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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 06/11/2025 12:42
MI CIELO - BENITO FERNÁNDEZ Benito Fernández es sinónimo de moda. Y de esos personajes amigables que no faltan en convocatorias solidarias. Por algo, como recordará apenas iniciada una nueva convocatoria a Mi Cielo, está a punto de cumplir 40 años de trayectoria enhebrando la aguja. Pero para sus muchos seguidores no es ningún secreto que el diseñador copó el espacio mediático el año pasado a partir de su internación en una clínica por un profundo pozo depresivo que hasta lo hizo pensar en lo peor. “Sí, llegué a pensar en suicidarme, y eso detona mi internación”, confiesa. Y tras el bajón, la recuperación, coronada con su participación en el último Fashion Week de Nueva York a mediados de septiembre. Allí presentó su colección Amazónica a través de la Federación de Diseñadores de Latinoamérica (FDLA); fue el único argentino en participar de esta edición. En su foja profesional no puede faltar haber vestido a la Reina Máxima de Holanda, y enseguida agrega: “Y también a Priscilla Presley”, la viuda del Rey Elvis, nada menos. Durante la charla, también surge una relación fugaz con una misteriosa estrella de Hollywood que alguna vez pasó por Buenos Aires, historia de la que contará contexto y circunstancias pero sin llegar a revelar el dato del millón, de quién se trata. Acá, los momentos más destacados de la charla. "Sí, tuve más sexo del que pensaba, porque de chico no tenía levante, tenía la autoestima baja, sufría mucho bullying. Pero después, a partir de los 50, olvidate, una máquina sexual" (Foto: Maxi Luna) —Bienvenido, Benito Fernández, ya mismo le explico dónde está. ¿Vio la verificación técnica del auto? Bueno, acá nosotros hacemos la Verificación Técnica del Alma, la VTA. ¡Cuarenta años de trayectoria ya! —Cuarenta, los cumplo el 26 de septiembre del 26. Abrí mi primer negocio en la calle Arroyo. Ocho cero cuatro, Ocho veintiséis, perdón. —Has vestido a la reina Máxima... —Sí, Máxima Holanda y una que te va a gustar más a vos, Priscilla Presley, la mujer de Elvis. —Eso no lo sabía, ¿cuándo fue lo de Priscilla? —Y Priscilla habrá sido... Ella vino al Luna Park por un show. Cuando me llamaron desde Miami para vestirla yo primero pensé que era la hija de Elvis, ¡pero no, era la viuda! Una divina. Le hice tres vestidos que después se llevó a Italia. —¿Y con Máxima buen rapport, buena onda? —Sí, re. Hace un tiempo que no la visto, pero el año pasado, cuando pasé un momento bastante fuerte con mi salud mental, ella me escribió... —Ah, siguen en contacto. —Totalmente. —Bien. Antes que arranquemos, yo acá tengo un amigo en la parte de carga de datos. Si usted quiere que le borre algo muy puntual de su historia... —No, por ahí aparece que salí con un actor de Hollywood, que estuve con un cura, eso por ahí lo borraría. Después, que estuve internado. —Pero que estuviste internado lo supimos todos. De hecho lo acompañó mucho el ambiente artístico y el público. —Sí, la gente me acompañó. Yo tenía mucho miedo a la cancelación y la verdad que sucedió todo lo contrario, soy un agradecido. Lo primero que hice cuando salí fue contarlo en la mesa de la nieta de Mirtha, Juana... —Y ese mismo día recibió un montón de amor de todos. —Sí, a la noche ya el Chato Prada me estaba llamando para el Cantando... El prejuicio que tenemos sobre las cuestiones mentales no nos hace bien y está bueno que empezamos a hablar de eso. —Pero antes de seguir con eso, me quedé con lo del actor de Hollywood. —¿No dijimos que lo borramos eso? —Ah, tiene razón... —¿Vos sabés quién es? —No. —Te voy a decir el nombre y vos me decís si es top five o top ten (le sopla algo al oído). —¡Ahhhhh, nooooo, es recontra top! ¡Super mega one! —¡Ah, bueno! Porque yo lo tengo de su primera época y después, la segunda, no lo vi tanto. —La segunda, la