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  • El resguardo de un oficio milenario en manos de la primera mujer de la familia

    » Elterritorio

    Fecha: 15/10/2025 09:03

    Viviana Alfonso (43) es la única zapatera femenina de Posadas y emprende con pasión y orgullo en el negocio familiar, asegurando que “todo lo que sea de cuero se puede recuperar” miércoles 15 de octubre de 2025 | 7:00hs. Guardiana de un oficio artesanal e histórico, que difícilmente la inteligencia artificial pueda reemplazar. Viviana Alfonso (43) recibe con una sonrisa a cada uno de los que se acercan a su zapatería, por calle Rivadavia, del centro posadeño, para que con sus manos y sus máquinas devuelva vida útil a zapatos de baile, de escuela y de oficina. Aclara orgullosa que hace pocos años también incorporó el arreglo de otros elementos, como bolsos, carteras y cintos, ante la creciente demanda en un rubro que está lejos de desaparecer y que ella lleva consigo, como parte del legado familiar. “Todo lo que sea de cuero se puede recuperar, muchos me pedían, así que me animé y empecé a hacerlo”, relató desde el sillón frente al mostrador, donde recibió a El Territorio para esta entrega de Charlas. Viviana Alfonso (43) fue galardonada por su pasión y oficio. Foto: Jorge Acosta Viviana, o Marina, como sus clientes la llaman, trabaja allí desde hace 15 años de forma intermitente, colaborando con su padre Héctor. Impedimentos de salud lo obligaron a frenar y descansar del ajetreo cotidiano del trabajo en la zapatería, y por ello Vivi se hizo cargo del lugar, con amor y una sabiduría que construyó desde chica, rodeada de tiras de cuero, agujas, pinzas y tijeras. Haber sido galardonada este año con los Premios Melchora fue un mimo que necesitaba, reconoció. Alfonso es la única zapatera mujer en Posadas y, mientras cuida su clientela histórica del centro, suma a otros interesados en recuperar sus calzados, en una economía que empuja a cuidar las prendas, tarea que Viviana emprende con paciencia y honestidad, un valor por el que sus clientes la distinguen y eligen, observó: “Si me piden que tiña un zapato de algún color y yo sé que no va a quedar bien, o que se va a arruinar el material, les rechazo el trabajo y les explico. Es mucha presión y responsabilidad trabajar con prendas de otras personas”. ¿Cómo comenzaste en el rubro? Iba a la escuela, y en vez de ir a casa con mamá, prefería quedarme con mi papá en la zapatería. En esa época todo valía más. Entonces él compraba el cuero, las suelas: eran rollos grandes. Y él tiraba en la parte de atrás del taller y yo le cortaba, me acostaba arriba, sentía el olor de la suela y del cuero: horas me pasaba con él. Mi abuelo arrancó en Sarmiento casi Buenos Aires. Eran seis hermanos y cuando fallecieron los abuelos se abrió la sociedad y mi papá les compró la zapatería a sus hermanos. Era el más chico y se quedó con el comercio: eran todos varones hasta que papá no supo hacer el varón (dijo entre risas). Contabas antes que no te esperabas dedicarte a esto. No, porque viste que como hija yo venía a pasar el tiempo y por eso me conocía toda la cuadra. Mis compañeras la mayoría estaban en el barrio, salía a jugar a la vereda y él decía “vení un ratito, andá acá, andá allá, andá a comprar”... Me aprendí todos los que vendían la materia prima, que antes había más. Ahora hay uno o dos nada más. Tenía 11, 12 años y me iba a hacer las compras y venía a la zapatería y me aburría, y mi papá me decía: “Haceme las boletas, atendé a la señora, decile que me espere, poné la horma”. Y yo venía a colocar en las máquinas el empeine, ver el largo y el alto, poner cordones. Y así, jugando, aprendí, así como mi hijo que tiene 11 años. El más grande, Matías, tiene 23, y si fuera por él estaría acá. Lo lleva muy bien, es súper sociable. La verdad que no lo tengo acá porque prefiero que haga su vida. En la familia vos desde chica tuviste esta conexión, ¿pretendés también que tus hijos continúen con el negocio o estás como un poco más abierta a otra opción? Estoy más abierta. Que ellos generen lo suyo y después cuando ya no den más, que vengan ellos. El local quedará para ellos seguramente, por la zona en la que está y la cartera de clientela de papá todavía mantiene. Yo soy Viviana pero todos me dicen Marina. Siempre cuento lo mismo de que era muy cabezuda. Yo iba a casa y mamá por cualquier cosa me castigaba y papá no. Viviana comenzó a