arrancó la nueva vida... —¿Cómo fue mirarte por primera vez? —Fue muy difícil. Fue raro porque me acuerdo que estaba completamente sedada y cuando miro de costado veo: ketamina, morfina... Y dije: “Estoy en la mierd*”. No sé qué pasó, pero fue heavy. Y cuando me cuentan, lo primero que hago es atinar a verme. No me podía mover más que un poquitito la cabeza. La imagen era muy loca: la cama tapada con una sábana, como en cualquier clínica, y una sola pierna. Era la sensación de: falta algo. Empezar a verme fue todo un proceso porque era ver algo hinchado, con puntos, sentir que falta algo... —¿Se te pasó por la cabeza pensar: “Por qué a mí”? —No, la verdad que no. Era como que sentía que era algo... No sé cómo explicarte, porque suena muy loco. Pero es como que siempre sentí que algo así me iba a pasar en algún momento. Tenía sueños o la sensación de que a mí en algún momento de la vida me iba a pasar algo que me iba a cambiar para siempre. Y cuando me desperté y me vi, fue como: “¡Ah! Era esto”. O sea, esto era lo que tenía que pasar y pasó. —¿Te cambió para siempre? — Sí, totalmente. —Contame cómo eras y cómo sos hoy. —Antes era una persona que estaba apurada todo el tiempo. Caminaba apurada, hablaba apurada, iba de acá para allá a hacer esto o lo otro. “No tengo tiempo para esto”, decía. Estaba todo el tiempo tratando de ganarle al tiempo. Y esto fue como: “No, flaca. Calmate un poco, bajá 35 cambios y empezá a disfrutar la vida de otra manera porque se te va”. Aparte cuando me desperté sentí como que me morí un ratito y acá estoy de vuelta. Por algo estoy de vuelta. “Vamos a aprovechar un poco la situación”, dije. —¿El tiempo corre distinto desde el accidente? —Sí. —¿Mejor o peor? —Mejor. Sin dudas. —Antes de perder la pierna, ¿qué actividad física hacías? ¿Qué te gustaba? —Eso fue lo que me hizo salir adelante, básicamente. Unos meses antes del accidente empecé boulder, que es la escalada que se hace sobre la colchoneta. Tuve el accidente y, apenas me desperté, dije: “Yo quiero volver a escalar. Quiero hacer esto. No sé si se puede o no se puede, pero yo lo necesito volver. Necesito que me dejen intentarlo”. Y es así como hoy en día escalo. "yo mido la vida en primeras veces y siento que a partir del accidente todo es una primera vez", confesó la diseñadora. (Gustavo Gavotti) —¿Fue fácil volver a escalar? Lo digo por vos, pero también por los demás. —No, fue una locura. Por suerte, llegué a un club que hoy en día son amigos míos. Les escribí en su momento a los profes y les dije: “Che, ¿puedo volver?”. Porque también me daba miedo pensar ¿me van a poder dar clase? ¿Van a querer? ¿Van a tener las ganas de aprender cómo darme clases ahora? Y no tuvieron ningún problema. La verdad que fueron todos un amor y me invitaron a volver. Así que aprendimos juntos. Yo aprendí a escalar de nuevo. De hecho, una vez que vuelvo, me pongo a escalar cuerda, que es otra cosa, es escala deportiva, es otro deporte diferente. —Contame cómo es es boulder y cómo es escalar con la cuerda. —Boulder es escalar vos solo sin ningún equipo de seguridad encima. El equipo de seguridad es la colchoneta que está abajo que es especial para eso, cosa que si vos te caes te sostenga... —Sin arnés, nada. —Sin nada. Yo hacía eso en un principio. Y después arranqué escalada deportiva, que esa es la que es para arriba. Ahí sí tenés un arnés, hay una cuerda, hay una persona que es quien te da el seguro, quien está ahí protegiéndote por todo. Y yo eso no la había hecho nunca. Pero también fui y pregunté: “¿Puedo arrancar esto también?" (risas). Y me respondieron: “Sí, dale, vamos a hacerlo”. —Y escalar la cuerda que pende… —Sí así arranqué y después, haciendo otros cursos, ahora yo soy la que lleva la cuerda anudada a mi arnés y voy con unos dispositivos de seguridad que se llaman express. Entonces, yo voy escalando, pongo el dispositivo, pongo la cuerda y me aseguro. Escalo un poquito más, pongo el dispositivo y así llegás el top... —¿Nivel deportivo para divertirte o vamos a competir? —Puede ser una posibilidad en algún momento. Hoy en día, acá por lo menos en Buenos Aires, no hay competencias para discapacitados. Es un poco por lo que yo quiero hacer ruido y quiero generarlo. No importa si después