Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Catriel Ciavarella: la historia detrás del pie descalzo en los shows, la herencia deportiva y la conexión emocional que mantiene vigente a Divididos

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 11/11/2025 04:45

    Random - Catriel Ciavarella de Divididos Catriel Ciavarella es un baterista argentino de rock conocido por su potencia y estilo contundente detrás de los parches. Comenzó su carrera en bandas locales y formó parte de proyectos como MAM, con el que grabó su primer disco en 1999, antes de integrarse definitivamente a Divididos en abril de 2004, grupo con el que se consolidó en la escena del rock nacional. A lo largo de su trayectoria se destacó tanto por su técnica como por su presencia en vivo. Ha colaborado con distintos artistas de la escena argentina y participó en discos y giras con Divididos, incluyendo trabajos de estudio como Amapola del ’66 y la reedición de material en proyectos posteriores. Actualmente, Catriel sigue siendo integrante estable y figura clave en la Aplanadora del Rock, participando en giras y presentaciones masivas y convirtiéndose, con los años, en el baterista que más tiempo acumuló en ese puesto dentro de la banda. El próximo 12 de noviembre, se presentarán en el Movistar Arena con un nuevo disco de estudio y una experiencia única para sus fans. Catriel Ciavarella: "Para mí la batería es un medio de expresión". (Maximiliano Luna) —¿Cómo fue ese momento en el que el fútbol, que te acompañó desde chico, empezó a convivir con la batería? —Yo jugué el fútbol y en mi vida estuvo siempre presente el deporte. Yo iba a la sociedad de fomento de 6 a 12 años, regularmente. O sea que mis recuerdos con el fútbol son de siempre. Yo jugué a la pelota antes que tocar la batería. Pero en el momento ese de los 14 años, donde es medio límite para ir a un equipo, yo estaba a pleno también con la batería. Seguía jugando a la pelota de forma amateur, tenía muchísimos torneos. Pero a la vez la batería ocupaba la parte central de mi vida. —Inclinó la balanza más la música. Pero fue en ese momento de la adolescencia donde dijiste: “Me ganó la batería”. —Era amateur, los clubes siempre fueron sociedad de fomento, torneos internos... —¿Y te hubiera gustado competir más? —Me hubiese gustado hacer un montón de cosas en la vida (risas). Pero en el fútbol sí, también. —¿Y tenías un ídolo? —Sí, siempre. El fútbol en mi casa estuvo siempre. Mi viejo jugó, atajó en San Lorenzo, no atajó en Primera, pero atajó también en Tigre, en Sacachispas, en la selección juvenil. Y tuvimos la fortuna, o al menos a mí me gusta que haya sido así, que mi viejo no nos hizo hinchas de nadie. Entonces se veía mucho fútbol en mi casa. Íbamos a la cancha a ver a cualquier equipo. Después de más grandes, mi hermano se hizo de Argentinos Juniors, el otro es de Boca y yo me hice San Lorenzo. Fue por haber visto la camiseta. Un día de mi hermano se fue a probar a San Lorenzo, lo acompañamos y yo vi la remera azul y roja, azul-grana y me hice San Lorenzo. Pero había muchísimo fútbol en casa y poca imposición por un equipo. —Pero hubo presencia deportiva general... — Sí, es una locura. Mi familia es ítalo-argentino con todas las costumbres. Nosotros nos juntamos al día de hoy casi todos los domingos en lo de mi abuela. —La abuela que es famosa. —Sí, la abuela que vino al Movistar con 95 años. Y si vos ves una foto de este domingo que pasó, en un teléfono mi tío está mirando tenis, otro Fórmula 1, ascenso en otro teléfono y en la tele otro deporte. Esa fue mi vida siempre. Y vos me preguntabas ídolos. Para mí Diego fue todo. También admiré muchísimo y siempre fueron, sí puedo decir, hasta ídolos futbolísticos: Redondo, Silas, Galeto en San Lorenzo y Diego. Bueno, muchos saben mi locura por Román. Digamos que me gustó siempre la posición es entre el 5 y el enganche. A mí me