aprender de su padre cuando tenía 11 o 12 años y se dedicó de lleno desde los 20. Foto: Jorge Acosta Papá me mandaba a hacer cosas y yo no me podía portar mal, entonces no me podía escapar. Y ahí aprendí a pintar. Me encantaba hacer colores y esa es mi parte favorita para los zapatos: teñir. Por ejemplo, viene uno con la bota lila de cuero y dice “la quiero negra”, yo le tiño totalmente y no sale más. La gamuza se puede renovar. Mi papá, por ejemplo, forraba en tela. En eso lo respeto, porque tenía una mano para la tela, lleva mucho tiempo. ¿El trabajo sigue siendo artesanal o fuiste incorporando tecnología? Se va incorporando solo prácticamente, porque van cambiando los materiales. En la época de papá y los abuelos era mucha suela y taco, los mocasines clásicos. A esos yo les iba rebanando la suela y lijándola en máquina, una máquina que supuestamente era para caballeros. Con el tiempo yo me fui animando: traen cintos y los corto. O por ejemplo para pegar suela con goma, yo iba mirando y después iba limpiando y me metía. Mi papá me enseñó con esa máquina que no hay que temblar, eso tiene que estar perfecto. Hay gente en los barrios por ahí que no saben que todavía existe esto y que se arreglan zapatos, que se cose la zapatilla, que se cambia la base. Y cuando traen a los chicos a la escuela como que van descubriendo. Otra cosa: ninguno de los muchachos sabe coser los náuticos en la parte de arriba del cuero, y eso me enseñó papá. Es decir, sólo vos lo hacés. Eso sí, acá sólo yo. Por ahí tengo un poquitito más de clientela porque antes las mujeres precisaban a las damas por el tema de lo estético. Pero es una presión, primero, tener cosas ajenas. Me ha pasado que me voy al baño, el señor no atiende, entra alguien, te pide cargar el celular o algo y pum, se robaron una mochila, una cartera. Por eso siempre me vas a encontrar acá adelante. No es que vendés nomás y ya está. Pero siempre trabajo en equipo también Sí, sí, hay dos personas que están acá conmigo. Incluso a veces mi hijo chiquito atiende o les avisa a los clientes “mamá está ocupada”, y así. Y los muchachos cuando ven que es mucho sí se levantan y atienden, porque a veces hay hasta seis personas acá dentro. ¿Hay alguna época en particular del año en el que notes mayor demanda? Cuando van a empezar las clases, y ahí es donde suben los precios. Normalmente para febrero y marzo, todos compran nuevos. Abril y mayo empieza el movimiento y no parás hasta octubre. Después sí ya llegan vacaciones y se frena bastante, en enero, por ejemplo, nada. ¿Y ahí cuál es tu estrategia para mantener la actividad? Te cuento una. Viene una mamá un día y me dice: “Marina, tengo un náutico nuevo que los chicos usaron, pero está nuevo y ya no les entra”. Entonces, compramos una base, un número más: estirás en la horma un número más y te queda nuevo con la suela nueva, si hay que coser arriba se cose, se pone la horma y tenés el mismo zapato un año más. Porque la horma hasta un número estira si es de cuero. ¿Empieza a ser más común esto de que te pidan arreglar el zapato para que dure un tiempo más antes de comprar uno nuevo? Hay de todo porque acá están los clientes que compran la marca. Y a veces, como es tan caro, prefieren renovar el color, la costura, pero yo siempre explico que el tema de arreglar no es lo mismo que el de fábrica. La mayoría pretende pegar y no coser, y pegar y que quede inyectado como en la fábrica, no. Un tiempo... con la humedad de Misiones, se arruina. Hay que tratar de buscar coserle por algún lado que no se note. Después está la gente que va a Paraguay, que busca precios, donde una base te sale 30.000, 40.000 ya no. Porque por 20.000 van a Paraguay. La clase media busca. A veces hasta las zapatillas de 20.000 pesos vienen y buscan arreglar porque les gusta o porque necesitan usarla para la facultad o para lo que sea. De tus primeros años con tu papá compartiendo estudio, ¿hay algo en particular que te haya marcado para decir ‘esto me gusta’? No te voy a mentir, nunca lo pensé. Le agarró un ACV joven, hará cuatro o cinco años años, y me agarró fría, porque yo trabajaba en comercio. Desde los 20 años empecé, casualidades de la vida trabajaba en una casa de deportes. Renuncié unas horas y era mediodía acá. Siempre con el mismo rubro, no cambié mucho. Hace cuatro años que estoy sola, pero con papá harán 15 o 20. Él necesitaba que lo ayude, porque me decía lo del “toque de la mujer” y