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  • El Rey cede el testigo de los Premios a la Princesa Leonor, que se corona con una encendida defensa de los valores democráticos: “La convivencia es el único camino”

    » Diario Cordoba

    Fecha: 24/10/2025 23:38

    Una ceremonia histórica. El Rey Felipe cedió este viernes el mando de la ceremonia de los premios “Princesa de Asturias” a Leonor, su hija primogénita, escenificando un relevo generacional que la heredera asumió con una intervención de calado, en la que sin renunciar a los guiños a su generación, finalizó con una encendida defensa de los valores democráticos. “La convivencia es el único camino”, declaró. Si Leonor utilizó una forma epistolar para glosar la figura de los premiados, como si hubiera escrito a cada uno de ellos una misiva, la intervención del Rey Felipe, después de la de su hija, también se pudo escuchar como otra carta, ésta del padre a la hija y de despedida. Después de 44 años presidiendo la ceremonia, recordó el monarca, la Princesa Leonor, “ha ido asumiendo gradualmente esta tarea, dando a cada paso nuevas pruebas de madurez y sensibilidad; con un papel también más activo en la vida pública”. Por todo ello, concluyó, dejando ver que, posiblemente, el próximo año ya no presida el acto del Campoamor, “me corresponde ir cediéndole ya este espacio, como heredera de la Corona y como Presidenta de honor de la Fundación desde hace 11 años”, expuso. El anuncio, con “emoción de padre y de Rey”, reforzado por los aplausos del Campoamor, estuvo acompañado de la promesa de mantenerse “vinculado” a los Premios, a la Fundación y a Asturias. “Presente o no”, aclaró en referencia a la institución que organiza los galardones, “estaré siempre comprometido con sus objetivos, sus valores y su futuro”. Los Reyes Felipe VI y Letizia junto a la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, y el presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón, durante la ceremonia. / EFE El resto de la intervención del Rey incluyó una brevísima referencia a los premiados, apenas una frase, tal y como hacía Leonor en sus primeros discursos, como si uno y otra se hubieran intercambiado los papeles al cruzarse en el pasillo del Campoamor en direcciones contrarias. Don Felipe se extendió un poco más en hablar de educación, “gran pilar de la convivencia democrática”. “Mientras seamos capaces de inculcar en quienes vienen detrás de nosotros los principios y valores por los que hemos luchado, les estaremos dando las herramientas para construir su futuro”, incidió. La lección bien aprendida de Leonor Todas esas palabras sonaron en el Campoamor como un epílogo a la lección bien aprendida que acababa de ofrecer su hija Leonor. Muy segura, alternando el trato de usted y el tuteo, con bromas y reflexiones serias y bien expuestas, la Princesa de Asturias ofreció su discurso más largo (un 35% más extenso que el del año pasado) y el primero en el que le tocó glosar en solitario a los premiados. La fórmula por la que optó fue la de una carta, formato analógico a pesar de ser ella (se reivindicó) una "z", aunque "hija de una equis y de un boomer". Desde esas primeras frases, la complicidad con sus padres y con el auditorio se hizo evidente. Luego Leonor siguió celebrando las decisiones que en el pasado tomó Draghi y coincidiendo con él en los tiempos difíciles a los que se enfrenta Europa. A la impresionante Serena Williams la emocionó cuando citó esa frase de que "sin Venus, no habría habido Serena" y le dijo que sí, que tiene razón, que "las hermanas cómplices son nuestras grandes compañeras de viaje", y todo el mundo buscó la mirada cómplice de la Infanta Sofáia. El público aplaudió la reflexión y dejó que la heredera siguiera con sus cartas a los premiados, alternando el tono grave y el desenfadado, como cuando le agradeció a Mendoza haber aprendido nuevas palabras como "fámula, badulaque, enteco, masovero, chafarrinón" e ironizó con lo mal que lo estarían pasando en ese momento los traductores. A.D. En su conclusión, Leonor realizó una encendida defensa de esos valores que Byung-Chul Han reclama para reforar las democracia. "Quizá debamos volver a lo esencial, a los básicos", y citó "el respeto por quienes piensan diferente, la educación, atender a quienes no