llenó los ojos toda la vida. Por Silas yo tenía un amor más allá de San Lorenzo. Por Redondo una locura. En mi habitación tenía el póster de Redondo en el medio, Sila de un lado y Román del otro. —Me nombraste tres y todos juegan bien. —Es la posición esa del enganche, ¿viste? Yo veo a Juanfer y para mí paga la entrada, absolutamente. La pasión con la que yo veo hoy a River si está Juanfer, es distinto, como lo vi en Racing también, todos los partidos que pude. Esa posición a mí me llena los ojos, pero a la vez estaban todos los deportes en mi casa. Así que también he mirado mucho básquet. —Sí, tengo esa data, me dijeron: “Pregúntale de básquet, porque le gusta, lo sigue”. ¿Algún partidito NBA ves? ¿Te copa si podés pescar play off y esas cosas? —Sí, absolutamente. Ahora soy lebronista a muerte hace varios años. Hace varios años que cada argentino que hay, lo miro. Me saqué el paquete NBA solo para ver a nuestro enano que estuvo en la última temporada. —¿A Facu Campazo? —Sí, vi todos los partidos. En realidad, lo saqué en la última etapa de Manu porque dije: “Yo tengo que ver todos los partidos de este tipo, porque esto no lo veo nunca más”. Pero a la vez, yo a los 14 o 15 años, la parte donde los chicos empiezan a ir a la esquina, pasar horas con los amigos, a juntarse de noche... Yo por alguna razón me instalé en mi casa y era batería y ver deporte. Veía los partidos de viernes y sábado. Ya se empezaba a salir un poquito con los amigos, pero yo me quedaba viendo el Chicago de Jordan, el final y los torneos de Houston. Yo todo eso lo vi solo en mi casa. —Los 90. —Me acuerdo que eran de madrugada y a mí me encantaba porque ya era bastante noctámbulo y me quedaba solo para tocar la batería y ver deporte. Después me acuerdo Atenas de Córdoba, el momento que andaba bien, un torneo que se jugó en Estados Unidos. —La Copa McDonald’s, que jugó a Milanesio, Campana, ídolos de toda la vida. Y jugaron contra los Bulls de Jordan. —Pero eso ya era las primeras transmisiones... El músico contó cómo su costumbre de tocar la batería con el pie izquierdo descalzo surgió por comodidad y se volvió una marca personal —Y si tuvieras que decir: “Yo toco la batería con el talento de alguno de estos que nombraste de fútbol”, ¿cuál sería si trazamos un paralelismo? ¿Toco como jugaba Román, Silas o como Redondo? —No podría decirte. Es un estilo más histriónico el mío (risas). ¡Qué difícil! Para mí la batería es un medio de expresión. O sea, podría haber sido otro, es el que encontré y yo necesito que mis emociones queden plasmadas y se sientan en el momento del show, que para mí el show es un momento único o, desde mi punto de vista, debería ser para la gente que presencia un concierto, un espectáculo, debería ser un momento único. Y para ser un momento único, tienen que estar las emociones puestas ahí y el arte para mí tiene que conmover. Entonces, yo trato de expresarme mucho y lograr esa cosa... —Podrías ser el Román de la batería: te veo poseído cuando tocás (risas). Y lo que decís, me parece que también explica el secreto de Divididos... —Creo que justamente en Divididos hay una cosa de los tres. Es como somos tan poquitos interpretando esa música que es muy de entrega. O sea, ninguna pata puede ir a menos, porque creo que en ese punto los tres tenemos nuestra emocionalidad muy a flor de piel. Diego a su manera, Ricardo a la suya y yo a la mía. Pero somos pocos y no puede ninguno de los tres no tener una entrega así muy grande desde lo emocional. Es como un compromiso muy grande desde lo emocional porque en los shows nuestros hay mucha espontaneidad, no es una cosa armadita así tal cual. Hay un patrón, una lista de canciones, pero después está lo que pasa en ese momento. —Son pocos, pero suenan como mil. ¿Cuál crees que es el secreto de Divididos para permanecer en el tiempo? Porque son muy lindas las canciones, pero ustedes siguen