Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Monjas

    » Diario Cordoba

    Fecha: 28/10/2025 13:18

    Al igual que para Antonio Machado la infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, para mi generación esos limoneros tienen un semblante catódico; con el pasmoso color del blanco y negro de una televisión que nos atrapaba. Antes que Curro Jiménez, D’Artagnan tenía el rostro de Sancho Gracia. Por muchos musicales de la Gran Vía, no disociaré Los miserables de Capuletos y Montescos, la suite de Prokófiev que encabezaba esa maravillosa adaptación de la novela de Víctor Hugo. Y en aquella tentadora sublimación de la niñez no puede faltar aquella versión del Diálogo de carmelitas de Bernanos. Comencé a interiorizar la elipsis del miedo en aquella ascensión de las monjas de Compiègne, las escaleras hacia la guillotina mientras la reducción de sus cánticos iba expandiendo el silencio. No sé si son las monjas o el celibato los que se han puesto de moda. Al fin y al cabo, estamos en los días del Tenorio y la contextualizada turbación de doña Inés. Pero Los domingos se llevó la Concha de Plata del festival de San Sebastián, recuperando esa opción de tomar los hábitos que considerábamos extinta desde los tiempos de la EGB. Y como buena olfateadora de tendencias, Rosalía le da la vuelta al Motomami e irrumpe en las carteleras del cine Callao con una toca, paralizando sin permiso el centro madrileño, en una expectación que no consiguieron ni Audrey Hepburn con el Diario de una monja ni Gracita Morales como Sor Citroën. Pero fuera de los coqueteos con la mercadotecnia, en los que la cruz suele ser un valor seguro, hay mayor porosidad hacia la introspección. La fe en los tiempos del wasap son esas rayas que hemos dejado de pintar de azul. Vistos esos falaces amigos avatares, que te niegan el chateo para acosarte; o de esa letanía de felicitaciones por cumpleaños, más cercanas al amén en un refectorio de los cartujos, pero que capan la cercanía de la voz o del abrazo, mejor engancharse a la incertidumbre auténtica de ese Dios trino y bipolar, que muestra la implacabilidad del Antiguo Testamento. Un Dios tremendo y poco sintonizado con la salud mental, y al que ofrecen sus preces los que se entorchan como elegidos y enarbolan sin reparos el talión; o derriban el ala este de la Casa Blanca para montar un salón de baile y hacer azul, ya no el Danubio, sino el Potomac, para mayor gloria del emperador. Y luego está el Cristo de los bienaventurados y de Palacagüina; el del niñito Jesús que las novicias aportaban en sus desposorios en el convento para perpetuar en tan venerada porcelana su instinto de maternidad. Curiosos estos frenéticos tiempos en los que el internet profundo se ha convertido en el décimo anillo de los infiernos dantescos, y guitarrear en misa salmos cacofónicos es el refugio espiritual de un sector de la juventud desarraigado del presente y de la clase política, al tiempo que no sintoniza con las batucadas. El cenobio siempre fue una de las maneras de resetear el mundo. Hoy, las carmelitas de Compiègne cambiarían la guillotina por drones explosivos, y también perseguirían la paz interior. *Licenciado en Derecho, graduado en Ciencias Ambientales y escritor

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por