lo tienen fácil, a las personas más vulnerables, tratar bien al prójimo, salir de la trinchera, sacudirnos el miedo, unirnos para hacer las cosas mejor, pensar en que, si no miramos al otro, no sabremos construir confianza". "La convivencia no es fácil, pero es el único camino para lograr el progreso compartido". Su intervención, y su coronación social como nueva maestra de la ceremonia del acto del Campoamor, fue recibida con una larga y cerrada ovación y la mirada satisfecha y emocionada de sus padres Protagonismo para la Princesa Este año no hubo grandes momentos encima del escenario por parte de los premiados y la mayor parte del protagonismo recayó en Leonor, que quizá protagonizó la foto de la noche cuando se llevó la mano al pecho al finalizar su discurso. No obstante, antes que el Rey y la Princesa, el discurso de Draghi también había dejado un importante mensaje flotando dentro del Campoamor. No fue el "todo lo que sea preciso" de la gran crisis europea, pero el expresidente del BCE lanzó una propuesta para la regeneración de Europa basada en un "federalismo pragmático". Draghi comenzó recordando que la misión central de su carrera ha sido "construir Europa", pero que hoy las perspectivas son "las más difíciles" que pueda recordar. "Creíamos que la diplomacia podía ser la base de nuestra seguridad, sin embargo ahora asistimos al regreso del poder militar duro", lamentó, junto con la renuncia por parte de otros a las políticas medioambientales que Europa sigue financiando. "El mundo que nos rodea ha cambiado fundamentalmente y Europa se afana por responder", explicó Draghi, para hacer ver que los problemas de la UE “se han vuelto cada vez más complejos y exigen una acción común por parte de los Estados miembros”. El problema, explicó, es que las decisiones exigen "mayor legitimidad democrácita, especialmente en defensa y política exterior", pero el modelo de la UE no tiene, desde 2007, un nuevo modelo de gobernanza. "Hoy somos una confederación europea que simplemente no puede hacer frente a semejantes exigencias", diagnosticó. Convencido de que “el futuro de Europa debe ser un viaje hacia el federalismo”, admitió que una auténtica federación “requeriría condiciones políticas que hoy en día no existen”. ¿La solución? “Un nuevo federalismo pragmático”. Ese, dijo, es “el único camino viable”. Eso se concreta en pactar cuestiones concretas, una fórmula “flexible y capaz de actuar al margen de los mecanismos más lentos de toma de decisiones de la UE”. Una suerte de mancomunidades, dibujó, agrupadas por aspectos estratégicos, cuestiones tecnológicas concretas. “Que las naciones con industrias de defensa avanzadas unan esfuerzos de I+D y financien adquisiciones conjuntas", o que "los líderes industriales inviertan conjuntamente en sectores críticos como los semiconductores o en infraestructuras de red que reducen los costos energéticos”, citó. Eso permitiría actuar con “la velocidad, escala e intensidad de otras potencias globales” y generaría la construcción “de un propósito común de abajo hacia arriba”, donde “todos aquellos que quisieran sumarse podrían hacerlo, mientras que quienes intentasen bloquear el progreso ya no podrían frenar a los demás”. Se trata, concluyó, de una visión de Europa renovada, "una Europa que se niega a ser pisoteada". “Estoy seguro de que podemos hacerlo”, remató. El celebrado humor de Eduardo Mendoza Su discurso y su presencia fue una de las más aplaudidas de la noche, junto a la de Serena Williams y también Eduardo Mendoza, que realizó un discurso ligero pero muy ameno. El premio “Princesa” de las Letras hizo reír hasta cuatro veces al público con frases breves. Como cuando explicó que si no se mira al espejo todavía se cree una joven promesa de la narrativa española y apostilló: "Lo último que se pierde no es la esperanza, sino la vanidad". Parecido regocijo provocó su idea de que a pesar del colegio salió "vago, malgastador y un poco golfo, tres cosas malas en sí, pero buenas para escribir novela". Un breve recuerdo a su infancia, a su Barcelona y al contento de saberse, como le han dicho, "proveedor de felicidad", completó su intervención. "No soy optimista ni pesimista", concluyó. "pero no me gusta el mundo tal como lo veo; si algo me han enseñado (los años) es que todo es relativo. O