09/11/2025 13:18
09/11/2025 13:16
09/11/2025 13:16
09/11/2025 13:15
09/11/2025 13:14
09/11/2025 13:14
09/11/2025 13:13
09/11/2025 13:13
09/11/2025 13:12
09/11/2025 13:11
» Diario Cordoba
Fecha: 09/11/2025 10:00
Acostumbrados a las giras de despedida que al final resulta que no lo son, es justo consignar que Raimon ha cumplido su palabra y que no ha vuelto a pisar un escenario desde que, en mayo de 2017, ofreció sus doce recitales de retirada en el Palau de la Música. Ni una colaboración, ni una aparición sorpresa. "Si te vas, te vas. Dije basta, y así ha sido", hace notar con buen humor el trovador, que el 2 de diciembre cumplirá 85 años. Nos recibe en su ático de la plaza de Bonsuccés, en el Raval barcelonés. Su esposa, Annalisa Corti, que le acompañó como manager durante largas décadas, sigue discretamente la conversación. -¿Qué hacía usted el 20 de noviembre de 1975? -Pues no lo sé, la verdad, pero supongo que tomaríamos alguna copita (ríe). -Algo más recordará. -Hombre, recuerdo toda aquella época. La viví. El proceso que comportaba poder cantar: tenías que ir al Gobierno Civil a pedir permiso para pedir permiso. Luego estaba la censura, que te decía qué canciones podías cantar: “esta sí”, “esta no”... Una vez, con ‘Veles e vents’, de Ausiàs March, el censor dijo “esto no se entiende nada, aquí hay gato encerrado”, y chas, chas, me la tachó. En teoría, no la podía cantar en público, pero yo anunciaba un título y luego cantaba lo que me daba la gana, y como el policía no sabía catalán... Pero tú eras un rojo para ellos. -Pocas semanas antes, el 30 de octubre, con Franco ya agonizando, usted hizo un recital importante, en el Palau d’Esports, organizado por Oriol Regàs, donde colocó en las primeras filas a políticos de la clandestinidad: Benet, Obiols, Pujol, Reventós, Solé Tura... -Había habido los fusilamientos últimos del régimen, aquellos chicos, y se trataba de hacer un acto contra eso. La organización lo dispuso así. -Aquella noche estrenó la canción ‘Jo vinc d’un silenci’. -Sí, la había hecho hacía poco. La recuerdo toda. Si quieres, te la recito: “Jo vinc d’un silenci / antic i molt llarg / de gent que va alçant-se / des del fons dels segles / De gent que anomenen / Classes subalternes...” -Unos meses después, el 2 de febrero, ya con Franco muerto, dio otro recital en un repleto Pabellón del Real Madrid, y ahí estaban Felipe González, Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius... -Si, iban a ser cuatro recitales, pero prohibieron tres y solo quedó el primero. En otra ocasión, en Madrid [en 1965], me prohibieron el recital en el teatro de la Zarzuela y fuimos a parar al Club Amigos de la Unesco, donde en teoría no podía entrar la policía. Acabé cantando para treinta personas y el resto se quedó fuera, en la plaza. Pero el recital en Madrid más bonito que recuerdo fue el de la canción ’18 de maig a la Villa’, con los estudiantes [en la Complutense, en 1968]. -¿Cómo recuerda aquel período de incertidumbre que se abrió tras el “hecho biológico”, la muerte de Franco? -No se tenía nada claro. La gente esperaba el cambio, pero tardó. Había mucha estructura franquista. España tardó dos o tres años en poderse comparar con los países que teníamos alrededor. La censura previa tardó en desaparecer. Cantar libremente, no sabría decir exactamente qué año fue, pero fue bastante después de la muerte de Franco. -Para usted, ¿cuándo terminó el franquismo? -¡Aún no ha acabado! (carcajada). Bueno, es broma, pero todavía hay ramalazos. -Oyendo el álbum ‘El recital de Madrid’, se percibe que el público tiene un protagonismo importante con sus aplausos, los gritos de ‘libertad’ y ‘amnistía’. Usted formaba parte de algo grande. -¡En Madrid no decían ‘estatut d’autonomia’! (ríe). Bueno, yo formaba parte del mundo de Annalisa y yo, siempre juntos arriba y abajo. -Montserrat Roig publicó una crónica del recital del Palau d’Esports en la revista ‘Treball’, del PSUC, donde hablaba de usted como un líder. ¿No le gustó? -Yo no he tenido nunca ninguna intención de ser líder de nada. He hecho mi trabajo, un cierto tipo de poesía cantada, de la manera que creía que tenía que hacerlo, lo mejor posible, y ofreciéndolo en mis recitales. No he hecho otra cosa. -Pero hubo partidos políticos que sí vieron en usted a un líder y trataron