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  • Retirarse a los 65: pediatras del Garrahan explican lo duro que es dejar el servicio cuando todavía se sienten útiles

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 28/10/2025 04:45

    Jubilados del Garrahan: ¿cómo aprovechar la expertise de médicos que con 65 pueden y desean seguir trabajando? Lidia Fraquelli y Antonio Latella trabajaron 36 y 34 años respectivamente en el Hospital Garrahan; toda una vida. Ambos son pediatras y se dedicaron, entre otras cosas, al soporte clínico de los pacientes oncológicos. Por reglamento, a los 65 años la jubilación es obligatoria en esa institución, pero la nueva longevidad determinada por mejores condiciones de vida, gracias a los avances de la ciencia y en particular de la medicina, hacen que esa sea una edad en la que muchas personas están aún en la plenitud de su potencial, con el plus de años de experiencia. Esto no sucede solo en los hospitales, sino en muchas otras áreas de actividad tanto públicas como privadas. Y empresas e instituciones deberían empezar a pensar en alternativas para aprovechar la experiencia y el conocimiento de una formación que muchas veces ellas mismas generaron. El Hospital Garrahan atraviesa además una crisis que entre otras cosas ha causado una sangría de talentos. Por otra parte, la mayoría de los profesionales que se están jubilando en estos años nacieron a la vida profesional junto con el Garrahan: tienen casi la misma cantidad de años de carrera como los que tiene el hospital, inaugurado el 25 de agosto de 1987. Varios de estos profesionales retirados se están asociando para defender la causa del hospital y se denominan a sí mismos “fundadores”. — Lidia, te jubilaste hace poco, pero ¿seguís vinculada de algún modo al hospital? Lidia Fraquelli: — Tengo un nombramiento de consultora honoraria y eso me permite hacer a distancia una actividad académica educativa con los centros de todo el país, públicos y privados, que hacen soporte clínico en pacientes oncológicos. Cuando me jubilé, en junio del 23, me ofrecieron un contrato del Centro Coordinador de Oncología Pediátrica, contrato que luego terminó y decidí seguir ad honorem en esta actividad que creo es útil para los pacientes y también para brindar la experiencia que adquirí en todos estos años. — Antonio, ¿cuándo te jubilaste? Antonio Latella: — En septiembre se acaba de cumplir un año. Al hospital ingresé en ’90, y pasé por varios sectores. La mayor parte del tiempo con pacientes oncológicos, en la parte clínica, de sostén. Me tocó también estar unos años en el servicio de emergencias. Y en el área de internación, que era inicialmente para lo que yo había ido al hospital: hacer medicina interna, una disciplina dentro de la pediatría, que tiene mucho que ver con el trabajo interdisciplinario, la coordinación de los equipos de médicos. Una característica de este hospital es que siempre tendió a formar equipos y a trabajar en la interdisciplina, lo cual redunda en un gran beneficio para el paciente. Lidia Fraquelli y Antonio Latella trabajaron más de 30 años en el Hospital Garrahan — ¿Es obligatorio en el Garrahan jubilarse a una cierta edad? LF: — Sí. El Garrahan es un ente autárquico, que tiene su reglamento, La jubilación es cumplidos los sesenta y cinco. — Un informe reciente afirma que el mayor potencial de una persona se alcanza entre los 55 y los 60 años. A los 20 ó 30, uno tiene una memoria espectacular, calcula rápido, corre rápido, etcétera. Pero hay calidades psicológicas que combinadas con la experiencia hacen que la persona a partir de los 50, 55 años, cuente con una mayor estabilidad emocional, una mayor capacidad para no reaccionar impetuosamente frente a estímulos externos, etcétera. Por eso afirman que a los 55, 60 años, la persona alcanza su máximo potencial. ¿Cómo viven ustedes el hecho de tener que retirarse a los 65? LF: — Es muy variable, cada uno lo siente distinto. Yo siento que ejercí mejor mi rol en los últimos años comparado con los años previos, con esto que comentás acerca de la experiencia, la templanza que uno adquiere, el poder trabajar con la gente joven que se está formando y que es todo un desafío. Yo lo siento todavía como un duelo realmente, porque toda mi vida -no separo lo profesional de lo personal, algo que creo nos pasa a todos los que ponemos tanta pasión en nuestra tarea, en lo que es nuestra vocación desde la época de formación. Yo me formé en el Hospital Gutiérrez, en el Hospital de Niños, eso me marcó una manera de trabajar, de enfrentar la responsabilidad inconmensurable de una vida en la que uno tiene que tomar decisiones. Y en el 87 apareció esta, esta oportunidad increíble de un hospital nuevo. — ¿Estás desde que abrió el hospital? LF: — Sí, desde quince días antes de la inauguración. Y fue