tercera, sin pelo... —¡Basta! —Hasta acá, ¿satisfecho o no con realización profesional? —Sí, re. El haber hecho de haber estado en el último Fashion Week de Nueva York, poder vestir a Máxima de Holanda, Priscilla Presley. —Hasta acá, ¿satisfecho o no con sexo? —Sí, tuve más sexo del que pensaba, porque de chico no tenía levante, tenía la autoestima baja, sufría mucho bullying. Pero después, a partir de los 50, olvidate, una máquina sexual. —¡¿Una máquina sexual?! ¡¿En serio?! ¿Y con el actor de Hollywood fue a los 50? —Sí. —¡Guau! ¿Y en qué circunstancias matcheás con un actor de Hollywood? ¿Cómo fue? —El vino a Buenos Aires de incógnito, estaba en un hotel y nos encontramos en el palier... —¿Un encuentro fortuito? —Exacto. —¡Ah, te lo levantaste! —Sí... yo no sabía si a él le cabía el tema. Y nada, ahí fuimos al spa, estuvimos en el spa, pero igual lo que más me quedó es que pudimos conectar a un nivel que yo dije “¡Guau!, pude hablar con un pibe que es tan groso”. Y hablar a un mismo nivel, eso es lo que más me quedó. —¿Y cuándo -y esto no es de morbo, lo pregunto de ignorante-, en qué momento vos te das cuenta que en medio de la charla con este famoso archi-icónico de Hollywood ya hay una conexión sexual? O sea, pasan a otro estadío. —No, ya cuando entré nos miramos. —Ah, fue al toque. —Sí, sí, al toque. Igual creo que no es que yo le gustaba tanto sino que él como que se sintió protegido por el lugar. —Okay. —Y de hecho yo nunca dije nada, imaginate, hubiese sido... —¿En qué año fue? —(Suspira) Lo que pasa es que yo estaba en pareja. Las fechas me complicarían. —Bueno, pero ya prescribió. Me dejás anonadado con esa historia... ¿Qué será? Cuando vino acá a la Argentina debe haber sido... ¿2014? ¿Antes de la pandemia? —Sí, mucho antes de la pandemia... —Que vino con un look medio rapado, un poco calvo... —¡Basta! —Uy, perdón, perdón, avanzamos. El día que te toque subir al cielo habrá una pantalla en la que apretás play y vas a poder sentir olores, músicas, pieles, colores, ver vívido todo lo que pasó en tu vida segundo a segundo, los momentos que vos elijas. —El primero sería un video de mi nieto viéndome en el Cantando... y riéndose; lo sigo viendo y me emociona muchísimo. Me emociona su inocencia, su sorpresa, su amor, su risa viendo al abuelo sin saber por qué estoy adentro de la tele. Me da como una ternura. Pero después hay muchas imágenes. Por ejemplo, olores de comidas de mi madre que sé que nunca más voy a sentir, ¿entendés? Ella hacía una albóndiga grande al horno con verduras, qué sé yo. Lo que pasa es que yo soy muy del olor, del tacto. Y por otro lado, hace un mes y medio, cuando fui al Fashion Week de New York, fue muy importante tener a todos los amigos que fueron: Analía Maiorana, Soledad Solaro, bueno, un montón, catorce en total. —Acompañarte en esa vuelta tuya después de haber estado donde estuviste... —Claro, y yo estaba muy sensible por la internación que había tenido el año pasado. Y para mí fue muy importante el acompañamiento, porque ir una pasarela que no conocés, con modelos que no conocés, prensa que no conocés, representar a tu país es una presión muy grande... "Yo estaba muy sensible por la internación que había tenido el año pasado. Por eso, después, fue tan importante lo del Fashion Week en Nueva York. Y sentirme tan acompañado por amigos, porque ir una pasarela con modelos y prensa que no conocés, representar a tu país es una presión muy grande..." (Foto: Maxi Luna) —Pero de eso hay videos, de lo que no hay, cosas que viviste de nene que vos tenés en tu cabeza... —Bueno, obvio, en mi casa de Villa Urquiza -era de mi abuelo-, con mi hermano. Yo tuve una infancia muy linda hasta que empecé el colegio... —¿Por? —Porque al ser disléxico empecé a sentir lo que era el bullying; lo que era no tener confianza porque leía mal y eso me llevaba a hacer todo mal. Entonces era la mirada del afuera y la