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  • Le encrucijada del Presidente: entre las urnas y Trump

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 17/10/2025 06:50

    Javier Milei almorzó esta semana con Donald Trump en la Casa Blanca (Foto: Reuters/Jonathan Ernst) Podríamos afirmar que el problema argentino no está en la intromisión política del presidente Donald Trump, sino en el porqué de la misma (si se abre la tranquera, todo puede pasar, incluso que el rodeo atropelle a quien intente pararse adelante). Hace exactamente ochenta años, el peronismo –no el kirchnerismo-, introdujo un proceso por el cual el ciudadano argentino comenzó a sentir que los derechos eran para todos. Podría inferirse que comenzó así un sentimiento igualitario en Argentina. En Francia se lo llamó Estado de Bienestar. En Argentina, Justicia Social: más allá del umbral social del que se partía, todos podían –así se lo vivió- aspirar a la igualdad de oportunidades, cuyo logro final dependía del esfuerzo de cada uno. El cambio implicó un salario no impuesto, sino negociado. La vivienda como una realidad alcanzable, no una utopía. Y, principalmente, la educación -hasta la universitaria- asible para hijos de padres analfabetos o con pocas horas de aula. ¿Comenzó allí el problema para una parte de la sociedad económicamente fuerte que nunca se acostumbró o asimiló esas conquistas? A este sector se lo connota como antiperonismo. El desafío para la política a partir de allí fue, a grandes rasgos, para unos, garantizarle a la sociedad valores de equidad y/o justicia social con crecimiento y economía estable; para otros, volver a instaurar las diferencias insalvables. Aunque parezca lo contrario, a este nudo gordiano no lo desatarán los economistas, pero sí los dirigentes políticos. El tema a resolver es que no sean las familias las condenadas al déficit para lograr el equilibrio fiscal, sacrificio que las aleja de la igualdad de oportunidades. Hoy, el padecimiento al que el gobierno del presidente Milei somete especialmente a los sectores más vulnerables, es inconducente con la aspiración genuina de vivir mejor de cualquier argentino. Argentina no debe tener nunca más patrones, sino empresarios. Dicho de otra forma: Argentina debiera alcanzar, a través del Gobierno, crecimiento con desarrollo. Hoy las fábricas están al 50% de su capacidad ociosa. Por eso, Trump se convirtió en un protagonista inevitable para el presidente Milei y su gobierno. ¿Cómo se logra crecimiento con desarrollo? La macro y la microeconomía, inescindibles para tal propósito, deben poner en funcionamiento las potencialidades productivas de una Argentina que tiene con qué arrancar: materias primas y valor agregado sobre ellas, minería, agroindustria, Vaca Muerta, una Patagonia esperando ser desarrollada, capacidad científica y tecnológica, unicornios digitales. Argentina viene en este siglo bandeándose, recostándose políticamente en sus extremos. O todo recae en el Estado, o todo debe resolverse sin él. No da resultado. Los países vecinos han resuelto sus problemas inflacionarios y logrado el equilibrio fiscal. Algunos, maliciosamente, sostienen que es porque no tuvieron peronismo. Esta cronista se inclina por pensar que en realidad es porque tuvieron gobiernos con presidentes políticos que sintonizaron con ministros de Economía que también entendían de política. En ese siglo, Argentina dispuso de ese tipo de duplas: primero, Eduardo Duhalde-Jorge Remes Lenicov; posteriormente, Néstor Kirchner-Roberto Lavagna. Si creemos que los grandes problemas de las sociedades los resuelven los políticos, recordemos que el presidente Milei fue elegido justamente por lo contrario: no ser político ni querer serlo. El presidente Lula ha dicho: “El hambre no es una condición natural de la Humanidad, ni una tragedia inevitable. Lo deciden sus gobiernos con sus políticas económicas”. Argentina ha elegido al presidente Milei con sus improntas, con sus creencias, con sus debilidades. A su manera, prioriza el “sálvese quien pueda” al camino de trabajar acuerdos, consensuar un plan para intentar un salvataje más amplio, que incluya un todo. El 26 de octubre, ¿será el final de un estilo de gobernar y el principio de otro? ¿Podrá, querrá, sabrá el presidente Milei recalcular su plan de acción? Lo importante de un cambio de gabinete, del cual se habla por estas horas, no radica en el cambio en sí mismo, sino en las modificaciones que puedan aportar los futuros integrantes. Más allá de la sentencia escuchada frente a frente en boca del presidente Donald Trump (“si no ganás, no perderá EEUU el tiempo en ayudarte”), el presidente Milei, ¿tendrá la ductilidad de escuchar la otra sentencia, la que le dirán sus representados el próximo 26? Última duda: el presidente Trump, ¿le habló a la sociedad argentina o a los mercados? Nadie ingresa en una casa si no le abren la puerta, ni se sienta en la cabecera de una mesa si no se la ceden.

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