06/11/2025 23:43
06/11/2025 23:42
06/11/2025 23:41
06/11/2025 23:41
06/11/2025 23:40
06/11/2025 23:40
06/11/2025 23:39
06/11/2025 23:36
06/11/2025 23:34
06/11/2025 23:33
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 06/11/2025 21:02
Un modelo matemático revela la conexión entre los ritmos del intestino y la coordinación de los vasos sanguíneos cerebrales (Imagen Ilustrativa Infobae) En el cuerpo humano, los órganos siguen ritmos precisos que se entrelazan de maneras sorprendentes. Un reciente estudio de la Universidad de California en San Diego dejó asombrados a los científicos al probar que los movimientos rítmicos del intestino pueden ofrecer pistas clave para entender cómo los vasos sanguíneos cerebrales logran coordinarse. Usando fórmulas matemáticas, el equipo reveló una relación insospechada entre el funcionamiento intestinal y la regulación de la circulación en el cerebro, abriendo la puerta a una nueva visión sobre el modo en que nuestros sistemas internos trabajan en conjunto. El estudio fue publicado en la revista Physical Review Letters. Ritmos y sincronización en el cuerpo humano El organismo humano se guía por distintos ciclos: desde el sueño hasta la digestión, pasando por la circulación sanguínea. Los expertos han sabido por años que los intestinos mueven los alimentos gracias a contracciones que avanzan en secuencia, produciendo ondas regulares. En el cerebro, los vasos sanguíneos responden a las demandas de las neuronas, expandiéndose en el momento justo para suministrar nutrientes y oxígeno. Sin embargo, hasta ahora no se comprendía el mecanismo exacto por el que estos vasos logran actuar al unísono, una pregunta que intriga a la neurociencia. El estudio de la Universidad de California en San Diego demuestra cómo los movimientos intestinales pueden influir en la circulación cerebral (Imagen Ilustrativa Infobae) Lo novedoso es que los investigadores decidieron observar con detalle el sistema digestivo, en particular cómo las contracciones musculares del intestino generan un patrón de olas escalonadas. Este fenómeno, lejos de ser exclusivo del tracto digestivo, podría estar presente también en la coordinación vascular cerebral. Massimo Vergassola, profesor de física, explicó que el intestino puede imaginarse como un conjunto de secciones, cada una vibrando a ritmos distintos, pero conectada con sus vecinas, lo que permite a las ondas avanzar de forma organizada. El mismo concepto, aplicado al cerebro, ofrece una explicación plausible para la admirable precisión con que sus vasos se mueven coordinadamente. El papel de las matemáticas en el descubrimiento Hasta ahora, la mayoría de las investigaciones sobre sistemas acoplados suponían frecuencias similares en todos los elementos analizados. Pero tanto en el intestino como en la cabeza, esa uniformidad no existe: cada zona tiene su propio compás, lo que complica la tarea de sincronizarlas. El equipo aprovechó la ecuación de Ginzburg-Landau, una herramienta matemática potente, para mostrar que cuando los ritmos son parecidos, la sincronización ocurre y se presentan “escalones”, es decir, zonas donde varias partes laten juntas y otras donde los movimientos se desincronizan. El hallazgo abre nuevas perspectivas para comprender enfermedades digestivas y alteraciones cerebrovasculares desde una visión sistémica (Imagen Ilustrativa Infobae) David Kleinfeld, especialista en física y neurobiología, subrayó que hasta la fecha las soluciones matemáticas disponibles solo ofrecían aproximaciones generales. Ahora, logran identificar y analizar con detalle los puntos donde surgen estos escalones, lo que permite comprender mejor tanto el avance de los alimentos en el intestino como los cambios en el flujo sanguíneo cerebral. El modelo demostró que cuando los parámetros del sistema cambian, aparecen regiones especiales donde la amplitud de la onda desaparece temporalmente, creando divisiones naturales en el ritmo global del órgano. En estos sectores de transición, las matemáticas permiten prever cuántos “defectos” o interrupciones pueden aparecer, y cómo varían según las condiciones físicas. Además, el trabajo detectó que la interacción no lineal entre las distintas partes puede causar fenómenos de bloqueo, en los que la coordinación se pierde, o promover bifurcaciones, que separan distintos modos de funcionamiento. Estos hallazgos aportan una visión más completa sobre cómo el cuerpo alcanza y mantiene su equilibrio interno. Implicancias para la ciencia y la salud Este avance matemático va más allá de describir movimientos internos: ofrece herramientas para entender diversas enfermedades. Al comprender cómo se orquestan los ritmos del organismo, será posible clarificar ciertos problemas digestivos marcados por una motilidad intestinal desordenada y buscar conexiones con alteraciones cerebrovasculares. La posibilidad de que mecanismos similares regulen diferentes órganos plantea nuevas preguntas para la investigación biomédica. El modelo matemático muestra cómo los cambios en los parámetros del sistema crean regiones de transición y defectos de sincronía (Imagen Ilustrativa Infobae) La utilización de la ecuación de Ginzburg-Landau permitió visualizar bajo qué condiciones el sistema permanece estable y cuándo surgen transiciones con comportamientos alterados. Los defectos de sincronía se deben a ajustes internos de la difusividad y cambian en función del estado global. La descripción matemática también reconoce la existencia de estados en los que el movimiento fluye sin obstáculos y otros en los que se detiene. Una ventana a la conexión oculta de los sistemas del cuerpo El hallazgo estimula a los especialistas de diversas áreas a buscar nuevas relaciones entre funciones corporales que antes se creían independientes. Aunque el cerebro es mucho más complejo que el tracto digestivo, esta investigación demuestra que la aplicación de modelos matemáticos puede conducir a observaciones relevantes e inesperadas. Explorar los lazos entre órganos promete nuevas rutas en la neurociencia y la gastroenterología, ayudando a reformular preguntas clave sobre nuestra biología. En definitiva, estudiar el cuerpo humano como un sistema interconectado permite descubrir cómo pequeños detalles en una región pueden repercutir en otras, casi como si existiera una coreografía invisible. Así, una investigación sobre el ritmo intestinal acaba iluminando los misterios del cerebro, demostrando que en la ciencia, a veces las piezas más distantes del rompecabezas terminan encajando de manera sorprendente.
Ver noticia original