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Parana » AnalisisDigital
Fecha: 19/10/2025 16:51
Considerar que el precio del dólar es lo determinante en un acto electoral es formular un análisis incompleto, en una era que la democracia tiende a cambiar. Se trata del mismo error que piensa que toda la gestión de un gobierno depende del logro del equilibrio fiscal. La política, en su versión más sofisticada, aquella que incluye en el análisis a elementos como la psicología de la conducta humana, puede brindar herramientas interpretativas y prácticas para afrontar el desafío de convocar a personas cada vez más alejadas de sindicatos, partidos y otras organizaciones de ese estilo. El reciente rescate de los Estados Unidos al gobierno de Javier Milei también puede ser interpretado desde esa perspectiva y nos muestra un presidente desangelado. Todos los días aparecen análisis económicos que intentan adivinar lo que ocurrirá en las próximas elecciones. Eso es tan absurdo como que especialistas en campañas pretendamos diagnosticar lo que pasará con la cotización del dólar, analizando la imagen del Presidente y los costos electorales de aparecer polemizando con discapacitados, hospitales, atacando a periodistas y a universidades. Javier Milei tuvo un éxito inédito en el campo económico. Nunca un mandatario norteamericano puso 40 mil millones de dólares para apoyar a un candidato en la Argentina. Algunos dijeron que con esto el dólar y el riesgo país se desplomarían, se controlaría la inflación y Milei conseguiría un triunfo contundente en las elecciones. La realidad demostró que manda la política. Cuando Donald Trump condicionó la entrega del apoyo a que Milei gane las elecciones de octubre, todos los indicadores económicos se derrumbaron. Quedó claro que, en democracia, ganar las elecciones es lo único importante tanto para la política como para la economía. El anuncio del rescate económico tuvo una consecuencia negativa para los libertarios. Que el presidente de los Estados Unidos ordene votar por unos candidatos y prohíba votar por otros provoca ruido en la mente de quienes estudiamos la historia argentina y recordamos la consigna Braden o Perón. En toda América Latina existe un sentimiento antiimperialista que lleva a los electores a votar en contra de lo que piden los norteamericanos. ¿Midieron los estrategas del Gobierno cuántos votos perdían por el apoyo de Trump? Para ganar las elecciones lo más importante es que el candidato sepa sintonizar con la gente, mover sus sentimientos y conseguir su apoyo. Triunfa el candidato, los demás pueden ayudar, pero él es el protagonista del evento. Milei supo hacerlo cuando compitió para presidente, fue el león antisistema que la mayoría quería. Un gobierno serio, que cuenta con profesionales de la comunicación política, tendrá, seguramente, una estrategia escrita que lo ayude a ser coherente y conseguir éxito. Entre otras cosas, habrá definido qué aspectos de imagen del mandatario se van a exaltar, cuáles se van a modificar, cuáles son las relaciones deseables con otros actores políticos. Entre muchas otras cosas, dada la proximidad con Juntos por el Cambio, debía definir si querían destruir al PRO o debían fortalecerlo para que sea un aliado eficaz. Milei fue el candidato distinto, que con sus actitudes rechazaba al establishment, a la casta. A propósito de sus canciones en el Movistar Arena algunos dijeron que se había vuelto loco pero la verdad es que, en la primera parte del espectáculo, fue el candidato que ganó las elecciones expresando al electorado posmoderno. Más que elucubrar sobre si está loco, deberíamos reflexionar por qué la mayoría de los argentinos lo apoyó, qué nos pasa a los analistas que no logramos entender un hecho que está en la sociedad, nos guste o no: hay una nueva política que anida en los celulares, en las nuevas conductas de seres humanos que se transformaron por efecto de la tecnología. Aunque se invente un liquid paper maravilloso, no vamos a cambiar nuestros teléfonos por máquinas de escribir. La democracia representativa agoniza en una era individualista en la que mucha gente no quiere ser representada por partidos, sindicatos, el gobierno, el parlamento, la justicia o la academia. Estamos en el tiempo de la posverdad en el que los límites entre lo real y los videojuegos se hicieron tenues. Trump no fue a McDonald’s a freír papas, ni llegó a una concentración en un camión de basura, ni dijo que los haitianos se comen perros y gatos en Springfield, porque está loco. Tampoco Pedro Castillo fue a votar a caballo, en Perú, porque padece una enfermedad mental, ni la tenían los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta en Colombia, un borrachín pintoresco y el alcalde de una ciudad mediana, que no tenía idea de lo que ocurre en el mundo. Ganaron las elecciones, enfrentando a veces a candidatos mucho más preparados, porque sintonizaron con las pulsiones de la gente de la sociedad líquida, que son distintas de las que existían hace veinte años. Algunos analistas se lamentaron por una supuesta decadencia de la política argentina que se produjo con la aparición del PRO y sus formas de comunicación rupturista. Esa es otra equivocación. El PRO fue, de 2005 a 2018, una opción política exitosa que conservó un empaque rupturista y una convocatoria amplia como una alternativa republicana de centro. Ganó todas las elecciones a las que se presentó en esos años. Cuando cambió de estrategia, para tratar de ser una fuerza conservadora tradicional, terminó disolviéndose. Las creencias de algunos de sus dirigentes los hicieron extraviarse cuando creyeron que lo único que existe en el mundo es lograr el equilibrio fiscal. En la segunda parte del show de Milei, vimos al presidente afectado por el síndrome de hubrys, alejado de la gente, que aburría hablando de economía, mientras la mayoría de los televidentes cambiábamos de canal. El Milei inicial, que fingía la voz para parecer un león y cantaba como un Rolling Stone, dio paso a otro que lee con dificultad textos estrafalarios. El ajuste anunciado en la campaña, que iba a pagarlo la casta y los políticos, fue reemplazado por un ajuste a costilla de los más débiles, que Kristalina Georgieva definió en estos días: una sociedad en la que la mayoría vote para que los salarios y las pensiones de los jubilados bajen a la mitad, para que se equilibre el excel de algunos economistas. Olvidó incluir que se ejecute a todos los mayores de 60 años para que se equilibre la seguridad social. No tiene sentido que la mayoría vote para que le quiten lo que tiene. Kristalina debería leer a un premio Nobel de economía, que felizmente fue psicólogo conductista, Daniel Kahneman, que tanto en su libro Pensar rápido, pensar despacio, y en sus papers de investigación, demuestra cuán difícil es quitarle sus cosas a la gente. (*) Esta columna de Opinión de Jaime Durán Barba fue publicada originalmente en el portal de Perfil.
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