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» Diario Cordoba
Fecha: 29/10/2025 09:59
La comodidad tecnológica nos ha salido niñera. Si antes el poder exigía obediencia, hoy la solicita con sonrisa de asistente: recomienda, completa, corrige, conduce. A cambio de eficacia, vamos cediendo resuellos de libertad. Cada clic ahorra un esfuerzo; y con cada esfuerzo ahorrado, se entumece la voluntad. Así se fabrica el súbdito nuevo: no el que teme, sino el que consiente. El paternalismo digital no golpea; acolcha. Adelanta tropiezos, reescribe rutas y llama protección a su tutela: por tu bien, por tu seguridad, por tu comodidad. Tocqueville ya lo entrevió: un «poder inmenso y tutelar» que «no tiraniza, pero... reblandece» a los ciudadanos hasta dejarlos en minoría perpetua. En ese pasillo de gomaespuma, el juicio se ablanda, la memoria se terceariza y el deseo se programa en listas de reproducción. La biografía se autocompleta. Las herramientas absolutizadas devoran al artesano. Hoy nos toman el pulso, cuentan pasos, adivinan el ánimo y ofrecen pastoreo algorítmico de nuestras flaquezas. ¿Quién discute a un pastor tan amable? Sólo el impertinente que prefiere el áspero privilegio de equivocarse a la dulzura sin riesgos de acertar por delegación. La libertad requiere fricción: demora, duda, contraste, incluso tedio. Hemos declarado sospechosa a la fricción y elevado la suavidad a derecho. Queremos puertas que se abran solas, mapas sin bifurcaciones, decisiones con garantía extendida. Ortega recordó que la técnica nace para ahorrar esfuerzo; cuando el ahorro se vuelve total, desaparece el esfuerzo... y con él, el carácter. El alma -como el músculo- se forja en resistencia. Hoy el mando perfecto no ordena: sugestiona. La propaganda vieja gritaba; la nueva susurra desde la interfaz con zalamería de mayordomo digital. Y, ufanos de nuestra presunta autonomía, aceptamos que nos asignen dieta, pareja, noticia y ocio «a la carta», mientras la carta la redacta un escribano invisible en su cenáculo algorítmico. No toca abjurar de la técnica, sino domesticarla con hábitos humanos. Ponerle bisagras a la comodidad: pausas elegidas, notificaciones silenciadas, itinerarios sin GPS, lecturas sin salto, conversaciones sin testigo electrónico. Recuperar la artesanía de decidir, con sus callos y sus dudas. Una ciudadanía de adultos no se decreta: se forja a la intemperie de elegir. Illich habló de umbrales de contraproductividad: desde cierto punto, la herramienta nos incapacita para lo que prometía facilitar. Y Bernanos previno contra una civilización maquinal, próspera... pero sin hombres libres. Quizá el gesto mínimo de resistencia consista en aceptar el esfuerzo, rehabilitar el error y decir no a lo que nos ahorra demasiado. Empecemos por donde duele: apagar el piloto automático. Entonces la comodidad volverá a ser descanso, y no tutela; medio, y no amo. Y ensayar el áspero gozo de la dificultad elegida, ese aprendizaje que devuelve peso a los actos. Porque sólo quien gobierna su atención puede gobernar su vida. *Mediador y escritor
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