creciendo el hospital y crecí yo como persona, primero como médica, fui madre. Santiago va a cumplir treinta y uno, fue al jardín maternal del hospital. Así que toda mi vida está muy, muy involucrada con el hospital. Y siento esta partida como un duelo realmente. Tengo que aceptarlo, otros tienen que ocupar los lugares y está bien. Pero todavía estoy en la etapa de elaboración. A pesar de que pasó bastante tiempo, no me resulta sencillo dejar…, pero empiezo con la aceptación. No me enojo con eso. Me duele, claramente, pero trato de ver de qué manera puedo seguir brindando mi experiencia desde otro lugar, no tratando de ocupar lugares que ya no me corresponden. — ¿Antonio? AL: — Para mí fue un golpe muy duro dejar de trabajar. Está reglamentado: a los 65 años a uno lo llaman desde personal y le dicen que dispone de un tiempo determinado para hacer el trámite y jubilarse. Y el día que llega la noticia es un golpe, porque es una vida lo que uno ha transitado allí. A diferencia de otros hospitales, nosotros trabajamos ocho horas todos los días. Eso como base. Muchas veces nos hemos quedado más tiempo. Muchos años de hacer guardia, de trabajar en emergencias. Me tocó estar muchos años los sábados, teniendo a mis hijos chiquitos y trabajar los fines de semana. O sea, es un vínculo muy fuerte el que se establece. También por la relación los colegas y las historias con los pacientes. Eso que lo lleva a uno a la medicina: trabajar por el otro, ser en función del otro, estar al servicio del otro, ayudar. Un muy viejo axioma de la medicina dice: “curar a veces, pero aliviar siempre y acompañar en todo momento”. No dejar de acompañar nunca. Y así se suman un montón de historias que hacen una vida. Y cuando de alguna manera desde afuera a uno le dicen “hasta acá llegamos”, es difícil. Toda una vida transcurrida en el hospital hace que el retiro sea muy duro de asimilar — ¿Te sentías en condiciones de seguir trabajando cinco años más, diez años más? AL: — Sí. Hay cambios desde el punto de vista fisiológico, lógicos, por una cuestión cronológica. Uno se da cuenta que ya no puede hacer algunas actividades que hacía en un momento de la misma manera, con la misma eficiencia, algunas cosas que hace la gente más joven con mayor velocidad de reacción. Pero sí adquiere otro tipo de habilidades que son sumamente útiles para los pacientes. A mí me parece que una persona para ser jefe de un servicio, está bien que lo sea a los cincuenta años. Tal vez, sin dejar de trabajar, sin quedar uno aferrado a una jefatura, a una conducción, probablemente pueda seguir trabajando, dejando ese espacio para gente más joven, pero ocupar otros puestos en donde desempeñar roles que hacen al hecho de haber adquirido una experiencia. — La idea sería no desaprovechar la misma inversión que hizo el hospital en ustedes, de eso se trata, ¿no? Hay una inversión que ha hecho el hospital en formación y que no debería desaprovechar. AL: — Incluso en lo general. Antes, una persona de 65 años era considerada vieja, lisa y llanamente. Hoy no es tan así. Muchas personas de 65 son jóvenes todavía. Entonces, si bien las condiciones fisiológicas no son las mismas y uno no se mueve con la misma agilidad… — Sí, no está uno para hacer guardia toda la noche por ejemplo. AL: — Tal cual, llega un momento en que uno se da cuenta: “Esto yo ya no solamente no puedo, sino que no debo hacerlo porque puedo perjudicar a alguien”. Pero siempre hay cosas para hacer que son muy útiles. — ¿Existe algún plan o discusión dentro del hospital para contemplar esto? Por ejemplo, para pensar una transición. ¿Qué propondrían ustedes en ese caso? LF: — Creo que no se está pensando nada en ese punto. Y para proponer me parece que habría que ver caso por caso. Hay personas que están deseando ese momento de retirarse por cuestiones diferentes motivos. Me parece que este plan, esta oferta, si es que existiera, tendría que empezar por ver qué necesita esa persona y cómo siente que puede seguir colaborando. Ver de qué manera esa persona puede seguir colaborando dentro del marco de la situación laboral del hospital. AL: — Pienso que por ahí se necesita una adecuación de roles. Y tal vez establecer una tipo de transición. Que en vez de 65, sea 70, con un período más transicional, en el que uno vaya ocupando otros roles y maneje los tiempos de otra manera. Ahora hay una cosa interesante, más allá de lo que la institución pueda estar haciendo, una cosa que gratifica mucho. Es que la gente joven con la que uno ha trabajado sigue convocándonos, para que los acompañemos en la tarea que hacen, porque más allá del trabajo directo con el paciente, el hospital tiene mucho movimiento en lo que concierne a la investigación, la actualización de temas, el tratar de llegar al resto del país y apoyar al resto de los centros, que es el trabajo