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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 18/10/2025 04:46
Donald Trump y Javier Milei El vertiginoso curso de los acontecimientos preelectorales logró convertir la elección de medio término en un “todo o nada”: una suerte de plebiscito de la gestión libertaria, un ballotage de último minuto cuyo resultado definirá de manera tajante el rumbo y destino del país. A las consignas reduccionistas con las que las fuerzas mayoritarias salieron a centrifugar el voto —entre el “Nunca más al kirchnerismo” y el eslogan opositor de ponerle un “freno a Milei”— se sumó el asfixiante abrazo del oso que el mismísimo Donald Trump le propinó al Presidente argentino en el contexto de la esperada visita oficial del pasado martes. Las formas importan. Pudo haber sido una maravillosa oportunidad. Donald Trump recibió a Milei montado en un tsunami de gloria. Ocurrió apenas horas después de recibir un encendido homenaje global por haber logrado el acuerdo que permitió el intercambio de los rehenes en manos de Hamas contra la liberación de los palestinos detenidos en Israel. De Tel Aviv a Sharm El-Sheikh, Trump solo supo de reconocimientos y pleitesía. No hubo encuentro en el Salón Oval. Un Trump exultante, dispuesto a degustar su mejor momento, recibió a la comitiva argentina bajo el formato “uno más seis”: seis funcionarios por cada presidente. El pretendido almuerzo mutó en una inédita conferencia de prensa en la que solo Trump y sus funcionarios contestaron preguntas por algo más de una hora. Milei y los suyos quedaron de espaldas a la prensa. Apenas se los vio. En el centro de la escena, Trump llenó de elogios al libertario y ratificó su apoyo al rumbo de gobierno. Pero la cosa no quedó ahí. “Si Milei no gana, no seremos igual de generosos con Argentina, nuestras decisiones están sujetas a quien gane las elecciones”, respondió con la frescura e irreverencia que le son propias ante la pregunta de un periodista argentino. El presidente norteamericano no pudo ser más explícito. Los mercados reaccionaron en cuestión de segundos: las acciones de las principales empresas argentinas se derrumbaron y los dólares se dispararon. Funcionarios y analistas no lograban emerger de un estado de perplejidad. Javier Milei y Donald Trump Trump asestó un golpe fatal a la estrategia intervencionista de Scott Bessent, quien —tras anunciar que se haría todo lo que fuera necesario para sostener la economía argentina— compró pesos para enfriar la estampida cambiaria. Un hecho que no registra precedentes. Bessent había construido con precisión quirúrgica una operación de rescate económico inédita. Trump, en cinco segundos, la pulverizó con un comentario improvisado. Dos estilos de poder norteamericano chocando sobre el tablero argentino. La reinterpretación de los dichos de Trump consumió por horas la energía de propios y extraños. Los esfuerzos de Santiago Caputo por instalar la idea de que Trump se refería a las elecciones presidenciales del 27 se estrellaron contra el inmediato posteo del presidente norteamericano, donde quedó claro, en perfecto inglés —upcoming Midterms—, que hablaba de las elecciones de medio término. Si Trump no sabía efectivamente que el 26 solo se eligen legisladores, y si el tuit posterior fue solo para no quedar descolocado, es a esta altura irrelevante. El daño quedó hecho. Es probable que el asesor estrella no haya leído aún La hora de los depredadores, del mismo celebrado autor de El mago del Kremlin. Giuliano Da Empoli sostiene —según fuentes con acceso a la intimidad del presidente norteamericano— que Trump “nunca lee nada: ni libros, ni periódicos, ni nada”. El sociólogo y ensayista del momento afirma que Trump “lleva una forma de vida extraordinariamente adaptada a los tiempos actuales… acostumbrado a moverse en un mundo sin limitaciones”. “Lo que realmente preocupa a los consejeros de Trump —agrega Da Empoli— es que ni siquiera lee las notas de media página que le pasan con los puntos esenciales del asunto que debe tratar. Trump ni mira esas notas. Ya sea una página, media o apenas una línea. Él solo funciona verbalmente. Un verdadero desafío para cualquiera que desee transmitirle el más mínimo conocimiento estructurado.” La crudeza de Trump sumergió a todos en un baño de realidad. El hombre más poderoso del mundo no se anduvo con vueltas. Reconfirmó que no está apoyando a la Argentina, sino al rumbo de la política económica que propone el libertario; que considera a Milei un referente y aliado de lo que quiere para la región, y que está dispuesto a auxiliarlo económicamente si, y solo si, gana las elecciones y logra sostenerse en el poder para imponer los cambios que se necesitan. Trump se metió de lleno en la campaña, en lo que algunos entienden como una fuerte presión sobre el electorado. Dejó una clara advertencia: “Si un socialista gana, uno se siente muy diferente sobre si hacer la inversión”. Nada que no sepamos. El remezón trumpista dejó a la intemperie el entramado de dificultades políticas que pavimentan el tramo final de la campaña. Las acusaciones cruzadas aceleraron la interna ya caldeada. En vísperas de los imprescindibles cambios que Milei deberá imponer en el gabinete, cada cual atiende