todas las excusas para tenerme cerca, aparte estaba mal acostumbrado con mi mate y mi compañía. Un día cuando él cayó con el ACV, y ¿qué hacemos? Quedó sin fuerzas la mitad del cuerpo, estaba cansado, estresado. Él estaba todo el día de corrido, también trabajaba sábados, cosa que yo no. Su clientela estaba acostumbrada. Y cuesta un poquito porque yo soy mujer, mamá, hija, y me tengo que repartir y a veces termino cansadísima. Lo destaqué el otro día cuando los chicos de los Premios Melchora me llamaron para el reconocimiento y les dije que no sabía si iba a ir. ‘¿Cómo que no? Hay que reconocerte tres veces más, porque sos madre, sos hija, sos mujer, te hacés cargo’, me dijeron. Y tienen razón, así que fui. ¿Cómo fue ese momento? No sabía nada, la mujer que vino dijo que había mandado un WhatsApp a otro número, y yo no entendía nada y le quedé mirando, me dice “Un reconocimiento”. ¿Y quién me reconoce? Y me dice ‘¿nunca se te dio por averiguar si hay alguna otra mujer zapatera?’. Supongo que sí, dije, y no. Fue un baldazo de agua fría. La verdad que no sabía del premio. ¿Cambió algo después? Desde la mención tengo los mismos clientes. Pero sí, desde que estoy acá me ha pasado que atendí a dos tipos grandotes y cuando retiraron unos mocasines negros muy lindos, me enteré que eran los guardaespaldas de Rovira. Otro día viene un señor y me dice ‘Vengo de parte de la señora Madelaire’, ella le traía a mi papá, y la Chiti, por ejemplo, me dio su número y re buena onda. Con decirte que pasó Ingrid Grudke por acá, caminando y me trajo un cinto, ella es un amor. Podés decir que conociste a figuras de todo tipo. Sí, acá en Posadas a la mayoría. Una vez una clienta llegó y dijo que no quería bolsas de plástico, entonces yo empecé a cambiar la imagen y a comprar otras cosas. En otra oportunidad me tocó que una mujer me insulte de pe a pa porque ella quería una cartera de un color, yo le dije que no, que como yo la veía muy delicada no podía, porque no iba a tener tiempo para hacerle ese color. Y ella se negaba. ¿Hay algo que hayas aprendido sólo de tu papá que por ahí no viste con otros colegas del rubro? El secretito para el cliente, que él muy poco daba, porque tiene un carácter muy especial, decía “dejame te soluciono”, y el cliente decía “yo quiero así” y él le contestaba “si vos sabés, hacelo vos. O si no, dejame te lo hago”. Otra cosa: el talco se pone en el pie o en la media, no en el zapato. Porque el talco con el tiempo va a estar comiendo el pegamento de fábrica, vos caminás y se abre de la nada. Me enseñó a coser, por ejemplo, que por ahí hay una aguja que parece un anzuelo de pescar. En 30 años nunca pero nunca me lastimé. La costura me encanta, por ahí lleva tiempo, pero queda, y esa es la parte que quizás algunos ya no hacen en otras zapaterías, y que mi papá me enseñó de chiquita. ¿Cómo está hoy el rubro en cuanto a subas en la materia prima y demás? Todo depende del dólar, que vaya subiendo o no. Yo me proveo de dos negocios de Posadas. ¿No traés nada de otra provincia o de afuera? Y... tenés en Corrientes o Chaco, pero ya te digo, por ejemplo los tacos hoy en día nadie tiene porque nadie hace, decayó mucho. Hay clientes que dicen que no van a usar más algún taco y me lo dejan. Con las mochilas, en vez de tirar, vienen y te regalan el material. A veces me preguntan por los cierres que no andan y les explico que es el deslizador el problema y se lo cambio y costuro. Porque pasa que llevan a otro lado para cobrarte un poco más y por ahí te ponen el mismo cierre con un deslizador nuevo y te cobra. Pero seguro la gente que te sigue eligiendo también valora eso, tu honestidad. Sí, es así. Puede que salga perdiendo porque pierdo trabajos, pero no: prefiero la honestidad. Cuando no te conviene te voy a decir, porque es como que yo lleve a un lado y me mientan. Perfil Viviana Alfonso Zapatera Viviana tiene 43 años y comenzó el rubro de la zapatería hace más de 20 años, cuando tenía entre 11 y 12 años. Desde entonces es la única mujer en todo Posadas que se dedica al oficio que recibió como herencia de su padre, quien le enseñó todo lo que sabe, aunque recién con 20 años se dedicó de lleno. Viviana es madre de dos hijos varones, aunque duda si ellos se dedicarán al oficio. En cifras 20 Es el total de años aproximadamente que Viviana aprendió sobre el rubro que heredó de generación en generación

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