que está haciendo Lidia. También salir para ir a otras instituciones donde uno piensa que puede aportar. Yo particularmente lo estoy haciendo, y siempre impulsado por gente joven, que a uno lo convoca, lo escucha, y le permite seguir siendo útil. En concreto es un tema para la gente que maneja recursos humanos, eso de empezar a hacer una transición diferente y pensar en el valor que puede tener cada uno. Un motivo de aliento es que los jóvenes, los médicos nuevos, siguen consultando a los retirados — ¿Qué has estado haciendo este último año? AL: — Yo tuve la suerte de compartir el trabajo de emergencia del hospital. La emergencia creció mucho en un determinado momento. Y nosotros impulsamos la creación a nivel local de la subespecialidad, que es la emergencia pediátrica. Nos dedicamos a la formación de jóvenes en la subespecialidad. Ahora hasta se han formado sociedades a nivel latinoamericano. Y ahora me han invitado a participar en el comité editorial de la revista que publica la sociedad española junto con la latinoamericana, de emergencias pediátricas. Además estoy concurriendo, gracias a la invitación de una colega, a un servicio de oncología donde trabajo con los clínicos. Voy una vez por semana. — ¿Del Garrahan? AL: — No, en un hospital público nacional, que es el hospital donde me formé, el Hospital Posadas, que tiene un servicio de pediatría que prácticamente es un hospital dentro del otro. Y que tiene una gran población de pacientes hematooncológicos, en un contexto social difícil, así que los médicos que están allí hacen un trabajo muy intenso y uno puede colaborar con ellos. LF: — Como ves, el lugar donde nos formamos nos dejó muy marcados. AL: — Sí, siempre es el primer lugar. Tuvimos la fortuna de que el Garrahan tuvo la deferencia de darnos un nombramiento como consultores honorarios. Así que en la medida de lo posible, y en el servicio de atención de los pacientes hematooncológicos, seguimos trabajando con la gente joven en lo relacionado a concursos y en tareas de investigación y publicaciones. — Mientras estaban trabajando ahí, les habrá tocado formar residentes, debe ser como una cadena. LF: — Una cadena muy linda. Cuando entramos al hospital había asistencia, docencia, investigación, los tres pilares de nuestra tarea. El nombramiento mencionaba especialmente la formación de los residentes, como habíamos sido nosotros hacía poco tiempo. Es una de las cosas más lindas transmitir, trabajar con otro, con los pacientes, ir creciendo todos juntos, porque eso es lo que pasó. Y ahora muchos de esos ex residentes son médicos de planta y ya grandes, incluso con cargos de conducción intermedia. — Antonio, dejas un relevo en el hospital… Un hijo tuyo está haciendo o terminó la residencia. AL: — Sí, sí. Andrés terminó la residencia hace cuatro años, y sigue en el hospital una formación posterior a la residencia en terapia intensiva. La medicina es algo vivo que está en constante crecimiento. Y este crecimiento implica también la transmisión de lo que uno va adquiriendo. Así que prácticamente desde el segundo año de la residencia, uno ya empieza con esta cosa de transmitir, acompañar, orientar. Incluso es algo que impulsa a crecer, esta demanda del que está detrás y quiere aprender. Lo ponen a uno en la situación de tener que estar capacitado como para transmitirle al otro. LF: — Esos primeros años de formación marcan mucho. Para el residente de segundo (año), el de tercero parece casi Dios. Ahora todos somos muy grandes, pero esos roles quedan marcados y seguimos diciendo: “Sí, era mi R3, era mi R2 o yo fui R3, R2”. — Otros hospitales estatales o los privados ¿tienen programas o le ofrecen a la gente seguir vinculados después de la edad legal de jubilación? LF: — No sé si programas, pero sí muchos privados dan la posibilidad de seguir más tiempo y no cortar a los 65 como una norma imposible de romper. AL: — Si no me equivoco, es hasta los setenta, el límite de edad. En general en el privado. — ¿Ha habido mucha deserción en el Garrahan por el retraso salarial y todo el conflicto reciente? LF: — Se fueron más de doscientos cincuenta profesionales de diferentes áreas: médicos, farmacéuticos, bioquímicos, técnicos, gente que se especializó durante muchos años. Porque no alcanza el sueldo. Hubo una pérdida enorme del poder adquisitivo y manteniendo una familia… Irse, en casos que conozco, no es una decisión libre, sino “qué pena que tengo que irme, pero no puedo resistir”. Con el horario prolongado de trabajo que tenemos es difícil tener otro trabajo. Lidia Fraquelli: preocupación por la situación actual del Hospital — ¿Representa una gran pérdida? LF: — Sí, y esa pérdida hay que mirarla desde lo que decía Antonio de los equipos multidisciplinarios, que es el crecimiento más fuerte del hospital. La medicina está