yo me meto a competir o no, pero quiero generar que esté la posibilidad porque en Argentina no hay nada. De hecho, hay un chico en Mendoza que él sí está para competir en los Juegos Olímpicos que se vienen ahora, los Paraolímpicos, y tuvo que ir a competir a Brasil para quedar, para poder posicionarse. La idea sería que lo organicemos. Tengo muchas ganas de organizar algo así, de juntar gente, profesionales que quieran entrenar. Ya me pasaron contacto un montón de personas, así que es algo que, de a poquito, yo creo que lo vamos a ir destrabando… —¿Y algún día te gustaría competir en un Paraolímpico? —Sí, me gustaría. Estoy para todo (risas). —¿Sos quien sos o serías de otra manera si tuvieras tu pierna? —Yo siento que esto fue un antes y un después. Siempre digo esta frase de que yo mido la vida en primeras veces y siento que a partir del accidente todo es una primera vez. Es como cuando sos chiquitito y te emocionás por hacer algo nuevo. Bueno, yo lo estoy viviendo hoy. Por esto que me pasó, ahora es como: “¡Oh! Me salió tal cosa, desbloqueé un nivel más, vamos con otra cosa”. Cosas chiquitas que uno hoy no se pone a pensar, por ejemplo, cuando te subís a una bici y vas. No estás pensando en qué bueno que es eso. Para mí es como: “¡Wow! Me salió, pude hacerlo“. Así cada cosita que voy haciendo es como voy desbloqueando cosas y me cambió. La falta de competencias de escalada adaptada en Argentina impulsa a Gise a promover la inclusión deportiva para personas con discapacidad. (Gustavo Gavotti) —Vi en tus redes sociales una frase muy interesante: “Solo te queda ir hacia arriba”. —Eso fue un poco lo de escalar también. Ya que no puedo caminar mucho, porque caminar me cansa y necesito descansar, tomar un poquito de agüita, digo: “Ya que no puedo caminar, vamos para arriba. Hay que subir, hay que escalar…" (risas). —¿Qué es la amput-hada que mencionás también en redes? —De todas las hadas, me tocó ser la amput-hada (risas). Es un chiste de las redes. —¿Cuándo empezaste a poder hacer humor con eso? —Yo creo que desde el principio. Se armó una comunidad muy linda en un espacio terapéutico. Yo iba a kinesiología. Apenas tuve el accidente, fui como un año y medio, todos los días, de lunes a viernes, a kinesio. La mayoría eran pacientes amputados. Los chicos me dijeron: “Entre nosotros podemos hacer todos los chistes que queramos, estamos todos en la misma”. Y a mí no me gusta llegar a un lugar y que digan: “¡Ay! Pobrecita” o “¡Ay! Mirá lo que le pasó”. No me gusta el rol de víctima. Entonces, poner el humor ahí a flor de piel es como sanador. Si yo me estoy riendo, vos también te podés reír. De hecho, reté a todos mis amigos cuando iban a verme a la clínica porque llegaban llorando. “No, no, no. Estoy viva. Llorá si hubiese muerto, pero estoy bien. Vamos a reírnos un poco”, les decía. —¿Cómo fue empezar a amigarte con la prótesis? —Difícil. Todavía me estoy amigando, de hecho, porque siempre tiene algo: o está muy apretada o muy suelta o desalineada. Siempre tiene algo que hace que no pueda caminar del todo bien. Siempre por alguna que otra cosita, está medio mal. Pero tenerla puesta, pararme de nuevo y sentir el eje de estar derecha es un alivio tremendo. —Cuando sucedió el accidente, ¿estabas en pareja? —No. —¿Y armaste pareja después de eso? —Sí. —¿Tuviste prejuicio con vos misma de que no ibas a poder? —Mucho (risas). De hecho, fue algo que lo tuve que llevar a terapia. Y mi psicólogo me dijo: “Descargate alguna aplicación de citas. Por lo menos, hablá con gente, volvé a querer vincularte”. Y yo era como: “No, no me quiero vincular con nadie, no quiero saber nada”. Tenía miedo de conocer a alguien con un morbo raro o que me miran mal. Pensaba que si iba a una cita y esa persona me venía, podía decirme: “¡Ah! No sabía que te falta una pierna”. Pero fueron todos prejuicios míos. —¿Te pasó alguna vez? —No, para nada. Igual tuve una sola cita (risas). —Y te pusiste de novia. —Sí. Fue la única cita que tuve en un app de citas y terminamos en pareja. —¿Y te dio prejuicio desnudarte? —No, porque me sentí muy cómoda. Fue todo prejuicio previo. Yo pensaba: voy a tener una cita con alguien, me voy a tener que desnudar, ¿y si le da impresión la cicatriz? ¿Y si pasa esto? ¿Y