mirada propia... Aparte, mi padre era médico y tenía el consultorio ahí. Después se transformó en un mega empresario... —¿Y ahí se separaron? —No, estuvo más distante de chico, porque yo por ahí no era el hijo exacto que él quería, ni él era el papá exacto que yo quería. —¿Eso lo trabajaste en terapia? —Sí, a los siete años fui al psicólogo, un psicólogo de mierda en realidad... —¿Por? —Le hice un dibujo y él me dijo: “Vos no lo querés a tu papá”. En su momento pensé “¡Qué hijo de puta, este me cagó la vida!. Y hoy agradezco que me haya dicho eso, porque a partir de los siete años, obvio, no quise ir más a ninguna terapia. Pero empecé a analizar la relación con mi padre. El termina suicidándose cuando yo tenía treinta años, pero ahí yo ya tenía una relación relinda con mi padre. —Y para entonces, ¿no viste venir nada de eso? —Sí, sí, lo veía. De hecho él me lo anunció, yo sabía que iba a suceder. Yo tenía en claro su depresión y no tenía muchas opciones. A ver... (piensa las palabras), se podría haber evitado la manera, pero si no iba a morir de otras maneras. —Le iba a enfermar el cuerpo tanta depresión. —Sí. —Te voy a hacer una pregunta que es medio hard pero te la tengo que hacer. En tus momentos de oscuridad, antes de la internación, ¿pensabas en el final de tu papá? —¿Que me iba a suicidar? Sí, lo pensé. Varias veces, sí, por eso detona mi internación. —¿Pero no había nada que te lo parase? La imagen de tu hijo, de tu nieto... —No me rescató nadie. No me rescató mi nieto, que es lo que más amo en el mundo. No me rescató mi profesión. Me rescaté yo. Yo dije “Este Benito oscuro, con esta negrura, estas no ganas de nada, me tengo que rescatar”. Nosotros nos tenemos que rescatar. Te juro, cuando estás en esa situación, y mucha gente me entiende, me angustiaba verlo a Fermín, porque estás mal, no querés que te vea mal. Y la verdad, si vos no te rescatás, no hay manera. En otro nivel, es como las adicciones, digamos. Yo creo que si no parte de uno es muy difícil. —Te felicito de todo corazón. Volviendo a la situación donde tenés todas las pantallas y todos los play para poner lo que vos quieras, ¿qué verdad sobre tu historia te gustaría develar? —Yo tuve una vida que me siento un privilegiado. Tal vez el año pasado se me desbordó porque se me juntaron cosas en lo afectivo, en lo familiar y en lo económico y en lo empresarial. —¿Y cuál sería ese día que si hubieses accionado a tiempo no disparaba todo lo otro? —Sí, yo en la pandemia podría haber tomado la decisión de cerrar la empresa y ahí tal vez se hubiesen cancelado dos cosas: la quiebra de la empresa del prêt-à-porter y mis relaciones familiares que explotaron, pero no sé si hubiese pasado. —Hubo una cosa de la mediatización, que se hiciera tan público el problema, que a vos te angustió más que el propio problema. —No, si hablás de lo profesional, lo que me asustaba era la cancelación porque lo mío es imagen. De hecho me pasó de sorprenderme que había novias, madrinas, vestidos de 15 que estaba haciendo mientras yo estaba internado en un psiquiátrico y ninguna se me bajó, ¡nin-gu-na! Es más, un par me adelantaron el pago porque sabían que yo estaba mal económicamente. —Bueno, eso pasó porque vos sembraste, no viene solo... —Sí, igual el run run lo tenía. Después de que me dieron el alta en la clínica, a los pocos días voy a una fiesta de una revista especializada en moda y hubo un par de personas que se corrieron de la foto. Y yo no los puedo hacer cargo porque no sé si yo no hubiese reaccionado igual. Somos muy prejuiciosos respecto a la salud mental somos muy prejuiciosos y me parece que tenemos que hablar. Pero no voy a estar hablando de mi problema toda la vida porque tampoco quiero victimizarme. —Entiendo. Otro tema: ¿una pregunta que nunca te animaste a hacer y quisieras tener la respuesta? —Una sería ¿por qué, cuando mi padre se suicida, la relación de mi madre