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» Elterritorio
Fecha: 21/10/2025 00:43
El pioneros de la CIM repasa los comienzos y los desafíos de construir desde cero la institución lunes 20 de octubre de 2025 | 17:34hs. Fotos: Jorge Acosta Todo empezó por una propiedad”, dice Andrés Daviña, con una mezcla de memoria y afecto. A sus casi 82 años, recuerda con nitidez el día en que un colega porteño —Armando Pepe— lo animó a fundar una cámara inmobiliaria en Misiones. “Él vino a Posadas a vender una propiedad, y cuando me la encargó, me dijo: ‘yo me estoy postulando en la Cámara Inmobiliaria Argentina, ¿por qué no armamos una allá?’. Y así fue. Empecé a convocar a mis colegas y la idea fue bien recibida porque no había nada que nos nucleara”. Era 1990. Posadas era otra. No existían redes sociales, ni portales de inmuebles, ni grupos de WhatsApp para compartir datos. Lo que sí había era entusiasmo. “Las reuniones eran emotivas, siempre con buena concurrencia. Teníamos gente joven, mujeres muy activas, y la sensación de estar creando algo que hacía falta”, recuerda. De esa primera convocatoria nació la Cámara Inmobiliaria de Misiones, que hoy celebra 35 años de existencia. Daviña fue su impulsor y primer presidente. Poco después también creó Redim, la Red Inmobiliaria de Misiones, una plataforma pionera que permitía visualizar en un solo espacio las propiedades de distintas inmobiliarias. “Era una idea adelantada a su tiempo —cuenta—. Después, muchas firmas armaron sus propios programas, pero Redim marcó el comienzo de trabajar en red, de compartir”. Su historia personal se entrelaza con la historia de la profesión. Daviña se había recibido de maestro, pero el destino lo llevó por otro camino. “Una prima mía, abogada, me dijo un día: ‘trabajemos juntos’. Así empezó todo”, cuenta. Aquella primera oficina, sobre la calle España, fue el punto de partida de una vida entera dedicada al rubro. Luego vendrían los remates del Banco Nación y los viajes al interior de la provincia. “Tuve la suerte de trabajar en distintos lugares, conocer mucha gente, y sobre todo, devolverle a la sociedad lo que me dio. Porque siempre sostuve eso: que uno debe devolver”. Daviña no se considera un hombre nostálgico, pero sí agradecido. Habla con serenidad de los logros alcanzados: la creación del Colegio de Corredores Públicos, las capacitaciones, el crecimiento institucional. “Yo no soy un crítico —dice—, porque sé el esfuerzo que lleva sostener una cámara. Los que vinieron después supieron salir adelante, incluso en los tiempos difíciles. Eso me da orgullo”. Su hijo Pablo siguió sus pasos. “Mamó esto conmigo primero”, dice con ternura. Él también fue presidente de la Cámara. “Yo ya me jubilé. Llega un momento en que uno quiere su tiempo: hacer los trámites del médico, comprar los remedios, disfrutar un poco. Pero sigo acompañando, mirando con cariño todo lo que se logró”. En su relato aparecen nombres y recuerdos: los primeros socios, las reuniones en los campos, las fotos de los aniversarios, los colegas que ya no están. “Hernélida Bonetti fue una de las que más trabajó, y ya no está. Pero todos dejaron su huella”, señala. También recuerda con humor aquel primer Salón Inmobiliario en el Hotel Julio César, una muestra de servicios que no tuvo la convocatoria esperada. “Quizás faltó que la gente entendiera qué era una cámara, qué buscábamos. Pero pasamos bien, y de eso también se trata”. Hoy, Daviña observa con atención los cambios del sector: la tecnología, la tokenización, las ventas “desde el pozo”. “Me parece bien que se adapten. Lo importante es seguir formándose. La capacitación es un pilar. Y también ser convocantes, visitar a los colegas, hacerlos sentir parte”. Antes de despedirse, deja una reflexión que sintetiza su mirada: “Sumarse significa crecer. Y el crecimiento trae progreso. Lo veo en las inmobiliarias del interior, en Oberá, en Eldorado, con tantos profesionales que trabajan hace años. Eso es lo que uno desea: ver resultados, ver que las cosas que uno ayudó a sembrar siguen floreciendo”.
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