su juego. El fatídico paso por Washington fue una certera patada al hormiguero del oficialismo. Hiperactivo, Santiago Caputo puso a Gerardo Werthein en la mira. Las Fuerzas del Cielo bajaron sus rayos y centellas contra el canciller, a quien hacen responsable del derrumbe de los mercados tras el pesadísimo almuerzo en la Casa Blanca. Alineado en las filas del karinismo, el canciller quedó en el centro de la trifulca libertaria. No pudiendo pegarle de plano a la hermana del Presidente, y con Eduardo “Lule” Menem refugiado en la retaguardia, Werthein resiste el feroz embate de los tuiteros celestiales. “Grave error de la cancillería argentina por haber permitido esta situación cuando Donald ya había dejado entrever en público hace varios días que pensaba que eran las presidenciales”, escribió el tuitero en jefe, Daniel Parisini. Mauricio Macri y Guillermo Francos Guillermo Francos tampoco la tiene fácil. El anunciado reordenamiento del gabinete, cualquiera sea el resultado electoral, mantiene a todos en estado de máxima alerta. Francos se expresó en contra de quienes toman decisiones sin tener las responsabilidades propias de quien ocupa un cargo. Los celestiales no tardaron en contraatacar. Funcionan como una fuerza de choque, siempre en defensa de quien lleva adelante gestiones ministeriales por la suya sin disponer de cartera: Santiago Caputo. Milei ensaya “control de daños” en entrevistas televisivas. Según el jefe de Estado, le bastará con conseguir “el tercio en el Congreso que le permita defender las políticas del Gobierno” para dar por ganada la elección y seguir disponiendo del apoyo de Estados Unidos. Consultado acerca de si Santiago Caputo será promovido en el Gobierno, respondió: “Sí, absolutamente”. El que también está aplicado a controlar los daños tras las cruentas declaraciones de Trump es Scott Bessent. Además de anunciar una ampliación de la ayuda en USD 20.000 millones, este viernes el secretario del Tesoro norteamericano volvió a emitir un tuit “de necesidad y urgencia” ratificando su apoyo a la estabilización. El mensaje no alcanzó para recortar la suba del dólar de las últimas horas. La pólvora ha comenzado a humedecerse. Los que prefieren ver el lado positivo de las cosas señalan que la brutal intervención de Donald Trump en nuestros asuntos electorales puede funcionar como una suerte de ordenador de la rocambolesca situación política que atravesamos. La ayuda viene a cuenta de algunas condicionalidades. Milei no solo debe asegurar con el resultado electoral que podrá sostener el rumbo económico planteado y las leyes de segunda generación, sino que además está obligado a mantener su base de sustentación política mediante alianzas o acuerdos firmes con sus aliados de la oposición. Macri tomó rápidamente nota de estos requerimientos. Mediante un texto difundido en redes sociales pidió al gobierno que, después del 26, convoque a un diálogo “con humildad y honestidad” para “construir una nueva mayoría”. Mauricio Macri El acuerdo al que apunta Macri busca “consensos amplios” en torno a metas compartidas. Todo lo que hasta aquí no fue posible, entre otros factores, por el desafío de Milei de construir un proyecto hegemónico. Un precipitado volantazo del expresidente, que hace apenas unos días fogoneaba la idea de que el voto del 26 debía decidirse en modo ballotage. Los cinco gobernadores amuchados bajo la marca Provincias Unidas subieron esta semana a sus filas a dos candidatos extraterritoriales: Martín Lousteau, en la Ciudad, y Florencio Randazzo, en PBA. Con alto voltaje opositor, los referentes del espacio de los gobernadores resisten ser encasillados como una tercera vía. Apuntan a construir una propuesta de centro para sanear la grieta. Buscan brindar una alternativa. El espacio pretende captar entre el 15 y el 20% del electorado nacional para sumar músculo parlamentario. De acuerdos y consensos, por el momento, no quieren hablar. Hasta el 26, todos los discursos tensionarán con el oficialismo. Entregado en cuerpo y alma a la campaña, Milei no afloja. Sigue sosteniendo que las dificultades que enfrenta son consecuencia de una feroz campaña sucia de la oposición y de un golpe de mercado de manual en tiempos electorales. Pase lo que pase el último domingo de octubre, Javier Milei emergerá de las elecciones condicionado. No podrá desatender el mandato que baja del norte de ampliar su base de sustentación. Deberá moderar sus modos y encontrar la manera de imponer sus políticas sin humillar ni someter. Ordenar la propia tropa es prioritario pero no suficiente. Bajar a la realidad y empatizar con el común de los mortales es imperativo. Nadie sabe si podrá. El espejo en el que se mira Javier Milei, el mismísimo Trump, es para el libertario la versión extrema de sí mismo: un líder sin filtros, capaz de instalarse en el relato global a fuerza de audacias e irreverencias, capaz de mover los mercados con una frase. Mientras en el backstage se suceden los contactos de lobbistas tratando de generar acercamientos que garanticen, en cualquier caso, una salida de la jornada electoral sin estrépito, en el sprint final de la campaña nadie está dispuesto a conceder una tregua. Hay que llegar al 26.
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