superespecializada, necesita de muchos saberes que trabajen en forma coordinada. Si se va una de las personas de esos equipos, se resiente la atención de los pacientes. Esas personas no se pueden reemplazar fácilmente, porque tienen mucho tiempo de formación. Se resiente la atención de los pacientes. Eso es lo que está pasando. — ¿Hacia dónde migra esa gente que se va? LF: — En general, se va a lugares privados. O a otras instituciones públicas que tienen otro régimen horario, tres días por semana, cuatro o cinco horas, por el mismo sueldo. Eso les permite tener otro trabajo. AL: — Es uno de los grandes temores que uno tiene, después de haber estado todo este tiempo en el hospital, que tanta gente haya invertido tanto esfuerzo para que el hospital creciera, y alcanzara el nivel que tiene, eso se empiece a perder porque muchos de los trabajos que se hacen en el hospital requieren de una habilidad que no se adquiere en un día, ni en un mes. O en un cursito. Son años de trabajar al lado de gente de más experiencia y años de formarse y estudiar. Cuando eso se pierde, es muy difícil de reemplazar, de reconstruir. — Sí, imagino que el temor es que se empieza a deteriorar el servicio, si esto sigue así. LF: — Es que, desde el día uno el hospital siempre fue creciendo. En los 38 años que tiene el hospital, pasó de todo en la Argentina y en el mundo. Pero el crecimiento fue constante, con muchas crisis, porque pasamos muchas dificultades pero siempre había una continuidad, a pesar de las distintas autoridades. Había un crecimiento que es el que uno quisiera que tenga toda la Argentina, a pesar de los diferentes enfoques. Este año, la falta de diálogo, las agresiones, cayeron muy mal. Es una situación dolorosa. Vemos cómo se está sufriendo este deterioro en la atención, en más esperas, en cosas que antes se podían hacer y ahora no, porque no están las personas que las podían llevar adelante. — ¿No está resuelto el conflicto? LF: — No está para nada resuelto. Los jubilados del Garrahan crearon un grupo para seguir la situación del hospital y cooperar en la medida de lo posible — Ustedes formaron un grupo de retirados. AL: — Sí, se formó casi espontáneamente, porque estamos todos muy preocupados y muy conmovidos por lo que le pasa al hospital. El dolor es por todo el esfuerzo que invirtió toda la gente que forma parte del hospital, no solamente los médicos. El hospital ha tenido desde siempre una enfermería de excelencia. La farmacia está a la altura de los grandes centros mundiales. Se hacen cosas que no se hacen en otro lugar del país. El laboratorio también estuvo siempre a la cabeza de todo en cuanto a técnicas y demás. El servicio de imágenes es fantástico. Todo eso a uno le preocupa enormemente, todo lo que se invirtió para que eso se desarrollara, sobre todo el esfuerzo humano, que se empiece a perder. LF: — Lo que no crece, y eso uno lo ve en las relaciones, en la profesión, en las instituciones, lo que no crece, se estanca y empieza a deteriorarse. Tiene que haber un crecimiento constante, que es el que nosotros vivimos. Ahora hay una situación de mucha tensión que no contribuye al objetivo por el que están todos ahí, que es atender lo mejor posible a los pacientes. AL: — También es algo que nos pasa en general hoy. Nuestra sociedad, lamentablemente, ha vivido momentos donde hay mucho de crispación, mucho de enfrentamiento, de agresión. Y creo que se necesita en este momento empezar a modificar estas conductas y poder escucharnos un poco mejor y dialogar. Sin duda la mayor parte de la sociedad toma al Garrahan como algo que necesariamente tiene que funcionar. — Es un orgullo nacional. AL: — En muchas cosas seguramente vamos a estar de acuerdo. No es bueno que sigamos tan enfrentados y tan enojados entre nosotros, con el insulto a flor de piel todo el tiempo. Nosotros formamos ese grupo que se ha preocupado mucho por esto. — ¿Tiene nombre el grupo? AL: — Se ensayaron algunos. En un momento, como teníamos que identificarnos de alguna manera, se habló de fundadores... — Porque casi todos están desde el principio. Son pioneros. AL: — Cuando el hospital se inició, a fines de los 80, toda la gente que se incorporó, diría en un 80 %, salvo los que ocupaban cargos de conducción más altos o jefatura de servicio, eran personas con un promedio de edad de treinta años. Entonces, transcurridos esos treinta y tantos años, de repente todo el grupo se jubiló casi masivamente en un periodo de tres o cuatro años. Entonces, si bien hubo un crecimiento del hospital, fue como una pérdida de todo un grupo de gente que había sido el sustento y la cara del hospital durante mucho tiempo. LA ENTREVISTA COMPLETA Jubilados del Garrahan: ¿cómo aprovechar la expertise de médicos que con 65 pueden y desean seguir trabajando?

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