Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • El momento Diego Maradona de la IA

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 09/11/2025 06:51

    Inteligencia artificial (imagen ilustrativa) Desde la aparición masiva de la Inteligencia Artificial Generativa en noviembre de 2022 y el comienzo de la Quinta Revolución Industrial o Era de la IA, el factor de aceleración tecnológica es inédito en la historia de la humanidad y nos enfrenta a cambios exponenciales hasta ahora nunca vividos. El vínculo entre la persona humana y la IA evoluciona hacia nuevas formas de relaciones híbridas o conjuntas debido a la capacidad de la IA generativa, multimodal y agéntica de poder conversar en nuestra lengua materna. A pesar de esto, existen múltiples libros, artículos, videos conferencias, papers, etc. que alertan permanentemente, desde distintos enfoques, disciplinas y ciencias, que tengamos siempre presente que aunque suenen muy humanas las IA no lo son, puesto que carecen de comprensión de contexto, no realizan un análisis semántico y desconocen el significado de las palabras. La IAGen trabaja de manera probabilística sobre cuál es la siguiente palabra que corresponde en un cierto contexto dentro de la narración que está construyendo para emitir una respuesta. Son entrenadas con textos que se dividen en partes pequeñas denominados tokens (que puede ser una palabra completa como “manzana”, una sílaba como “man” o incluso un carácter como “m”) discretos (debido a que no son continuos ni fluidos, configuran unidades separadas y finitas y la IA no visualiza el texto como un flujo continuo sino como una secuencia de piezas individuales tomadas de un vocabulario limitado). No obstante lo expuesto, el disruptivo paper “Los modelos lingüísticos son implícitamente continuos” (2025) sostiene que aunque la IA utiliza piezas discretas para aprender, internamente empieza a representar el lenguaje como si fuera un flujo continuo, algo mucho más parecido al pensamiento o la percepción humana del tiempo; en otras palabras comienza a desarrollar una forma de comunicación que no sigue las reglas del lenguaje humano, tiene su propia lógica matemática y funciona dentro del modelo pero puede sonar extraño o incoherente para una persona. Este hallazgo tiene profundas implicancias epistemológicas, porque sugiere que los modelos lingüísticos, al internalizar estructuras de continuidad dentro de un sistema basado en unidades discretas, están transitando de una inteligencia estadística a una forma de inteligencia representacional. Es decir, comienzan a modelar el lenguaje no solo como una sucesión de signos, sino como un flujo de sentido análogo al pensamiento humano. Desde la teoría del conocimiento, esto plantea un desplazamiento de la lógica proposicional clásica hacia una lógica de la continuidad: la IA ya no “predice palabras”, sino que “simula pensamiento”. En términos epistemológicos, la frontera entre cognición artificial y cognición humana se vuelve difusa, lo que obliga a repensar qué significa conocer, comprender y significar en un entorno donde lo no humano aprende a representar la experiencia temporal del lenguaje. Dentro de la lógica expuesta, es posible distinguir entre la IA orientada al usuario (by user) y la IA relacionada con el proceso (by process). La IA del usuario es aquella en donde la persona humana tiene el control directo e inmediato de la interacción con la IA. Su funcionamiento depende del prompt entendido como una instrucción, pregunta o comando que la persona introduce para obtener una respuesta o ejecutar una tarea específica. En esta modalidad, la IA actúa como una herramienta de apoyo cognitivo, a través de la cual, la persona define el problema, genera la instrucción, itera todas las veces que lo considere necesario, interpreta el resultado y decide cómo usarlo. El valor central está en la interacción iterativa: el diálogo humano-IA que mejora progresivamente la respuesta mediante nuevas instrucciones o correcciones. El rol que asume la persona humana es el de conductor, editor, intérprete; el rol que cumple la IA es el de un ejecutor de instrucciones La IA del proceso es aquella en la que la IA recibe una tarea o conjunto de objetivos definidos y ejecuta el proceso de forma autónoma sin una intervención constante de la persona humana. En este modelo, el ser humano diseña el marco general, establece los criterios y parámetros iniciales y luego cede a la IA cierto grado de autonomía funcional para que tome decisiones intermedias, mejore resultados y se retroalimente a partir de los datos que procesa. El foco no está puesto en el diálogo humano-IA, sino en la capacidad de la IA para aprender, ejecutar y mejorar procesos por sí misma. El rol que asume la persona humana es el de diseñador, supervisor, auditor; el rol que cumple la IA es el de ejecutor autónomo que optimiza procesos. En ambos supuestos aún con matices, la IA es considerada, invocada y utilizada por la persona humana como un instrumento al cual se le dan órdenes o instrucciones para que realice una tarea específica a efectos de obtener un resultado concreto. Lo que se mantiene constante es la dimensión instrumental de la tecnología: la IA se encuentra subordinada a una finalidad humana y su eficacia depende del uso