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Concordia » Lt15 Concordia
Fecha: 29/10/2025 09:36
Río de Janeiro en guerra: 64 muertos en enfrentamientos con el crimen organizado La operación comenzó antes del amanecer con bloqueos vehiculares en las autopistas que rodean los complejos y el cierre de avenidas estratégicas. Helicópteros sobrevolaron las favelas desde la noche anterior, mientras vehículos blindados rompían barricadas de neumáticos incendiados. Drones detectaron movimientos y guiaron el avance de 2.500 agentes por las callejuelas estrechas. Las autoridades incautaron 42 fusiles de alto calibre y detuvieron a 81 personas. Desplegaron una treintena de vehículos blindados, dos helicópteros, drones de reconocimiento y ataque, y diez vehículos de demolición para abrir paso por rutas obstruidas. El principal objetivo de la operación era Edgar Alves de Andrade, alias “Doca” o “Urso”, señalado por la Fiscalía como jefe regional del Comando Vermelho en el conjunto de favelas de Penha. Nacido en Paraíba en 1970, Doca acumula más de un centenar de causas judiciales por homicidio, tráfico de drogas, tortura y asociación criminal. Las autoridades lo vinculan con la coordinación del negocio del narcotráfico en Vila Cruzeiro y Morro do Sao Simao, así como con ataques a delegaciones policiales en 2025. Las autoridades mantienen una recompensa de 100.000 reales (unos 17.500 dólares) por información que conduzca a su captura. El Comando Vermelho nació en 1979 en una cárcel de Río de Janeiro y se ha transformado en una estructura de ámbito nacional, considerada como una de las dos organizaciones criminales más grandes de Brasil. Opera mediante una red descentralizada: capos en cárceles, lugartenientes en favelas, soldados que controlan los puntos de venta y una sofisticada red de lavado de dinero. Su poder se sustenta no solo en el narcotráfico, sino en el control territorial de barrios donde el Estado históricamente está ausente. Según la fiscalía coordinadora del combate al crimen organizado, el complejo de Penha y Alemão es “un punto estratégico para el flujo de drogas y armas” por su cercanía a varias autopistas y accesos logísticos de la ciudad. El gobernador estatal, Cláudio Castro, calificó la acción de “guerra” y afirmó que Río está “sola en este enfrentamiento”. Señaló que el narcotráfico dispone de armas entregadas por redes internacionales y que las Fuerzas Armadas rechazaron hasta tres veces su pedido de apoyo con blindados. La población del norte de Río vivió escenas propias de un conflicto bélico: ráfagas de tiros, granadas lanzadas desde drones insurgentes, autobuses desviados y más de 200.000 personas afectadas por la interrupción de servicios públicos. Las clases fueron suspendidas en 45 centros educativos y doce líneas de buses cambiaron su itinerario. Para los habitantes de Alemão y Penha, la jornada fue de tensión, miedo y parálisis: comercios cerrados, transporte ausente, aulas vacías. En ese entorno convulso se advierte un dilema clásico de las operaciones en favelas: la frontera entre combate al crimen organizado y vulneración de derechos ciudadanos se vuelve difusa. Organizaciones de derechos humanos tienen un historial de denuncias contra este tipo de intervenciones. Human Rights Watch alertó en septiembre de 2025 que un proyecto de ley aprobado en Río establecería incentivos económicos para que la policía dispare a sospechosos, lo que “crea un incentivo financiero para que los oficiales disparen en lugar de arrestar”. Una investigación de HRW publicada en 2009 ya señalaba que muchas de las muertes en enfrentamientos oficiales no eran combates legítimos, sino ejecuciones extrajudiciales, con policías que manipulaban la escena para ocultar responsabilidades. La impunidad y la letalidad policial en Río son parte de un problema estructural que persiste. No es la primera operación con alta letalidad. En mayo de 2022, una redada en la favela de Vila Cruzeiro (parte del mismo entorno de Penha y Alemão) dejó al menos 23 muertos y denuncias de civiles atrapados en el fuego cruzado. El futuro de la misión se jugará en qué tan rápido el Estado pueda no solo capturar capos o incautar armas, sino reducir la violencia residual, abrir investigaciones independientes sobre las muertes y reconstruir el tejido social en zonas abandonadas. Sin eso, la lógica de control seguirá siendo momentánea y el ciclo de violencia, recurrente. En 2024, alrededor de 700 personas murieron en intervenciones de las fuerzas del orden en Río, casi dos por día. Este martes sumó 64 más a esa estadística. La operación continúa en desarrollo y el balance final aún está por verse. Fuente Diario Uno de Entre Ríos
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