de ficharlo. -Eso sí. Incluso alguno me dijo que si no entraba en el partido no sería nadie. “Pues qué le vamos a hacer”, le dije. Fue Gregorio López Raimundo. Me metió una bronca... Y al cabo de un tiempo, un año o así, me dijo “tenías toda la razón”. En aquella época, para la gente que estaba en contra de la dictadura, o estabas en un partido o no estabas. Pero yo solo quería hacer mi trabajo. Parecía que, si entrabas en su partido, este se hacía más fuerte, pero yo nunca había pensado en ser eso. -López Raimundo, del PSUC, de quien usted había hecho un elogio en la canción ‘T’he conegut sempre igual’, un poco antes. -Sí, creo que fue un poco antes (ríe). -¿Tenía entonces la impresión de que los partidos eran máquinas de poder que tratan de utilizarte? -Hombre, todos los colectivos organizados intentan que formes parte de lo suyo, si ven que tienes una pequeña influencia entre la población. Cuando tienes un poco de prestigio público, todo este mundo te busca. -En aquella época, cuando se hablaba del ‘Partido’, estaba claro cuál era. -Sí, el PCE, el PSUC. -¿Se creó una sensación colectiva de que ese espacio político iba a imponerse en la nueva España democrática, siguiendo el crecimiento que experimentaba el PCI en Italia? -Eso yo no lo viví. Votar comunista en España... Mi esposa es italiana y lo de Italia lo teníamos a mano, pero era otro mundo. Allí, el PCI era muy importante. Enrico Berlinguer vino a Barcelona e hizo un mitin precioso en la Monumental. Él quiso pactar con la democracia cristiana, pero en Italia esa democracia cristiana era muy diferente de la de aquí. -Los tres grandes de la ‘cançó’ han ido optando por retiros oficiales, últimas giras explícitas: Llach, Serrat y usted. -Yo llegó un momento que dije “hasta aquí ha llegado la riada”. Estaba bien físicamente y quise “finire in bellezza”, acabar bien, como dicen los italianos. -Hablando de riadas... -Esto es un desastre, sí, pero el desastre más amplio es que allí, en València, desde siempre, cada dos, tres o cuatro años, hay esas riadas donde el agua baja por unos lugares en los que, si hubiera habido criterio, no se habrían construido casas de doce plantas ni fábricas. Pero con eso ganan dinero los que hacen los pisos y los ayuntamientos. -Mazón. -Es un ignorante y un inútil total. No ha sabido ni decir una mentira que medianamente te puedas creer. Feijóo no sabe qué hacer con él. -Ahora, en la ecuación política valenciana, hay el factor novedos de, Vox, partido que, según las encuestas, atrae voto de jóvenes que afirman que con Franco se vivía mejor. -Yo de las encuestas no me fío. Muchas veces sale algo porque quien lo dice cobra por decirlo. Vox es extrema derecha total. -En Cataluña, ¿le ha sorprendido la irrupción de Aliança Catalana? -No, estamos acostumbrados a todo, ya... Pero todo eso es el fascismo de toda la vida. Yo ya lo viví cuando en clase nos hacían cantar el ‘Cara al sol’. Y con mi padre, que había sido de la CNT y un día llegaron unos policías y se lo llevaron al calabozo. Eso fue en 1946 o 1947. -El ‘procés’ queda hoy muy atrás y ahora se percibe una angustia por el futuro del catalán. -Sí, el ‘procés’ es como si no hubiese pasado nunca. Es lo que hay. Respecto a la lengua, nunca he sido pesimista. Pero tampoco optimista. Creo que soy lo que se dice realista. Pero en Barcelona mucha gente no sabe hablar catalán y eso en un país normal no ocurre. La lengua es importantísima. -¿Cree que los liderazgos políticos de hace 40 o 50 años eran más sólidos que los actuales? -No sabría decirte. No lo sé. La sociedad ha cambiado mucho. Sánchez me parece una persona normal, tiene una visión internacional y lo veo sensato. Pero no sé qué pasará. Nunca he hecho de profeta. No veo las cosas claras, es un mundo que desconozco, nunca he sido político. -¿Contra Franco los cantautores vivían mejor? -No, no, era mejor tocar y poder hacer los recitales con normalidad. Y después del franquismo, en mi caso, siempre ha habido mucho público. Lo mejor es estar en condiciones normales. Libertad, democracia... Eso, más o menos, lo tenemos. Aún quedan pequeñas cosas, pero no sabría decirte cuáles. Yo lo dejé en 2017. -Pero observa el mundo. -Lo que observo es que cumpliré 85 años. Poca broma (ríe). ¡Estaba convencido de que eran 58!
Ver noticia original