llenando estadios, haciendo giras por el mundo, la gente los quiere y suman nuevas generaciones. ¿Por qué pasa eso? —Y creo que es una forma de hacer las cosas: siendo muy consecuente con cómo cuidar eso, que es como un tesoro, ¿viste? Yo sé que para ellos Divididos es un tesoro. Para mí, por supuesto, también. Pero cuando hablo de ellos es porque tienen más años que yo, empezaron cuando yo no estaba. Y hay una manera, que es cuidar lo artístico siempre, cuidar mucho cada cosa, desde el sonido cada vez que se hace un concierto, las luces, cuidar a la gente, tratar de tener presente cada detalle y ser consecuente con una idea y permanecer. No estaríamos hablando de esto si la banda se hubiese separado. Pero permanecer es lo primero porque para poder estar ahí la banda tiene que seguir. Hay muchas bandas que se separaron. El respeto por la gente, por tu público, es el que en definitiva completa ese círculo. —Pero también son talentosos y responsables. Porque Divididos no hace un show sin practicar en la semana. Ahí también se nota un gran respeto por la música y por lo que hacen. —Por ahí en ese ensayo no hay horas formales de práctica, pero sí momentos en los que cada uno está con su instrumento, dedicándole tiempo. La comunión entre nosotros es ese ratito en el que nos hacemos fuertes. No hay grandes distancias entre los ensayos ni lapsos en los que no nos veamos; al contrario, nos vemos mucho. —Pero no pasa una semana que no ensayen, ¿no? —Rara vez. "Yo jugué a la pelota antes que tocar la batería", recordó Catriel en diálogo con Leo Montero. (Maximiliano Luna) —Podría ser ese el secreto de la permanencia: el profesionalismo. No son una bandita de tres que salta de show en show porque ya la tiene atada. Ustedes tienen respeto por su música y por ustedes mismos. —Sí, totalmente. Y cuidar los vínculos también, ¿viste? Todos tenemos nuestras personalidades, pero creo que uno de los secretos podría ser que esto es al margen de nuestras miserias, nuestras cosas, esto hay que cuidarlo. Acá lo primordial es esto, no son nuestras cosas. Lo mismo que pasa en vivo. Cada uno puede tener su personalidad, lo mío puede ser, como decíamos antes, de mucha entrega, llamativo, hago mucho quilombo, pero es a merced de… —Estar al servicio de la banda. —Claro, para mí el compromiso es con esa entrega, conmigo mismo y con la banda, porque para mí un espectáculo de rock requiere, o yo lo entiendo así, que el baterista tiene que tener un poco esa función y no me puedo fallar ni a mí ni a la banda con esa entrega, pero es al servicio del grupo. —No sé si la contaste muchas veces o no, pero me llama la atención esto de que tocas con un pie descalzo, sin una zapatilla... —Sí, el pie izquierdo. —¿Me podés explicar cómo nació eso? —Es muy básico. —¿Hay otros bateros que toquen descalzos? —Sí, he visto. Yo en una época tocaba descalzo con el derecho, pero simplemente porque iba a probar sonido en ojotas, me sacaba la ojota porque ya sabemos que no sirve para ningún deporte, incluso para la batería, y tocaba descalzo el derecho. Y después a la noche me empecé a acostumbrar a tocar derecho el del bombo, pero por costumbre. En el hi-hat, que es lo que yo aprieto, el Charleston, para la vieja audiencia, el Charleston son los dos platillos que uno domina con un pedal que se cierran, me acostumbré y en un momento cambié ese fierro que sostiene los dos platillos y me quedaba más cómodo sacarme la zapatilla porque necesitaba ir más adentro y la zapatilla me hacía como un stop. —¿Y vos calzas el pie ahí? —Claro, esos dos platillos se bajan mediante un pistón, que puede ser una cadena. Cuando cambié ese fierro, esa cadena estaba más cerca y yo con las zapatillas no podía ir tan adentro como quería. Entonces, me saqué el calzado y metí entre el dedo gordo y el índice del pie la cadena y quedó. Y a veces lo agarro entre los dos dedos y lo traigo y lo llevo, ese