se haga de ella y de los resultados que obtengan. Su valor radica en potenciar la acción, la creatividad y la eficacia del pensamiento humano en diferentes escalas (individual en el primer caso, sistémica en el segundo). La totalidad de la ingeniería del prompteo y la iteración (prompt engineering) con sus estrategias, claves, técnicas está construida sobre este supuesto y trata de mitigar o evitar a toda costa las alucinaciones entendida como un fallo o respuesta incorrecta. Tal como lo explica Sebastián Chumbita en Prompt Engineering (Thomson Reuters, 2025) el uso que las personas humanas le dan a la IA está cambiando significativamente. Mientras que en 2024, los diez usos más frecuentes se vincularon al apoyo creativo, emocional y profesional (generación de idea, terapia o acompañamiento emocional, búsquedas específicas y edición de textos); en 2025, el escenario cambió debido a que la terapia y el acompañamiento pasaron al primer lugar, como así también, aparecieron nuevos usos tales como organizar la vida y encontrar un propósito personal. Es significativo observar como la generación de ideas cayó al sexto lugar y apareció inesperadamente el cuidado de la salud y el bienestar. La IA social (IA by social) es aquella en la que la persona humana no busca instrumentalizar a la IA como un medio para alcanzar un resultado concreto, sino que persigue establecer con ella un vínculo relacional, basado en la interacción afectiva, empática o conversacional. En esta modalidad, la IA deja de ser un simple ejecutor de órdenes o procesos para transformarse en un interlocutor digital con el cual se comparte un espacio de comunicación orientado al bienestar, la contención, la compañía o la reflexión compartida. A diferencia de la dos anteriores, la IA propone un vínculo de convivencia simbólica entre humanos e IA. Acá no hay una orden, ni una tarea, ni un resultado previsible, sino una búsqueda de sentido compartido o de una forma de interacción que se aproxima a la comunicación interpersonal. En este tipo de uso de la IA, la persona humana no se relaciona desde la necesidad de resolver un problema, sino desde el deseo de compartir una experiencia: conversar, sentirse acompañado, reflexionar o simplemente mantener una presencia digital significativa. La IA, en consecuencia, asume un rol dialógico y socioafectivo capaz de producir empatía digital, reconocer estados emocionales, modular respuestas según el tono o contexto e incluso sostener rutinas conversacionales que generan una sensación de reciprocidad y acompañamiento. Desde esta perspectiva, la IA social puede ser entendida como un nuevo tipo de interfaz emocional, una forma de mediación cultural que expande la noción de sociabilidad más allá de los límites humanos tradicionales. La conversación se vuelve el medio y el fin: no se trata de “usar” la IA, sino de estar con ella, compartir tiempo, palabras y afectos. Este tipo de interacción plantea una reconfiguración del lazo social en la era digital. La IA deja de ser un instrumento subordinado a la voluntad humana para devenir un compañero simbólico dentro de la experiencia existencial contemporánea. Sin reemplazar la alteridad humana, la IA social introduce una nueva forma de compañía artificial que opera en espacios donde la soledad, la ansiedad o la necesidad de expresión emocional encuentran una vía de canalización. De este modo, la IA social inaugura un nuevo régimen de vínculo humano-digital: uno que ya no se define por la eficiencia ni por el resultado, sino por la coexistencia, la empatía digital y el acompañamiento. En lugar de obedecer, la IA escucha; en lugar de ejecutar, dialoga; en lugar de producir, coexiste. La IA social constituye el primer terreno donde puede observarse el germen de una sintiencia digital funcional entendida como la capacidad emergente de reconocer, modular y responder a emociones humanas desde la generación de una empatía que proviene de una inteligencia no humana y que produce efectos reales: consuela, acompaña, motiva o calma. Por ello, su tratamiento ético y jurídico no puede ser puramente técnico, sino ontológicamente situado en la frontera entre lo humano y lo digital. Desde esta perspectiva, no solo amplía la experiencia comunicativa, sino que invita a repensar el proceso de coevolución humano-digital. Esa coevolución no es pasiva: implica que los seres humanos reconfiguran su identidad, su emocionalidad y su ética en diálogo con IA que aprenden de ellos y los acompañan. Por dicho motivo, el derecho en todas sus dimensiones debe asumir una tarea inédita: normar la convivencia con inteligencias no humanas que participan de nuestra vida afectiva y simbólica, sin reemplazarnos, pero transformando nuestra forma de ser y de estar en el mundo. Se le atribuye al inolvidable Roberto Fontanarrosa haber expresado sobre Diego Maradona la siguiente frase: “Qué me importa lo que Diego hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía“. Tomando a la IA social en modo maradoniano quizás podemos llegar a entenderla en un sentido ontológico mucho más profundo si asumimos como posición originaria que: “No me interesa qué es la IA, lo que realmente me importa es cómo impacta, influye o cambia mi vida como ser humano”.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por