quizá no". Y ahorró al público, esa fue su broma final, terminar con una canción como hizo su amigo Serrat. "Como seguramente preferirán que yo no haga lo mismo, sólo me queda expresar una vez más, sinceramente conmovido, mi gratitud". "Sacudir, criticar e irritar" Graciela Iturbide, premio "Princesa de Asturias" de las Artes, y Byung-Chul Han, de Comunicación y Humanidades, completaron la nómina de las intervenciones en el Campoamor. Han, nacido en Corea del Sur pero con más de cuarenta años afincado en Berlín, lo hizo en alemán y ofreció un resumen de su análisis crítico de la sociedad contemporánea, parecido al que sirvió esta semana en algunas de sus ruedas de prensa. El pensador se identificó con la "Apología de Sócrates", en la que Platón describe al filósofo, ante su sentencia de muerte, como el encargado de "sacudir, criticar e irritar" a la sociedad, al igual que "un tábano irrita, pica y, por tanto, espolea a un caballo noble pero perezoso". Fundación Princesa de Asturias Han se reivindicó como perteneciente a esa estirpe de filósofos que ha "interiorizado" esa visión "socrática". Sus obras, afirmó también irritan a algunos y molestan a la sociedad agitando sus conciencias. De lo que tratan sus planfetos, como incluyó en su discurso, es de los males de la sociedad contemporánea, esa "meritocrática y supuestamente libre, determinada por la capacidad de cada uno" que en relaidad autoexplota de forma apasionada y voluntaria al indivíduo hasta que se derrumba. "Es el burnout, el agotamiento, somos como aquel siervo que le arrebata el látigo a su amo y se azota a sí mismo creyendo que así se libera", resumió. Pese a todo, Han reivindicó que "no es un pesimista cultural". Admite que el smartphone puede ser una herramienta muy útil, como la IA, pero alerta de que el problema es que nos hemos onvertido en la herramienta del teléfono inteligente. "Es el teléfono inteligente el que nos utiliza y no al revés; no es el smartphone nuestro producto, sino que nosotros somos su producto. El ser humano se convierte a menudo en esclavo de su propia creación". De la misma forma, razonó, las redes socialies no nos hacen sociales, sino agresivos, "nos roban la empatía". En el "scroll infinito" del que también hablaría después la Princesa Leonor, "estamos interconectados pero sin relaciones". Y así, después de pedir que el ser humano recupere las costumbres y la empatía, las "moeurs" francesas, los valores, agradeció, tan irónico como Mendoza, que a pesar de haber irritado a muchos no le hayan condenado a muerte como a Sócrates sino que le hayan condedio este premio "Princesa". A.D. La "quimera" de Iturbide Graciela Iturbide, por último, habló del oficio. Dijo que se había pasado la vida mirando por el visor. Mirando "una quimera". "La fotografía no es la verdad, sino la interpretación de la verdad", proclamó. Desgranó un largo recorrido por su carrera y citó algunas de sus influencias, como su maestro, Manuel Álvarez Bravo, cuyas enseñanzas parecían dialogar con las de Han cuando le enseñaba que "no hay que apresurarse", que para hacer una buena foto "hay tiempo, hay tiempo". Iturbide finalizó con un bonito alegato sobre mundos y culturas, porque México estuvo muy presente pero no se hizo demasiado visible en la ceremonia. "Más allá del sincretismo que me constituye", finalizó la fotógrafa, "ante todo me considero una ciudadana del mundo. Por fortuna, el arte fotográfico no conoce fronteras, ni tiene pasaporte, ni necesita visas, por más que algunos hombres poderosos pretendan limitar el libre tránsito entre los países y coartar la libertad de pensar y de crear". Fue otro llamamiento a un mundo donde reine la concordia antes que el enfrentamiento. Y así, con buenos deseos de respeto y fraternidad, con el humor de Mendoza y la sangre nueva de Leonor invadiendo ya los Premios de 2026 que ella misma volvió a convocar al término de la ceremonia, finalizó la ceremonia de esta 45ª edición de los Premios mientras volvía a sonar el "Asturias patria querida", himno de migrantes, y el director Alejandro González Iñárritu, en el patio de butacas del Campoamor, no podía evitar grabar a la Real Banda de Gaitas de Oviedo con su móvil antes de que las autoridades abandonaran el teatro.

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