si pasa lo otro? Y un día se lo pregunté: “Che, en algún momento... ¿Viste algo raro?” “No, nada. Nunca lo tuve en cuenta. Nunca fue a lo que considere”, me dijo. —¿Y qué vas a hacer cuando seas grande? —Creo que ya soy grande (risas). —¿Qué vas a hacer cuando seas más grande? —Seguir viajando, escalando. Lo que tiene de lindo este deporte, que es una de las cosas que más me gusta, es que pude combinar viajar, que es algo que me gustó siempre, con escalar. Porque podés ir a un lugar, a la roca, a escalarlo y es con amigos. Yo estoy rodeada de amigos. Entonces, me imagino seguir con esto. También seguir motivando a un montón de personas, que es lo que quiero lograr con mis redes, hacer ruido. Quiero poder ofrecer lo que yo no tuve cuando me desperté. Yo me desperté y fue como: ¿qué hace la gente amputada?. Nunca vi a alguien. ¿Qué voy a poder hacer? ¿Voy a poder caminar? ¿Voy a poder estudiar? No sé qué se me pasó por la cabeza, pero dije: ¿qué puede hacer una persona con una amputación? ¿Se me terminó la vida acá o puedo moverme y arrancar cosas? Y quiero mostrar esto, ser visible en redes, mínimo, como para decir: “Podés hacer un montón de cosas”. —Me pasó de entrevistar a una mujer ciega en este ciclo que me dijo: “Yo soy la primera ciega que conocí en mi vida”. ¿Vos sos la primera amputada que conociste en tu vida? —Sí, me pasó lo mismo. Y mirá que siempre trabajé en salud, trabajé en discapacidad física, intelectual. Pero nunca había conocido a alguien con una amputación. O sea, fui la primera amputada que conozco, sí. —¿Qué dejaste de hacer después del accidente? —Justo hablé de esto en mi última sesión de terapia: correr. ¿Sabés que sueño que corro? Sueño que corro y no me acuerdo cómo es, no me acuerdo cómo se posiciona el cuerpo. Un trotecito porque el colectivo se te va o lo que sea, pero no me acuerdo lo que es correr. Cómo se ponía el cuerpo, como que se me traba y me caigo. Siento que es lo que me falta destrabar ahora. Pero se necesitan un montón de otras cosas, necesito otra prótesis porque con esta no se puede correr. Quiero conseguirla, quiero tenerla, correr, sentir el vientito en la cara. Esa sensación que ya te digo, parece una bolud*z, una cosa súper chiquitita, pero que extraño un montón. Creo que es lo único, hasta ahora, que no pude volver a hacer. Pero puedo hacer un montón de cosas y tratar de tener una vida común. "Siento que lo que me falta destrabar ahora es poder correr", adelantó Gisela en diálogo con Luis Novaresio. (Gustavo Gavotti) —Hablále a una chica o un chico que acaba de ser amputado y que cree que su vida se terminó. —Capaz que recién empieza. Capaz que le esperan otras cosas, encuentra cosas que le gustan y que antes pensaba que no. El resto es lo mismo. Yo creo que hasta se afianzó más mi relación con mis amigos, con mi familia. Todo se volvió más genuino. No sé si fue por la sensación esta de haber muerto y volver. Por algo estoy acá, por algo no me fui. Entonces, ahora cada cosita que va pasando es más genuino. —¿Hay algo que no te pregunté que te gustaría que te preguntase? —Cuál fue mi motivación para poder mejorar y para salir de la clínica. —¿Y cuál fue? —Mi perra. Era el único ser que no puedo ir a verme a la clínica. Yo me fui esa mañana, ese lunes, con mucha neblina, bien temprano. Como todas las mañanas, le dije: “Hoy vuelvo tarde”. Porque ese día me iba a entrenar. “Hoy vuelvo tarde, pero vuelvo”, le dije y pasó un mes y medio. Yo lo único que pensaba en la clínica era: le mentí a mi perra. ¿Cómo le explico? ¿Cómo alguien le puede explicar que yo voy a volver? Y todos los días era: ¿cuándo me dan el alta? Yo me encargo de estar bien, pero necesito volver y ver a mi perra. —Y cuando la viste, ¿qué pasó? —¡Ay! Fue la primera vez que lloré tan fuerte. Mirá que no lloré nada cuando me dijeron: “Te amputaron una pierna”. No lloré. Pero cuando llegué a mi casa en la silla de ruedas, toda rota porque estaba tenía también el brazo quebrado, la vi a ella la abracé y lloramos un montón. Ella también estaba como todos los ojitos lagrimosos, con las orejitas para atrás como diciendo: “¿Estás viva?" Y yo no podía parar de llorar. Yo quería volver y abrazar a mi perra.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por