y mi hermano cambian en relación a mí? Un sábado a la noche, mi madre me llama me dice “Vení a buscarme”. Yo la voy a buscar y mi padre me dijo “Si te la llevas a tu mamá, yo me suicido”. Yo me la llevé y al otro día él se suicidó. Y a partir de ahí mi hermano y mi madre, que yo era muy, muy pegote con ella, cambiaron conmigo completamente. —Perdón que te lo pregunte, pero estamos en el medio del ejercicio, ¿vos sentís que ellos te culpan a vos? —No sé qué les pasó, pero mi hermano llegó a sacarme de la sociedad, mi madre también, un montón de cosas. No entendí... Porque aparte estábamos de acuerdo en que yo la tenía que sacar. —Y de eso no tenés la respuesta todavía. —No. Con mi hermano estuve diez años sin hablarme. De hecho, había una nota de mi padre -él se tiró por el balcón- en la que deja dos números de teléfono para que llamen: el mío y el de una tía mía. Y mi hermano me reprochaba por qué había dejado mi teléfono... Él era el mayor, el que hacía todo bien, el que estudió máster en Estados Unidos. Y por qué había dejado el mío y no su teléfono. —¿Y todavía nunca hablaste con tu hermano de eso? —Mi hermano murió hace tres años. —¿Y nunca llegaste a hablarlo? —No pude profundizarlo porque estuvimos diez años separados, muy enemistados, cuando en realidad éramos super amigos. —¿Y a mamá tampoco se lo preguntaste? —No, porque quise protegerla. Ella fue muy buena abuela con mis hijos. Dije “Yo prefiero cuidar ese vínculo”. Como madre me faltaron respuestas. Pero la verdad que como abuela fue extraordinaria. Prioricé eso, me parecía que era más sano. Aparte a mí me pasó que yo prácticamente no tuve abuelos por cuestiones políticas, grietas de ese momento. Del lado de mi padre eran peronistas de clase baja; por parte de madre, gente de clase media alta, con piano, libros, música, radicales antiperonistas, lo odiaban a mi padre. Al final mi padre fue el que salvó a toda la familia de mi madre, porque la verdad que tenía una cabeza brillante, el pibe creció económicamente. Pensá que cuando se casaron vivían en un cuarto de la casa de mi abuelo, ni siquiera era una casa de ellos. Y cuando yo tenía ocho años, por mi padre ya éramos socios de Tortugas, un club muy elitista. Ni existía la Panamericana. Mi viejo tuvo una gran visión. ¡Ojalá hubiese quedado el diez por ciento! Pero lo hizo todo al revés. —Bueno, para ir cerrando este ejercicio, ahora vas a tener la posibilidad de sacarle un dolor a alguien que vos sabés que lleva ese puñal clavado. ¿A quién le sacarías un dolor de la mañana a la noche? —A mi hijo Lucas. —¿Por qué? —Porque ha sufrido mucho (piensa). Igual, a ver, me gustaría sacarle el sufrimiento a todos. —Te entiendo, pero puntualizaste en Lucas: sabés que él lleva una cosa que lo hace ser melancólico o angustiado... —Sí, si pudiera ayudar, primero está toda la gente que yo quiero. Y después a toda la gente que la está pasando mal. "La depre es ¡te-rri-ble! Yo me cerraba los fines de semana: persiana baja, todo oscuro, sin tele, así los pasaba. Aparecían mis hijos y levantaba la persiana, prendía la tele, hacía como que estaba todo bien. No quería cargarlos con mis cosas. Eso fue un error, los perjudiqué más..." (Foto: Maxi Luna) —Porque ni con tu viejo... Perdón por lo que voy a decir: ni con tu viejo suicidado vos dimensionabas lo que es esa oscuridad. —No, para nada. Es terrible, ¡te-rri-ble! Yo me cerraba los fines de semana: persiana baja, todo oscuro, sin tele, sin nada. Así los pasaba. Aparecían mis hijos y levantaba la persiana, prendía la tele, hacía como que estaba todo bien. No quería contarles para no cargarlos con mis cosas. Eso fue un error. Los perjudiqué más... —No contándoles que involucrándolos. —Exacto. —Gracias, Benny. —No, gracias a vos. —Fue muy hermoso. Muy hermoso. Mirame acá, cuando bajes no te vas a acordar de nada. Fotos: Maxi Luna
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