fierro. —¿Hace cuántos años que tocas así? —Mucho, como 15 años... —¿Y hoy no podrías hacerlo de otra manera? —Tendría que pasar ese rato de acostumbrarme. Sé que lo puedo hacer, pero debería ser un mes o dos meses que no tengo ganas de pasar. A veces voy a tocar un tema con alguna banda que me invite y digo: “Por un tema no me saco la zapatilla”. Y en la mitad del tema me está molestando y me la saco. —Si a los 14 años en vez de elegir la batería hubieras seguido con el fútbol, ¿en qué equipo te hubiera gustado jugar? ¿Y en qué banda de rock encajaría bien el Catriel baterista, por gusto o estilo? —Y cuando tenía 14 años en el San Lorenzo del Bambino podría haber sido, porque viste que era muy de jugar de contra. ¿Te acordás que estaba el Perro Arbarello, que era un rápido? Ponele que hubiera jugado ahí bien de contra en un momento donde estaba rápido y jugaba por afuera. Ahí podría haber rendido. ¿Y bandas? Qué se yo. Yo podría decir de hoy, no sé, Foo Fighters, donde la batería tiene un estilo familiar para mí. Para Catriel, el secreto de la permanencia de Divididos es el profesionalismo, el respeto por la música y el cuidado de los vínculos personales. (Maximiliano Luna) —Dame un renglón sobre Mollo y Arnedo, que vienen juntos hace años y son unos cracs. ¿Tenés momentos de reflexión durante el show? Cuando estás ahí, poseído, y siguen pasando cosas, ¿pensás: “mirá dónde estoy, mirá lo que hago y lo que hacen estos dos tipos”? —Yo lo ligo muchas veces con el deporte, quizás porque ya te dije, mi vida es mucho deporte. —Y además este random, se trata de eso. Es un crossover entre música y deporte. —Vos cuando jugabas con alguien que admirás tenés que, en un momento, no perder el respeto pero sentirte par. Y a mí eso me pasó el día uno, porque sino, no podés compartir una cancha con un tipo que vos lo estás respetando tanto que se te cae la pelota cuando le vas a dar un pase. Tenés que estar en ese momento, ser desfachatado y compartir. Y eso tiene que ser así, porque aparte ellos es lo que esperan de mí desde el día que me llamaron para tocar. No esperaban que yo ande dubitativo. Es una delgada línea. —Claro es: no te falto al respeto, pero vos también necesitas que yo toque. —Sin pedir permiso. Pero sí trato de no perder de vista momentos de reflexión, como decís vos, pese a estar en una. Yo cuando toco tengo una cosa que es como que el mundo que parece una locura, pero soy muy consciente de todo. Súper. Y entre esas cosas, a veces sí me tomo el trabajo de mirarlos y pensar: estamos acá, estoy con ellos. No perder de vista ese niño que vio esa banda y soñó con eso. Trato de tomarme, hasta veces en los mismos shows, ese ratito de conciencia. Sí, absolutamente. —¿Qué idea tenés de vos mismo a los 70 años? ¿Te ves jubilándote de la batería o vas a ser músico hasta el último día de tu vida? —Para mí la música no puede parecerse a un trabajo que no quiera hacer ni un poquito. Cuando haya un ratito que diga: “Che, estoy es un es un laburo”. Ahí prefiero ponerme un taller de autos, una pizzería... Para mí la música tiene que ser muy emocional. Para mí es un medio de expresión artístico, entonces si hay algo que me parece en ese momento que quiero hacer, voy a seguir tocando. Si no está eso, probablemente no. —Todos los que hacemos lo que nos gusta, aunque lo hayamos estudiado, perfeccionado, somos privilegiados porque es un trabajo que amamos y por eso no parece trabajo. —Claro. Yo por eso trato de no perderlo de vista. Cuando te agarran fastidios en la vida como a cualquiera, digo: “Pará, flaco. Esto es único. Esto es uno en un millón. Valora en tu lugar. No te disperses. Acordate de cómo son las cosas”. Hay que estar atento a veces, porque la cabeza, como te acomoda algunas cosas, te engaña muchísimo. Y el cuerpo también a veces te engaña. Hay que estar atento.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por